Bifurcación o integración...
Detrás del rol de la Presidenta, de su hijo Máximo y otros candidatos
posibles está la definición de la relación del poder K con el peronismo.
La Presidenta transmite señales de que espera tener un futuro en la
política nacional. Estos días también ha sido noticia la aparición mediática de
su hijo Máximo, quien hasta ahora parecía preferir un bajo perfil, aunque las
circunstancias llevaron a levantarlo, pero no por su propia iniciativa.
Todo eso es absolutamente esperable. Todos nuestros ex presidentes han
imaginado y buscado su permanencia en posiciones de protagonismo político.
Alfonsín inicialmente coqueteó con una reforma constitucional que finalmente
consiguió años después, en beneficio del presidente Menem.
Desde el llano, Alfonsín buscó incansablemente posiciones de influencia en
su partido y en la política nacional. Menem todavía es senador nacional, y
últimamente se ha oído hablar de sus supuestas aspiraciones a la gobernación de
su provincia. Duhalde insiste en buscar protagonismo aun cuando sus
posibilidades de influir son mínimas. La resistencia de los líderes políticos a
aceptar que su ciclo concluye es un dato casi constante de la política
argentina. ¿Por qué Cristina Fernández de Kirchner habría de ser diferente?
Es bastante claro en casos como los mencionados que los dirigentes que
buscaron permanecer en posiciones de poder no tomaron demasiado en cuenta sus
efectivas posibilidades de lograr la influencia que buscaban. Y tampoco
midieron las consecuencias negativas –aun desde la perspectiva de los intereses
de sus propios grupos políticos– que esas acciones podían acarrear. No hay
fundamento alguno para pensar que eso podría ser distinto ahora.
Otra cosa es preguntarse cómo la Presidenta traza la línea demarcatoria
entre el “nosotros” y los otros. La actividad política contiene siempre una
tensión que se agudiza cuando un liderazgo ha cumplido un ciclo: el líder tiende
a imaginar que su lugar seguirá siendo ése, el de líder o conductor, pero parte
de sus seguidores considera que el futuro de su grupo requiere que el liderazgo
sea renovado.
Los seguidores deben manejar esa difícil tensión entre, por un lado, su
percepción de lo que más conviene al grupo –y a sí mismos, por cierto, porque
cada uno está donde está movido por una combinación de aspiraciones colectivas
y aspiraciones personales–, y por otro lado, su lealtad al líder.
El peronismo ha contenido, desde sus orígenes, dos líneas contrapuestas:
una “verticalista”, otra “pluralista”. En el balance de sus 12 años de
protagonismo en la política nacional, los años de Néstor Kirchner dieron al
kirchnerismo el vigor de lo plural y los años de Cristina lo llevaron a la
consistencia de lo vertical. Aunque rara vez lo expresen abiertamente, muchos
cuadros de la primera y la segunda línea del actual gobierno provienen de un
peronismo con raíces históricas más diversas que el kirchnerismo, vieron la luz
antes que éste hiciera su aparición en la historia reciente. Hoy, la
candidatura de Scioli encarna a esa tradición plural; es una opción para
avanzar hacia la reabsorción del kirchnerismo en la tradición peronista.
El futuro que la Presidenta está persiguiendo ¿a quienes incluye, más allá
de su círculo más estrecho de seguidores? A veces actúa en nombre de lo que hoy
ella misma representa, a veces en nombre de una acepción más amplia de lo que
es el “kirchnerismo”, y a veces en nombre del peronismo, como quiera que se lo
defina. No está del todo claro si la entrada en escena de Máximo busca reforzar
el círculo estrecho o es más bien un camino para hacerlo parte de una corriente
más amplia que reinserte al kirchnerismo en el peronismo.
O, en otros términos, si se trata de un desafío a parte de la tropa que hoy
se siente cercana al Gobierno o es más bien un intento de sumarlo a ella, si va
a competir por un lugar al que aspiran peronistas de vieja data que hoy se
sienten parte del oficialismo o si va a integrarse a ellos y acompañarlos
respetando títulos y trayectorias.
Todo eso se expresa en el interrogante que muchos análisis expresan
diariamente. ¿Apoyará la Presidenta a Scioli si éste mantiene posibilidades
ciertas de ganar la elección presidencial, o preferirá más bien a un candidato
perdedor surgido de entre quienes carecen de un posicionamiento propio?
Disyuntiva. Se están configurando dos escenarios del futuro político
inmediato con respecto a la relación entre el actual kirchnerismo y el
tradicional peronismo: en un escenario se mantienen separados, en el otro
vuelven a integrarse.
Por otra parte, la política es siempre una mezcla de poder y de
representación. En la actual coyuntura, en el kirchnerismo Scioli es el más
acabado producto de la capacidad de representar. La candidatura de Recalde
–para tomar un caso opuesto– es un típico producto de la verticalidad, de
ejercicio del poder.
En esos términos, tal vez estemos en un buen momento: la representación,
como fenómeno espontáneo de la sociedad, está generando límites al ejercicio
del poder. Scioli es candidato, y representa a quienes representa –tanto a
votantes como a dirigentes a lo largo y ancho del país– por gravitación propia.
También Massa, a quien nadie ungió candidato haciendo uso del poder. También
Macri.
Y con Macri sucede algo más: con algo de asombro y bastante de curiosidad,
el público sigue estos días la saga de Gabriela Michetti, que desafía a su
líder con el capital de sus propios votos. Al menos en este momento, la
tradición argentina de candidatos seleccionados a dedo está siendo bastante
neutralizada. Habrá que ver, entonces, cuál es la suerte que correrán los que
se ganaron un lugar a la sombra del poder y de la militancia organizada, como La
Cámpora y su inspirador, Máximo.
Disponen de poder, pero en materia de acumular representación todavía no
han mostrado demasiado; pero es cierto que es temprano para llegar a una
conclusión.
Otra cosa es Cristina de Kirchner. Aunque se habla mucho de su poder y su
vocación verticalista, lo cierto es que ella se respalda tanto en sus recursos
y capacidades de ejercer el poder como en su bastante notable capacidad
representativa.
© Escrito por Manuel Mora
y Araujo, sociólogo, el sábado 004/04/2015 y publicado por el Diario Perfil de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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