Una gran noticia…
El “milico” Aguad anunciando que la ley de medios no
subsistirá en el gobierno macrista y el reconocimiento por Alfonso Prat-Gay de
que “la situación económica no era tan crítica” como lo habían pensado (esto
es, que la campaña terminó y las órdenes del manual de estilo de Jaime Durán
Barba, a propósito de nunca decir la verdad, ya no tienen por qué respetarse
completamente) son dos estampas de los últimos días en las que vale la pena
reparar junto con la cita de un Blaquier, Luis, sobrino del CEO del ingenio
Ledesma, directivo de Clarín, socio del Fondo Pegasus y ex Goldman Sachs, al
frente del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses.
© Escrito por
Eduardo Aliverti el lunes 14/12/2015 y publicado por el Diario Página/12 de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Lo último requiere de confirmación definitiva, al momento de escribirse
esta nota, pero en nada variaría si acaso es que sólo se pensó en él para
hacerse cargo de “la plata de los jubilados”. Los nombres elegidos y en danza
corroboran, casi sin excepciones, una plana de funcionarios donde resulta muy
complejo encontrar ese perfil meramente técnico y desideologizado de que hace
gala el nuevo gobierno, y que ensalzan sus periodistas militantes.
Con todo, fue un diseño híper anunciado y no hay derecho al pataleo. La
mitad ligera y legítimamente más grande de la sociedad votó eso. Si es por
–relativas– sorpresas, en consecuencia, hay que mirar enfrente. Por mucho que
se busque en los archivos, no se encuentran, en el mundo, antecedentes de una
despedida popular a jefe de Estado como la que tuvo Cristina el miércoles.
Ninguno. Ese dato, aun cuando hubiera tenido cotejo con otro similar, es el más
significativo de todo cuanto aconteció en la semana de la transición.
Resultó hasta gracioso que, mientras la Plaza reventaba de gente y se
cubrían sus aledaños a varias cuadras a la redonda, con una energía poca veces
vista, los medios de la cadena de paz y amor titularan que la Presidenta daba
su último discurso frente a “los militantes”. Más todavía, a la mañana
siguiente uno de los diarios ahora oficialista privilegió, en cabeza de
portada, el saludo de Mauricio Macri a “la multitud” que se congregó, apenas
pasada la medianoche, frente a su domicilio palermitano. Tal juntada consistía
en unos cientos de alborozados, mientras la impresionante manifestación del
miércoles fue relegada a pie de página.
De todas formas, este señalamiento no trata de medir cifras de
manifestantes. No quiere aprovecharse de que quienes se reunieron el jueves
frente a Casa Rosada, para dar la bienvenida a Macri, sólo cubrían hasta la
Pirámide, como hidalgamente lo reconoció Magdalena Ruiz Guiñazú en entrevista
de Luis Novaresio al admitir que esperaba más gente.
Tampoco llama a la sorpresa por el modo de informar de quienes hacen gala
de objetividad. Pero sí se pretende destacar que la medida del relegamiento
periodístico de la despedida a Cristina está a la altura del impacto que
provocó, porque haber reconocido su magnitud hubiera implicado aceptar la
enorme potencialidad de la fuerza política o movimiento popular que se fue del
gobierno. Y de su líder en particular. Ella brindó signos de que más tarde o
más temprano se pondría al frente de la oposición, desde un peronismo en el que
no se advierte figura que pudiera competirle o –mucho menos probable– desde una
identidad política formalmente separada del tronco partidario. Además, queda
por comprobar su capacidad constructiva una vez alejada del poder.
Sin embargo, esa auténtica multitud reunida el miércoles representa por sí
misma un alerta fenomenal contra el trazado de la derecha ganadora. Pone en
duda, incluso, que el macrismo vaya a gozar de la luna de miel acompañante de
todo gobierno en sus primeros meses de gestión, aunque no se supone que tendrán
la tara de estimular fiestas y verano en estado de convulsión.
Un aspecto estructural como el de Plaza del miércoles quedó postergado,
también, por el insoportable culebrón sobre el traspaso del mando y, después,
por el ensimismamiento de algunos comunicadores en torno de las diferencias
estilísticas entre retirados y recién venidos. Como si lo primero tuviera
alguna relevancia por fuera de la batalla de egos, y como si lo segundo no se
supiera o significara algún cambio relevante en los contenidos ideológicos.
¿Cuánto puede tardarse en ratificar la obviedad de que el conflicto es
inherente a la política? ¿Hasta cuándo se piensa que alcanzarán las estrofas
escolares de la vocación de diálogo, la unión de los argentinos y el jueguito
para la tribuna de convocar adversarios? Estamos hablando, por si poco fuera,
de una sociedad dividida en dos mitades electorales prácticamente simétricas y
que expresan aspiraciones de modelos antitéticos.
Macri asumió con un registro en verdad objetivo, que es el cómodo
endeudamiento en dólares del Estado. Alrededor de un 10 por ciento del tamaño
de la economía, uno de los más bajos del mundo. El viernes, otro título
periodístico cargado de veneno y falsedad indicó que la deuda pública creció en
forma descomunal, este año, llegando a los 18 mil millones de dólares.
El pequeño detalle es que el informe oficial citado aclara que el 61 por
ciento de la deuda estatal es intrasector público y que los mayores acreedores
son el Banco Central, el Nación y el FGS de la Anses. Es decir que el Estado se
debe básicamente a sí mismo, lo cual y por lo visto debe aclararse, en forma
reiteradísima, frente al manipuleo informativo de las interpretaciones
monetaristas, al igual que lo elemental de que no se conocen arcas públicas que
hayan fundido por prestarse entre sí. Quienes las quebraron, como en el 2001
argentino, fueron justamente los que sometieron al país a una orgía de
endeudamiento en moneda extranjera.
Sí es cierto que acecha el revoloteo de los buitres y el macrismo ya
despachó sus enviados para negociar con ellos casi a como sea, en la presunción
de que es un paso imprescindible para recolocarse en el mercado de crédito
internacional. La pregunta, también subrayada hasta el cansancio, es endeudarse
con quiénes y para qué, por aquello de la diferencia entre concretarlo a fines
del desarrollo productivo y hacerlo simplemente con el objeto de allegarse
dólares de especulación que refuercen las reservas, para luego reiniciar el
círculo vicioso de tener que devolver esos billetes que el país no emite, desde
una estructura económica cuya producción es dependiente de insumos externos.
Al comienzo, Macri podría usufructuar aportes de bancos extranjeros y
cerealeras para levantar el denominado cepo sin mayores riesgos en la unificación
cambiaria. Y a mediano plazo, estará el final de la película que ya vimos las
veces necesarias sin que, dicho con todo respeto, alguna o mucha gente termine
de aprender.
La devaluación achicará los costos salariales en dólares de las grandes empresas,
en una economía fuertemente concentrada y extranjerizada, y podrá ser que en
ese inicio, como en el menemato, el ajuste no se note para los sectores bajos y
medios. Y al cabo, de nuevo la película. Habrá quienes se pregunten si acaso es
sensato pensar que esta derecha, autopresentada como el nuevo partido
latinoamericano más original del siglo XXI, será capaz de suicidarse repitiendo
fórmulas tradicionales de resultado invariable.
Ese no es el interrogante, porque forma la parte de la esencia capitalista
destruir, antes, las conquistas de variantes socialistas y socialdemócratas; y,
ahora, de los populismos bien entendidos de izquierda o centroizquierda, como
el kirchnerista. La maximización de la tasa de ganancia está demasiado por
encima del destino que puedan sufrir sus agentes políticos circunstanciales.
Macri será, para esos actores locales e internacionales, todo lo fusible que
deba ser.
Si el único límite al ajuste es la capacidad de reacción de los ajustados,
mejor tomar nota de que esos ajustados, una vez que el círculo vicioso se
resetee para volver a empezar, ya no serán los de 2001 al grito de que se vayan
todos. Ahora disponen, o dispondrían, de una herramienta política y liderazgo
que después de doce años les demostró que se puede otra cosa.
o muy grande, según el izquierdómetro o la sensibilidad de cada quien, pero
seguro que una cosa diferente a cuando estalló la crisis de credibilidad
respecto de todo el andamiaje político-partidario. Ese fue el testimonio y
advertencia de la fenomenal Plaza de Mayo del miércoles, mientras tantos y
cuantos andaban distraídos entre el grotesco del acto de asunción, los oropeles
de mando, Cristina en clase turista rumbo a Santa Cruz o Michetti reversionando
a Gilda nada menos que en el balcón.
Esa Plaza fue probanza de una identidad política que las elecciones no derrotaron, porque toda esa gente no estaba derrotada. Habrá habido mancomunión en la tristeza, angustia, incertidumbre, temores, melancolía, preguntarse cómo puede ser que se termine lo mejor que nos pasó. Todo lo que se quiera. Pero de ninguna manera sensación de derrota. Ni los medios más salvajes de la otrora oposición, ni los gorilas más desencajados, se animaron a decir que esta vez hubo los micros, los planes, los choripanes, la dádiva. Lo que hubo fue agradecimiento espontáneo y necesidad de mostrar y mostrarse juntos. Cantar que acá estamos y que habrá de volverse pero ya con el instrumento a renacer o perfeccionar, no desamparados por completo.
Esa Plaza fue probanza de una identidad política que las elecciones no derrotaron, porque toda esa gente no estaba derrotada. Habrá habido mancomunión en la tristeza, angustia, incertidumbre, temores, melancolía, preguntarse cómo puede ser que se termine lo mejor que nos pasó. Todo lo que se quiera. Pero de ninguna manera sensación de derrota. Ni los medios más salvajes de la otrora oposición, ni los gorilas más desencajados, se animaron a decir que esta vez hubo los micros, los planes, los choripanes, la dádiva. Lo que hubo fue agradecimiento espontáneo y necesidad de mostrar y mostrarse juntos. Cantar que acá estamos y que habrá de volverse pero ya con el instrumento a renacer o perfeccionar, no desamparados por completo.
Se viene una etapa de disputa que es exactamente la misma de siempre, pero
ahora con los roles invertidos desde el ejercicio del poder y la oposición. La
novedad es que las proporciones de quienes representan intereses distintos
están emparejadas, nada menos que a la salida de un gobierno con tres gestiones
consecutivas. Y es una gran noticia. A explorar, pero una gran noticia.
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