Internas que paralizan…
Lo efímero de
una llama. Juan Carlos Aranguren. Foto: Pablo Temes
Entre
las dificultades con la economía y las tarifas, el Gobierno se sacude con una
seguidilla de choques.
© Escrito por Nelson Castro y publicado por el
Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
En medio de una recesión que
no cede, el Gobierno clama por alguna buena noticia de la economía. Se la
generará el freno al aumento de las tarifas, que le dará un respiro
temporal al hacer que el índice de inflación se acerque al cero por ciento. Sin
embargo, para tener una noción más ajustada a la realidad habrá que esperar a
que se computen los nuevos aumentos tarifarios en las mediciones.
La reunión informativa que el vapuleado ministro de
Energía, Juan José Aranguren, mantuvo con las asociaciones de
consumidores el jueves no terminó bien. Las internas políticas y los intereses
cruzados volvieron a agitar viejos fantasmas. Ese es el pensamiento
de muchos de los participantes que salieron de ese encuentro convencidos de que
el kirchnerismo había metido la cola.
El expediente de la audiencia pública se
fue completando con la información necesaria para que en la audiencia que se
celebrará la semana próxima todos los asistentes tengan los datos para poder
tener en ella una participación activa. Las transportadoras y distribuidoras de
gas ya respondieron al pedido y aportaron lo que tenían mientras que el
Gobierno, por su parte, hizo pública la nueva propuesta tarifaria.
De lo que se anunció se desprende que esa propuesta
implica reducir los subsidios, elevando así el precio que pagan los
consumidores del gas en boca de pozo, que pasará de 1,30 a 3,42 dólares el
millón de BTU, para luego actualizar esa cifra hasta llegar a 6,78 dólares en
2019.
¿Cuál fue el problema, entonces? Al menos tres de
las asociaciones de consumidores presentes se quejaron porque
consideraban que –de acuerdo con su interpretación del fallo de la Corte– debía
quedar explicado en el expediente cómo se llegaba a esos valores de gas en boca
de pozo. Esta interpretación no fue compartida por el ministro, quien arguyó que
eso no era necesario. Pedro Busetti (titular de Deuco) insistió con el tema y
agitó el ya de por sí duro temperamento de Aranguren, quien entonces le
preguntó: “¿Usted, qué es lo que quiere?”. La respuesta resultó obvia:
“Queremos un tiempo razonable para juntar y analizar toda la información”.
En medio de un clima de tensión creciente, el ministro
retrucó: “Los tiempos son razonables; si usted quiere impugnar la audiencia,
hágalo”. Luego de este cruce, Aranguren se levantó y abandonó la sala. “Le
están buscando el pelo al huevo –dijo uno de los representantes de los
consumidores–; la información está y la audiencia se tiene que hacer; lo que
ocurre es que están operando sectores afines al kirchnerismo que buscan volver
a judicializar la cuestión para complicar al Gobierno”. Otros vieron en esta
actitud la mano de Patricia Vaca Narvaja, ex subsecretaria de Defensa de la
Competencia y ex embajadora en México en la era K.
En cambio, el oficialismo respiró con alivio en el
asunto de la tarifa de electricidad. El fallo de la Corte, que no convalidó
las cautelares que pusieron freno a los aumentos, no sólo le terminó dando al
Gobierno aire político sino que también le va a permitir ahorrar unos 4
mil millones de dólares. El déficit está en la base de la problemática
situación económica.
Este es un factor que complica al Gobierno, como también
lo complica la dinámica de los hechos que no concuerdan con sus pronósticos ni
con sus expectativas. El segundo semestre avanza y todo marcha más lentamente
de lo previsto. Un ejemplo de ello es lo que está pasando con el blanqueo de
capitales. Ante los 20 mil millones de dólares previstos por alguno
de los economistas del oficialismo, lo que se ha blanqueado hasta ahora
representa la nada misma. Por eso aflora la necesidad imperiosa de destinar
fondos para reactivar la obra pública.
La consecuencia del parate económico es el aumento de la
conflictividad social. En el horizonte está ya el anuncio de un paro general convocado
por todas las centrales sindicales para octubre. El Gobierno no debería
subestimar este hecho.
Sin respiro.
Donde tampoco parece no haber resuello es en el affaire que tiene como uno de sus protagonistas a Juan José Gómez Centurión. Nadie en el Gobierno sabe bien por qué el ex titular de la Aduana salió a denunciar, ante la jueza María Servini de Cubría, la existencia de barriles que contenían 250 kilos de pseudoefedrina en uno de los galpones de almacenamiento ubicados en el aeropuerto de Ezeiza.
Donde tampoco parece no haber resuello es en el affaire que tiene como uno de sus protagonistas a Juan José Gómez Centurión. Nadie en el Gobierno sabe bien por qué el ex titular de la Aduana salió a denunciar, ante la jueza María Servini de Cubría, la existencia de barriles que contenían 250 kilos de pseudoefedrina en uno de los galpones de almacenamiento ubicados en el aeropuerto de Ezeiza.
La jugada tuvo un golpe de efecto tan fuerte como
efímero ya que la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, salió a desmentir a
Gómez Centurión, asegurando que ésa era una información que ya estaba en su
poder desde hacía tiempo. La reacción de Bullrich fue cantada. La denuncia de
Gómez Centurión la había dejado en una posición desairada.
Lo peor para Mauricio Macri fue que quien quedó en el
medio de esta disputa fue él, que había salido a respaldar al ex militar con
varios gestos claros. En verdad, el jefe de Estado le hizo saber a su entorno
que se sentía arrepentido por haberlo removido de su cargo. En ese sentido, María Eugenia Vidal tuvo una conducta distinta: ante la
grave denuncia contra el jefe de la Policía Bonaerense, Pablo Bressi, realizada
por Elisa Carrió, quien lo vinculó con el narcotráfico, la gobernadora pidió
las pruebas que servirían de respaldo y anunció que, si éstas se hacían
patentes, procedería a la remoción del funcionario.
“Al Presidente no le gustó
lo que pasó porque lo hizo quedar muy expuesto”, aseguró una fuente que conoce
los detalles de lo ocurrido. Tan fuerte fue el contrapunto entre Bullrich y
Gómez Centurión que hizo que lo que debió haber sido un logro resonante para el
Gobierno terminara siendo un verdadero papelón.
Fuentes cercanas al Ministerio de Seguridad y a la AFIP
señalaron que no terminaron de comprender la jugada, pero unos y otros
coincidieron en aseverar: “La verdad, no estamos acostumbrados a trabajar con
estos muchachos. La Aduana era un nido de víboras entre corruptos espías y
algunos oportunistas; ahora estamos tratando de que no nos piquen”.
El servicio de inteligencia representa
un dolor de cabeza para este y para cualquier otro gobierno. La desvirtuación
de sus objetivos y el uso de sus estructuras para llevar adelante tareas de
espionaje político de la más baja estofa lo han transformado en una fuente de
corrupción y de negociados.
Primigeniamente, el Presidente había evaluado la
posibilidad de disolver la Agencia Federal de Investigaciones (AFI). Lo cierto
es que, así como funciona, la AFI no brinda ningún servicio útil ni para el
Gobierno ni para el país.
El episodio entre Bullrich y Gómez Centurión es uno más de la seguidilla de internas que
viene complicando la gestión de Macri. Una cosa son los matices; otra, muy
distinta, las internas. Los matices enriquecen una gestión. Las internas, la
paralizan. El Presidente debería advertirlo cuanto antes.
Producción periodística: Santiago Serra.
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