Error de cálculo…
Su excelencia,
Marcelo Tinelli. Dibujo: Pablo Temes.
El Gobierno pagó por equivocar su diagnóstico de la
realidad. Cara, en La Rural, y ceca, con Tinelli.
© Escrito por
Nelson Castro el domingo 31/07/2016 y publicado por el Diario Perfil de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
"Todos caímos en la trampa de creer que con el fin
del kirchnerismo, sobre todo del cristinismo
con sus delirios y su prepotencia, gran parte de nuestra vida
política estaba resuelta. Una versión moderna del muerto el perro se
acabó la rabia. No somos ingenuos, sabíamos que iba a ser difícil, pero
confiamos en que cruzar a la vereda de lo institucional y lo políticamente racional
nos abriría las puertas al mundo. Quizás fue un primer paso, pero el mundo no
necesitaba de la Argentina”.
La reflexión fue realizada por un hombre
del Ministerio de Economía que vive el día a día de lo que allí está
ocurriendo. La fuente se queja de la trascendencia que se le ha venido dando a
las internas entre funcionarios del ala económica del Gobierno y asegura que
son roces normales en una gestión que se ha venido complicando.
“Tanto
(Federico) Sturzenegger como (Alfonso) Prat-Gay están
haciendo lo que creen correcto y todos los que se quejan por la falta de
resultados en la llegada de inversiones deberían recordar que se peleaban por
el puesto de Alfonso, pero cuando el puntero se acercaba y las chances parecían
reales miraban para otro lado. Prat-Gay es la persona más capacitada para el
puesto, si hay demoras en los resultados, debimos habernos preguntado antes por
qué creímos en forma acrítica que el mundo vendría a invertir su dinero en un
país que, al menos en los últimos cuatro años, fue
un circo y una catástrofe en
materia de indicadores macroeconómicos. En eso sí nos dejamos llevar por el
entusiasmo”.
En la vereda de enfrente hay de todo.
Críticos y operadores, pero también gente valiosa que supo advertir con cierta
anticipación que el rumbo no terminaba de cerrar por errores de cálculo inicial
que impidieron hacer un mejor diagnóstico del estado de la economía argentina.
Veamos algunas de estas fallas en el
diagnóstico: en primer lugar, el Gobierno subestimó la realidad.
No tenía el pulso correcto de la dimensión de la catástrofe que heredó del
kirchnerismo. Así, cuando se tomaron las primeras medidas y se decidió modificar
el tipo de cambio, se asumió que toda la economía se estaba moviendo en base a
un dólar que rondaba los $ 15 y se avanzó en ese sentido. Un industrial que
conoce muy bien lo que ocurre en el interior del país recuerda haber advertido
que “se debería haber utilizado un criterio más federal ya que un sector
importante de la economía productiva aún giraba en torno a un dólar de $ 9”. El
caso de los insumos importados es un buen ejemplo. Por eso el rebrote
inflacionario fue inevitable.
En segundo lugar, el Gobierno creyó que con la salida del default
comenzarían a llover los dólares. Sobre la base de esta ilusión
se aventuró a utilizar todo su margen político para dar de entrada y todas
juntas las malas noticias (ajuste, sinceramiento, tarifazo, etc.). Pero el
colchón verde que hubiera permitido pasar el trago amargo con mejores
perspectivas nunca llegó.
Los funcionarios no comprendieron que era
un riesgo demasiado grande darle a la gente un baño de realidad tan brutal sin
esperar a que la economía esté funcionando o, al menos, dando las primeras
señales de recuperación.
En ese caso, otra hubiera sido la historia. Ese era el plan que, bajo la muletilla del bendito segundo semestre con que el Gobierno batió el parche durante la primera parte del año, finalmente nunca llegó.
En el acto de ayer en La Rural –que
marcó la vuelta del jefe de Estado a ese ruedo visceralmente despreciado por el
kirchnerismo–, Macri reafirmó su política de apoyo al campo.
Más allá de los aplausos que le prodigaron
desde las tribunas, la realidad es que las economías regionales aún no repuntan ya que, por ejemplo, al
productor de soja, al que por un lado se lo benefició con la devaluación y la
baja de retenciones, se lo ahorcó con la inflación que impacta directa y fuertemente en
el costo de los insumos.
En el medio de todo esto se produjo la novela entre Macri y Marcelo Tinelli. La
trascendencia que la dirigencia política vernácula le viene otorgando desde
hace casi dos décadas a las idas y vueltas camaleónicas que Tinelli ha hecho y
hace de su popularidad y la de su uso político es algo turbador que
califica –debería decirse mejor descalifica– a esa dirigencia.
Lamentablemente, el Presidente no ha escapado a ese escenario patético.
Es
triste y preocupante imaginar que desde las esferas del poder se esté pendiente
de lo que pase en un programa de humor.
Los problemas de la Argentina de hoy en día
son la pobreza, la inflación, la recesión económica, la pérdida de fuentes de
trabajo, la falta de inversiones, la inseguridad, la mala calidad de la salud
pública, los déficits de la educación, la falta de infraestructura, y una larga
lista de etcéteras a la que no solucionará el armisticio Macri-Tinelli.
Como decía Dario Fo: “La sátira es el arma más eficaz
contra el poder: el poder no soporta el humor, ni siquiera los gobernantes que
se llaman democráticos, porque la risa libera al hombre de sus miedos”.
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