domingo, 19 de abril de 2015

El profesor de Obama… @dealgunamanera...

El profesor de Obama…

Mangabeira Unger: Ministro de Asuntos Estratégicos de Brasil, tanto de Lula en 2007 como de Dilma en 2015. Foto: Cedoc Perfil.

Análisis sobre el pensamiento del prestigioso académico Roberto Mangabeira Unger, respecto de la comparación entre Brasil y Argentina.

No todos los argentinos tienen conciencia de lo mucho que afecta a su vida cotidiana aquí lo que pasa en Brasil. Los economistas estiman que cada punto que crece o decrece Brasil modifica el crecimiento o decrecimiento económico de Argentina en 0,3 (en las exportaciones, cada 1% de crecimiento en Brasil equivale a 2,4% de nuestro crecimiento). Exageradamente: un tercio de nuestra suerte depende de la suerte de Brasil.

Eso desde lo cuantitativo, pero desde lo cualitativo es aún mayor porque compartimos la misma zona geopolítica (entre los dos países concentramos casi todo el océano Atlántico sudamericano) y geocultural (el 95% de la población de ambos países está compuesto por inmigrantes).

Eso ha hecho que muchos fenómenos sociales se produjeran en paralelo (aunque en Argentina siempre un poco más dramáticamente): Getulio Vargas-Perón, dictaduras militares, democracia, neoliberalismo y populismos. Se podría decir que el kirchnerismo no habría llegado tan lejos o quizás habría sido diferente sin el Partido de los Trabajadores gobernando Brasil desde 2003: Lula asume el 1º de enero de 2003 y Néstor Kirchner, cinco meses después.

Entender qué está pasando hoy en Brasil ayuda a comprender los desafíos y las amenazas del nuevo ciclo que está por comenzar sin un Kirchner en la presidencia por primera vez en doce años. Para explicarlo, Perfil eligió al intelectual de la política brasileña más reconocido internacionalmente, el filósofo Roberto Mangabeira Unger, miembro de la Academia Norteamericana de Artes y Ciencias, quien, siendo el más joven profesor de la Universidad de Harvard, fue docente de Obama cuando estudió allí paradójicamente la materia Democracia Realizada, sobre alternativas institucionales. Y el presidente de EE.UU. dijo públicamente que Mangabeira Unger había sido el mejor profesor que tuvo en Harvard.

También fue ministro de Asuntos Estratégicos de Lula, cargo al que volvió en este segundo mandato de Dilma a partir de que el Partido de los Trabajadores le entregó la conducción del gobierno al PMDB. Mangabeira Unger, además, fue fundador de este partido, al que pertenecen el actual vicepresidente del país, los presidentes de las cámaras de diputados y senadores, y que en los años 70 fue el partido de oposición a la dictadura militar.

Mangabeira Unger también tiene la suficiente distancia crítica de Brasil como para juzgar a su país con visión internacional y ser un buen traductor de localismo para los extranjeros, porque él mismo es un poco extranjero: su padre era norteamericano de origen alemán y su madre, brasileña; nació en Brasil cuando estaban de visita porque vivían en Estados Unidos, país donde Mangabeira Unger residió hasta los 11 años y recién volvió a su país cuando su madre enviudó.

Hizo el colegio secundario en Brasil y tras recibirse de abogado fue a realizar su posgrado a Harvard, donde quedó como profesor permanente. Mangabeira Unger cree que el Partido de los Trabajadores y el kirchnerismo fueron útiles para sacar de la pobreza a una parte significativa de quienes estaban en esa condición, apelando a incentivar el consumo con subsidios de distinto tipo, pero que la crisis actual es el resultado de sus incapacidades para superar el próximo desafío, que es convertir a esos consumidores en productores porque para lograrlo hacen falta cambios estructurales mucho más difíciles de generar que repartiendo dinero con subsidios. Lo que Mangabeira Unger denomina como pasar de democratizar la demanda a democratizar la oferta.

Otro análisis sistémico que comparten las políticas de Argentina y Brasil son nuestras dos grandes corrientes políticas históricas: el Partido de la Onda, aquel que reconoce el humor social de época como correlación de fuerzas imposible de modificar y, como no se puede quebrar la onda, la surfea; y el Partido del Mensaje, los liberales puros, los socialistas puros que vivieron siempre con la angustia de “por qué esto aquí no es como en Inglaterra o como en Francia”. Tanto en Brasil como en la Argentina, el partido dominante fue siempre el Partido de la Onda, que en nuestro país encontró en el peronismo su representación más acabada.

Mangabeira Unger es autor de frases célebres como: “Un progresista es siempre un conspirador contra el destino”. “La esperanza no es la causa de la acción sino su consecuencia”. “Hay que desilusionarse de la desilusión”. “Las elites de nuestros países no hacen ni política ni ideas, sino política de las ideas”. “Para tener grandeza primero hay que mostrar grandeza”. “Hacer de Brasil una Suecia tropical”. “Hacer de Argentina y Brasil un solo país”. “La tendencia mundial en el pensamiento político es una especie de hegelianismo de derecha”.

Cree que Brasil es lo más parecido a EE.UU.: tienen ambos la misma cantidad de territorio, fueron fundados en la misma época, con poblaciones construidas con inmigración europea y esclavos africanos, ambos son muy religiosos, los dos países tienen los ricos más ricos y los pobres más pobres, pero en los dos países la clase baja, a pesar de todas las desilusiones, sigue creyendo que en su país todo es posible: un negro como Obama o un obrero como Lula pueden llegar a presidente.

La diferencia es que los norteamericanos creen haber inventado un sistema institucional perfecto y quieren imponérselo a todo el mundo, y los brasileños, como los argentinos, importaron ese sistema pero descreen de él. Para Mangabeira Unger allí reside uno de los problemas centrales de nuestros países: el sistema presidencialista norteamericano le hace creer a la gente que el presidente puede cambiar todo, pero el sistema está diseñado para que no pueda cambiar casi nada.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 18/04/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

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