La ridícula “Resistencia” de Sabbatella…
Hipocresía sin límite del verdugo de los medios
independientes. Martín Sabbatella le está dando una valiosa lección al pueblo
argentino, relativa al nivel de descaro e incoherencia al que puede llevar el
fanatismo. El funcionario cristinista ha aceptado escenificar la pretendida
“resistencia” del FPV, intentando mostrarse como una víctima de las prácticas
de persecución que él lideró durante años.
© Escrito por Rafael
Eduardo Micheletti el miércoles 23/12/2015 y publicado por Tribuna de
Periodistas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
El dirigente de Nuevo Encuentro saltó a la fama cuando ganó la intendencia de Morón y se perfiló como un joven exponente de la “nueva política” en medio de los anquilosados caudillos del conurbano. Sin embargo, en algún momento decidió adherir a la ideología totalitaria del neomarxismo populista y subordinarse incondicional y sesgadamente a la voluntad de la líder del FPV, Cristina Fernández.
El dirigente de Nuevo Encuentro saltó a la fama cuando ganó la intendencia de Morón y se perfiló como un joven exponente de la “nueva política” en medio de los anquilosados caudillos del conurbano. Sin embargo, en algún momento decidió adherir a la ideología totalitaria del neomarxismo populista y subordinarse incondicional y sesgadamente a la voluntad de la líder del FPV, Cristina Fernández.
Esta nueva situación psicológica y política lo fue corrompiendo cada vez
más. Una a una, sus banderas de honestidad, republicanismo y renovación
política fueron disgregándose en sus manos. Hoy en día ha quedado expuesto ante
la opinión pública como un funcionario “militante”, sin prácticamente ninguna
credibilidad, que discriminó y hostigó sistemáticamente a los medios de
comunicación que no se subordinaban al gobierno de turno. Tanto es así que no
pudo consagrarse vicegobernador de Buenos Aires junto a Aníbal Fernández y su
espacio político perdió el bastión que lo vio nacer, el municipio de Morón. En
esa localidad, ya desde 2011 se empezaron a escuchar fuertes denuncias de
sobreprecios, aumentos injustificados del presupuesto para viáticos y
publicidad y uso partidario del aparato estatal. La nueva política había mutado
a la vieja.
Según ha trascendido, el propio Sabbatella reconoció en una reunión con
funcionarios del nuevo gobierno que sólo renunciará si se lo pide Cristina.
Claro, podría tratarse de un noble gesto de lealtad pero, dados sus
antecedentes, su comportamiento al frente del AFSCA y su aceptación de una candidatura
suicida junto a “La Morsa”, se trata en realidad de la expresión de una
patología fanática de alguien que ha renunciado cobardemente a pensar y a
actuar por sí mismo.
El personaje en cuestión no se cansó de embanderarse en el discurso de la
democracia y el pluralismo, cuando sabía claramente que la llamada “ley de
medios” no era más que una imitación de un sofisticado y tramposo artilugio
legal que el modelo a seguir del FPV, el gobierno chavista de Venezuela, había
logrado utilizar con éxito para acallar de a poco, pero sin descanso, a cada
uno de los medios que osaran criticarlo.
Desde el inicio, el matrimonio Kirchner decidió replicar a nivel nacional
el mecanismo de control de los medios de comunicación exitosamente implementado
en Santa Cruz. El mismo involucraba extender la corrupción de Estado al mercado
de medios, cooptando a los empresarios del sector con prebendas e instalando a
testaferros amigos, así como también extorsionar con la pauta oficial y
amenazas varias. Pero el Grupo Clarín, al principio socio del gobierno, se
mostró demasiado fuerte y entonces la ley de medios fue pensada para
desguazarlo. Se pretendió fragmentar y debilitar a los medios de comunicación
para volverlos más vulnerables y manipulables mientras se le confería a un
Estado discrecional y abusivo mayor poder de regulación y sanción.
Sabbatella fue plenamente consciente de todo esto durante su campaña a
favor de la ley de medios y su gestión al frente del AFSCA. Es decir, nos
mintió a todos descaradamente. Además, ejecutó la ley referida de manera
discriminatoria, siendo parte activa de una acción de persecución estatal
contra medios independientes que, como mínimo, implicó abuso de poder y mal
desempeño de la función pública. El ultrakirchnerista nunca pudo explicar por
qué decidió postergar indefinidamente el análisis de los planes de adecuación
de los medios afines al gobierno y avanzar injustificadamente, sin respetar el
derecho de defensa, con la adecuación de oficio del Grupo Clarín. Este proceder
arbitrario motivó nada menos que una medida cautelar de la Justicia argentina
avalada por la Corte Suprema y una abierta condena de la Sociedad
Interamericana de Prensa (SIP).
El planteo de que la autoridad de aplicación de la ley de medios no puede
ser intervenida por decreto puede ser muy atendible. Igual que en el caso de
las designaciones de jueces independientes para la Corte Suprema por decreto,
aunque las intenciones puedan ser buenas, y sin negar el obstruccionismo
deliberado y sistemático en el que se enfrascó el FPV incluso antes del
traspaso, se estaría sentando un mal precedente desde el punto de vista
institucional que podría prestarse a abusos en el futuro.
Sin embargo, la discusión sobre el procedimiento empleado no debe hacernos
perder de vista que Sabbatella y el FPV carecen de la más elemental autoridad
moral para hablar de “libertad de expresión” cuando durante su gobierno
estuvieron muy cerca de concretar el malicioso objetivo de destruirla, tal como
lo hiciera Hugo Chávez en el “paraíso” bolivariano.
El dirigente de Morón les haría mucho bien a la libertad de expresión, al
AFSCA y a la ley de medios si renunciara a su cargo pero, en vez de eso, ha
decidido hasta ahora seguir obedeciendo sin objeciones las órdenes impartidas
por Cristina Fernández. Más aún, ha pretendido teatralizar una supuesta
“resistencia” nada creíble contra el autoritarismo que él implementó desde el
Estado.
El fanatismo suele llevar a las incoherencias más absurdas.
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