La noche en que
Monzón empezó a escribir la leyenda...
Hace 45 años, el
santafesino derrotó por nocaut en el 12° round al italiano y se consagró
campeón mundial mediano.
La derecha, recta
e implacable, llegó limpia a la mandíbula de Nino Benvenuti, que ya no podía
seguir retrocediendo porque las cuerdas lo arrinconaban. El italiano cayó de
rodillas, con la frente sobre la lona del ring del Palazzo dello Sport de Roma.
Cuando consiguió ponerse de pie, el árbitro británico Harry Gibbs ya había
llevado su cuenta hasta 10. Corría el 12° round. Todo había terminado para
Benvenuti.
Todo estaba empezando para Carlos Monzón, que esa noche del 7 de
noviembre de 1970, hace 45 años, se consagró campeón mundial mediano de la
Asociación Mundial de Boxeo y del Consejo Mundial de Boxeo. Esas dos coronas le
pertenecieron hasta que se retiró, en 1977, tras derrotar por segunda vez al
colombiano Rodrigo Valdez y así poner el broche a una serie de 14 defensas
exitosas.
Esa noche, el
santafesino conquistó Italia, el primer destino durante un reinado que se
extendió a Europa y Estados Unidos, una mezcla del glamour de Mónaco, las
tardes jubilosas del Luna Park, el encanto de París y el examen del Madison
Square Garden de Nueva York. Por entonces, nadie imaginaba la dimensión que iba
a alcanzar Monzón salvo su vencido. "Subirse a un ring con él era un
martirio. Era un boxeador tremendamente efectivo, que iba destruyendo a sus
rivales de a poco", señaló Benvenuti, quien tuvo revancha en 1971 en
Montecarlo y volvió a caer, esta vez en el tercer round. "Era magnífico
dentro del ring y un gran hombre fuera de él. Lo sufrí entre las cuerdas y
disfruté de su amistad fuera del boxeo", contó el italiano.
Una sólida campaña
gestada principalmente en el Luna Park, con victorias ante varios rivales
estadounidenses (Candy Rosa, Charlie Austin, Harold Richardson, Doug Huntley,
entre otros), los títulos argentino y sudamericano de la categoría (ambos
ganados ante Jorge Fernández) y una foja de servicios de 80 combates, con
apenas tres derrotas, fueron las cartas de presentación que Monzón llevó a Roma
para tratar de dar forma a su sueño.
El argentino no
era favorito. Casi nadie creía en sus chances. Sin embargo, no solo llevaba
buenos antecedentes a Roma sino también una potencia descomunal en sus manos y
una excelente preparación. Esa noche, Monzón dominó el combate en la larga
distancia, con la izquierda en punya y la derecha recta, y en también en la
corta, con ganchos al cuerpo y uppercuts a la cabeza.
Sin embargo, las
tarjetas, localistas como tantas veces, no lo favorecían al final del 11°
asalto. Solo quedaban cuatro para cambiar la historia (en aquel tiempo, las
peleas por título mundial eran a 15). Entonces salió decidido. Encadenó una
serie de golpes que hizo retroceder a Benvenuti, lo llevó hasta su propio
rincón y dio forma a su golpe maestro, ese que quedó en el recuerdo.
El que terminó con
el italiano. Y empezó a dar forma a su leyenda. La leyenda de Carlos Monzón.
© Publicado el sábado 07/11/2015 por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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