Caretas…
Sciocri.
Scioli y Macri se acusan mutuamente de falsos. Photoshop: Facundo
Iglesias
Aunque Macri perdiese el ballottage, la
derrota del peronismo en la Provincia es un punto de inflexión generacional que
rompió la hegemonía del PJ.
Scioli: “A Macri se le está cayendo la careta” (por las precisiones sobre
devaluación y la supuesta intención de privatizar YPF). Macri: “Scioli se sacó
el antifaz, lo creía buena persona” (por la campaña negativa). Ambos se
acusaron de falsos esta semana con consecuencias que por ahora favorecen a
Macri, quien, a catorce días de las elecciones, le sacaría diez puntos de
ventaja a Scioli.
Las encuestas perdieron credibilidad, pero entre la batería de herramientas
de que disponen los sociólogos para interpretar la opinión pública están los focus
group (en la jerga, investigaciones cualitativas frente a las
encuestas, que son cuantitativas).
Dos preguntas clásicas para los focus group entre candidatos
son: “Si tras un naufragio usted estuviera en un bote donde quedara espacio
para un solo pasajero más y estuvieran en el agua Scioli y Macri, ¿a quién de
los dos haría subir para que organice el plan de salvación del grupo?”. La
respuesta que se repite es “a Macri”. Pero cuando se pregunta: “Si usted
fuera a morir y tuviera que dejarle sus hijos a alguien, ¿preferiría dejárselos
a Scioli o a Macri?”. Allí la respuesta es “a Scioli”. Lo que refleja los
atributos diferenciales de ambos candidatos: Scioli mejor persona, y Macri más
competente.
En el
imaginario, Scioli sería el bueno y Macri, el competente. La campaña negativa
afecta también a Scioli.
Desde esta perspectiva, un Scioli agresivo y enojado pierde justo en su
virtud más valorada. En el imaginario colectivo, una campaña negativa
resultaría más esperable del kirchnerismo, y esa mimetización es el gran problema
de Scioli, quien –en forma de goteo– vino perdiendo aprobación desde el día que
se proclamó a Zannini como su candidato a vicepresidente. Si hubiese competido
en las PASO contra un candidato kirchnerista, probablemente Scioli ya habría
sido electo presidente en primera vuelta.
Cuando Scioli salió a decir que va “a ser más Scioli que nunca”, reconoció
que se había apartado de aquello a lo que tenía acostumbrado al público. Por
ejemplo, se hizo más kirchnerista de lo que se lo suponía y cometió un error
estratégico sin retorno que podría costarle su carrera política. Probablemente
ahora sólo le quede acelerar en la misma dirección.
De los obsesivos se dice que cuando el objeto de deseo se hace realmente
posible, huyen. De allí la clásica frase psicoanalítica sobre “si se quiere lo
que se desea”. Habría dos tiempos del deseo, uno, el primero, cuando es fácil
sostenerlo mientras su realización no es de posible concreción, pero cuando
esto se hace factible, ahí el deseo es puesto a prueba, y no pocas veces quien
desea se sabotea, aunque no lo perciba.
Scioli parece desear tanto ser presidente que está dispuesto a cualquier
entrega para lograrlo y, al revés, Macri parece no estar dispuesto a ser
presidente de cualquier forma, y exhibe la displicencia de quien tiene todas
sus necesidades satisfechas. Pero habría que desconfiar de lo aparente (dicen
que reprime públicamente su ambición) y por lo menos registrar que ésa era la
postura de Macri mientras no creía que pudiera llegar a la presidencia, pero a
partir de percibir que era posible lograrlo, algo en él parece haber cambiado,
prescribiéndose su propio eslogan.
Cambiemos le habla al votante, es del orden del nosotros ciudadanos. No es
“cambio”, que sería un relato, algo más abstracto. Cambiemos también interpela
al propio Macri, al PRO, al radicalismo. Hay que reconocer que algo cambió en
la política argentina, y aunque Macri perdiese el ballottage, la derrota del
peronismo en la provincia de Buenos Aires y además en su conurbano es una señal
inequívoca de punto de inflexión generacional que rompió la hegemonía del PJ.
Ya en los años 60 Marshall McLuhan pronosticaba que “toda tecnología
gradualmente crea un ambiente humano totalmente nuevo”, y el profesor de
Hipertexto de la Universidad de París Pierre Lévy sostuvo en los 90 que cada
alteración de la forma de enunciación verbal modifica la manera de razonar (así
fue con el advenimiento de la escritura, que posibilitó la domesticación del
“pensamiento salvaje” descripto por Lévi-Strauss al comienzo de la civilización),
como lo hacen hoy las nuevas formas oral y escrita de producción y distribución
de conocimiento de las nuevas tecnologías.
Los miles de voluntarios que se anotaron para fiscalizar las elecciones y
la militancia cibernética rompen más con la ideología profesional (“salvaje”)
de hacer política a través de punteros, que con la ideología política de ser
derecha o izquierda.
Al ver que
era posible ser presidente, Macri incrementó su deseo. Y Scioli lo sabotea al
kirchnerizarse.
A Hugo Curto, el paradigma de los barones del Conurbano, que gobernó el
partido de Tres de Febrero ininterrumpidamente casi un cuarto de siglo, le ganó
un periodista primerizo en política como Diego Valenzuela. Quizás que Curto
esté cerca de cumplir 80 años y que Valenzuela tenga poco más de 40 sea más
significativo que ser PJ y no serlo. Valenzuela obtuvo en 2008 la beca
Eisenhower Fellowships, inspirada en el presidente norteamericano Dwight David
Eisenhower, a quien todos en su época conocían por su sobrenombre, “Ike”, que
originó uno de los eslóganes de campañas electorales más efectivos: “I like
Ike”.
Eisenhower compartió época con Perón; ocho décadas después, en este 2015 en
el que los millennials (los de menos de 35 años) ya no son el futuro sino el
presente, el “malestar en la cultura” es más generacional que ideológico.
Distintas formas de la antipolítica vienen ganando elecciones en todas partes
del mundo, lo que indica la tendencia hacia preferir lo nuevo. Hace un mes, un
comediante le ganó las elecciones presidenciales de Guatemala a una especie de
Cristina Kirchner, Sandra Torres Casanova, una política de larga trayectoria,
con maestría en Políticas Públicas, cuyo marido presidió Guatemala dos períodos
entre 2003 y 2012.
Gran desafío para Scioli: no lucha contra Macri, sino contra el tiempo,
como Curto o Aníbal Fernández, que no luchaban –solamente– contra Valenzuela o
Vidal, sino contra una época.
© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado el domingo 08/11/2015 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires.
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