Cinismo simpático…
Buenas Ondas. Mauricio Macri. Dibujo: Pablo Temes.
La reunión de Macri con el sindicalismo está
sobrevaluada. Paritarias al sol del nuevo poder.
Para una gran
mayoría de argentinos, lo obvio se vuelve extraordinario. De repente. Convierte
episodios comunes, casi rutinarios como dormir o comer, en portentos de la
naturaleza,en fenómenos inéditos. Con esa felicidad inesperada hay que
interpretar el “diálogo” que propicia el Gobierno, la “búsqueda de consensos”,
un “sistema estadístico” o la osadía de Mauricio Macri por incluir en su repertorio la palabra
“inflación”. Puede continuar la lista de obviedades sobre las que se habla y
consume, aunque escaso sentido tiene enumerar acontecimientos normales,
inevitables, a menos que se los compare con las forzadas rarezas de la última
década kirchnerista. Con un rezago terco que la memoria no olvida.
Ese estado de
ánimo único también rodeó, claro, el último encuentro entre dirigentes
sindicales de la CGT & Cía. y el Presidente, uno entusiasmado en
testimoniar en una placa su voluntad de conciliación mientras gana tiempo para
la situación de crisis, los otros inquietos para no hundirse con la economía en
picada y, de paso, recuperar fondos (o bonos) que el Estado retiene de las
organizaciones gremiales. De ahí que, al salir del cónclave, cualquiera de los
invitados podía utilizar una frase de simpático cinismo que circula en los
ambientes políticos: “Quiero que le vaya bien a Macri, porque de ese modo nos
irá bien a todos”. Así también pasa el tiempo.
El estandarte de
ese pregón le cabe a Hugo Moyano, a quien le cuesta ocultar su espíritu
colaboracionista (el mismo de los otros contertulios sindicales), rasgo que
habrá de transformarlo en un criticado Augusto Vandor para la escuelita
primaria de los cámporas, quienes recuerdan con desdén a ese líder asesinado
por las formaciones especiales antes de los 70. Ignorando tal vez que, al revés
de Moyano, Vandor vivía en una pieza con otros dos compañeros cuando ya era clave
en el gremio metalúrgico, y cuando viajaba a Madrid el equipaje a veces era un
paquete de ropa envuelto en papel de diario y atado con piolines. Mucho más
manifiesta es la inclinación de Moyano por Macri que la de Vandor por Onganía y
Lanusse, hasta lo confesó antes de entrar al decir “ni a Menem le hicimos un
paro cuando empezó su gobierno”, como si fuera una actitud histórica de su
conducta. Pareció olvidarse en esa reseña de que a su amigo Néstor Kirchner sí
le organizó huelgas apenas empezó la administración debido a que el
santacruceño no cumplió algunas promesas tangibles que les había comprometido a
contribuyentes de su campaña, como Moyano. No le cedió a Moyano la Secretaría
de Transporte, y ocupó el cargo con alguien de su confianza (Ricardo Jaime), y hasta empresas cercanas al
sindicalista se quedaron sin subsidios. Una traición, empezaron los paros y
Kirchner no aguantó un round: le entregó a Moyano el segundo de la Secretaría,
y desde entonces se hicieron compinches públicos hasta aquella agitada
discusión telefónica –de la cual Cristina y su hijo parecen no olvidarse más–,
unas horas antes de la muerte del ex mandatario.
De la media
docena de gremialistas convocados a la Casa Rosada, para Macri hoy Moyano es la pieza
central. Lo cultivó en la Ciudad con generosidad en los contratos y lo exhibió,
apenas elegido, al invitarlo a una reunión. Fue el camionero, como si fuera del
Pro, a un festejo sólo con su comité gremial, en abierto desprecio al resto del
sindicalismo. Para él, esa preferencia es una sociedad compatible, semejante, a
la que tuvo con los Kirchner. Ese idilio –hasta matizado por el disgusto común
que exhiben contra Marcelo Tinelli para que éste no vaya a la AFA–
tropezó con el desenfado característico de Moyano, quien reiteró la misma
pretensión de cargos en Transporte como en tiempos de Kirchner (y con el mismo
especialista en el rubro, Guillermo López del Punta), amén de otras
prioridades.
Fracaso en
apariencia y con malestar: lo indigna ver a un ciclista como Guillermo Dietrich al
frente del Ministerio, un bípedo contra las cuatro ruedas. Tampoco prosperó en
impedir que Jorge Triaca llegara a Trabajo, aunque antes bloqueó la
designación de un cordobés (Lawson) ahora reciclado en un organismo público. Si
hasta amagó con descortesías al defender los discos de vinilo sobre la música
digital, la única forma de entender la huelga de su sindicato porque el Banco
Central amagó no transportar papeles contables y hacer circular la información
por internet. No llegó a mayores su disidencia, ciertas convenciones económicas
se mantienen. Triaca lo fue a visitar a uno de los departamentos de Moyano en
Barracas –igual que Julio De Vido en otros tiempos– y él mismo se reunió en
presunto secreto con Macri en Olivos. No había sorpresas imaginables para la
cumbre de anteayer, el guión había sido sellado.
Más o menos
convenido, la paritaria a iniciarse será parcial –como ya ocurrió con otros gremios el año
pasado–, no durará más de cinco meses, podría bordear menos de 30% de aumento,
y se rectificará luego según los índices del costo de vida. Moyano saca ventaja
con la modificación de las escalas del impuesto a las ganancias, ya que a sus
trabajadores –y a los de otros sindicatos– les proporcionará un adicional de 2
o 3%. Esa corrección poco le vale al gremio de Antonio Caló, el de Cristina, uno
de los que curiosamente percibe ingresos más bajos. También obtendrá Moyano
satisfacción con el salario familiar, cuestión que lo obsesiona desde la muerte
de uno de sus hijos y que repite emocionadamente cada vez que le toca
mencionarlo.
Moyano saca ventaja con la modificación de las escalas
del Impuesto a las Ganancias
Ahora vendrán
debates técnicos sobre este proceso y, especialmente, sobre la devolución a los
gremios de fondos pendientes de las obras sociales. Fue Armando
Cavalieri quien expuso sobre el tema, quejoso por el dinero que les arrebata el
Estado y debido a que deben socorrer cada vez más adherentes a sus sistemas de
salud sin el apropiado sustento económico. Hasta Macri parecía enternecido, y
–no olvidarlo– parece que evitó convocar a quien le había entregado la
responsabilidad de la devolución a las obras sociales: José Luis Lingeri (Aguas
y Cloro).
No invitaron a
otros, la lista la hizo Moyano. Se olvidó de los decisivos gremios de la
Energía, hoy quizás los más afectados por un eventual desempleo y, adrede
seguramente, borró a la CTA para darle una golosina a Caló. El resto de los
presentes asentía. Ansiosos por las migajas y felices de pertenecer, se hacen
cargo de un viejo dicho futbolístico protagonizado por un negro defensor oriental
que, desafiando a la multitud que bramaba en el Maracaná por el triunfo de
Brasil, en el Mundial del 50 que consagró a Uruguay, les dijo a sus compañeros
mientras llevaba tranquilo la pelota bajo su brazo: “Los de afuera son de
palo”.
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