No traicionarás…
Por qué es clave para Scioli rodearse de familiares y
amigos íntimos.
Está filmado: Perón explicándole a la cámara de Solanas y
Getino la centralidad de la traición en el ideario peronista. “Cuando aparece
un hombre de nuestro Movimiento que lucha contra otro hombre de nuestro
Movimiento puede ser lo que dice Mao (Tse-Tung), ‘que se haya pasado al bando
contrario’.
Pero generalmente defiende un interés, no un ideal,
porque el que defiende un ideal no puede tener controversias con otro que
defiende el mismo ideal. Es que en la política, además de los ideales, juegan
los intereses, desgraciadamente.” Aunque la cita maoísta denota un Perón
setentoso, la doctrina justicialista siempre giró en torno a la tragedia del
enemigo interno –y la tentación de los “intereses”– en un movimiento que
conmemora obsesivamente el Día de la Lealtad desde hace 70 años.
El dilema traición/lealtad es eterno, como un ritual de
pasaje que debe atravesar cada nuevo líder del peronismo. Ahora le toca a
Scioli, que ya fue purificado de las acusaciones de traidor por la jefa
saliente del Movimiento, Cristina Kirchner, quien ya garantizó, desde los
balcones interiores de la Rosada a su hinchada maravillosa, que Daniel no
traicionará la causa, incluso si quisiera hacerlo. Paradójico apoyo con aroma a
amenaza.
Consciente de que la traición es el destino maldito del que ejerce el poder, Scioli intenta blindarse con familiares y amigos de la familia. Pero como enseñó Shakespeare en toda su dramaturgia, los lazos familiares que se anudan en un trono resultan ser los más sangrientos. A mayor confianza, más peligro de que la traición sea catastrófica.
También sabían de esto los antiguos griegos, con la
lógica Aristotélica de que la amistad es la base de la “polis”, incluso antes
que la confianza en la Ley. A eso es lo que el vocabulario mafioso refiere como
“tener códigos”: dado que ser realmente poderoso es romper las reglas pudorosas
que atan a la mayoría de los mortales, hay que inventarse algún reglamento
privado para no quedar a la intemperie de la codicia salvaje de los íntimos. Un
código de última instancia. Con letras de sangre.
Hablando en criollo, la manía argentina de preferir
rodearse de familiares más que de funcionarios de excelencia delata la paranoia
de un sistema político cada vez más flojo de papeles. Tan flojo que cuesta
encontrar fuertes candidatos presidenciales con declaraciones juradas
verosímiles.
Y para eso está la familia: para sostener en el sótano el
andamiaje de intereses que no caben en ninguna ley escrita. Todo será “de
palabra”.
Hasta que la muerte los separe.
© Escrito por Silvio Santamarina y publicado por la Revista Noticias de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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