Binner,
el que molestaba a todos…
Probablemente
viva un momento de profunda frustración. Quizás se le haya desvanecido el sueño
de devolverle institucionalidad a la Argentina. Hermes Binner bajó su
candidatura presidencial, pero deja una estela difícil de borrar. Una enorme
huella, en un país dónde es muy difícil dejarlas. En un país donde arrecia el
oportunismo y la falta de identidad ideológica.
La
noticia no sorprendió casi a nadie. Era de esperar, en cualquier momento, que
Hermes Binner anunciara la caída de su candidatura. Con la excepción del GEN y
Libres del Sur; el FAP-UNEN fue desguazado por los oportunistas y
especuladores. Aquella foto de los radicales comprometidos con un espacio
socialdemócrata, se volvió borrosa. Nadie respetó su palabra. Salvo él,
Margarita Stolbizer y algunos pocos más. Los demás corrieron hacia donde les
convenía. No al país, sino a ellos.
¿Era
imposible un acuerdo de Centro-Izquierda? Era difícil. Entre dos fuegos, el de
un gobierno que dice sostener las mismas banderas sociales y los sectores
conservadores que se encargaron de dinamitarlo, es muy difícil. Al menos en el
corto plazo. Mientras dure esta inconsistencia general. Mientras los dirigentes
piensen en sus destinos particulares antes que en el destino del país.
¿Podía
Binner sumarse a la carroza del “Gran acuerdo nacional”, que ahora pregonan
cual “Lilitos”, la UCR y con el que coqueteó hasta el mismísimo Pino Solanas?
Podía, pero hubiera dejado jirones de un compromiso que lo caracteriza desde
hace décadas y que le permitió a Rosario y luego a la provincia de Santa Fe, tener los primeros gobiernos
socialistas de la historia.
Binner
fue literalmente ninguneado por la prensa nacional y en su defecto, destrozado
por los “analistas”. Su figura, con todas las debilidades que le quepan,
molesta: Molesta al discurso K, porque “confunde”, y molesta al proyecto
conservador de Mauricio Macri, Clarin y cia, porque “divide”.
La balas
no solamente estaban hiriendo su figura y su candidatura. No. Las balas
empezaron a dinamitar la construcción progresista santafesina, que en el último
año sufrió, amén de sus propios errores, operaciones de la SIDE intentando
vincular a familiares de Binner con
delitos espantosos como el robo de Bebes, pasando por una inescrupulosa
selección e imputación selectiva de los problemas de inseguridad y narcotráfico
a su ciudad y a su provincia.
Desde
hace dos años, la provincia de Santa Fe y su gestión afrontan ataques
desmesurados. Por izquierda y por derecha. El ejemplo más claro ocurrió esta
semana en la capital provincial: Podian
elegir cualquiera de las provincias víctimas de las lluvias y las inundaciones.
Podian ocuparse de Córdoba, en cuyo drama quedaron al menos diez vidas en el
camino, o Tucumán que tiene pueblos aislados, o Santiago del Estero, que
soporta además de la peor pobreza, una creciente de los ríos que compromete
seriamente a buena parte de la población.
Pero no. Eligieron Santa Fe. Una
ciudad en la que efectivamente hay problemas, pero que son apenas un 10 % de
los que supo tener en tiempos de gobiernos conservadores. Porque se hicieron
obras. Porque se invirtió. Sin embargo, las cámaras nacionales ( las de TN
respondiendo a los intereses de Macri, las de C5N respondiendo a las
necesidades gubernamentales) eligieron Santa Fe y atacar a la gestión, sin
reparar en las diferencias sustanciales entre aquellas inundaciones y esta.
Del
mismo modo eligen Rosario para contar muertos, sin hablar del tendal de
victimas diarias que deja la violencia y el narcotráfico en CABA y el Gran Buenos Aires, sin dar números de muertos
en las provincias del noroeste, donde
mueren a diario personas a causa de la violencia y del abandono de los gobiernos
feudales.
Los
diarios y los canales de noticias nacionales eligen Santa Fe cuando se trata de
hablar de narcotráfico. Pero eluden hablar de la cantidad de policías detenidos
y procesados por el tema en la provincia, eluden mencionar (y a Berni me
remito) que los Jefes de los principales grupos Narcos mexicanos y colombianos,
se alojan en las “seguras” tierras de Sergio Massa, o que las oficinas de las “Empresas fantasmas”
con las que se ocultan y blanquean los dineros del negocio narco, atienden en
las cómodas y refrigeradas oficinas de Puerto Madero.
No hay
un solo titular nacional que hable sobre la inversión pública en Educación en
Santa Fe. Nadie dijo que la provincia hizo la mejor oferta salarial de la
Argentina, nadie habla de la salud pública santafesina, del Plan Abre, de los 4
mil pibes que volvieron a estudiar buscados casa por casa por Asistentes
Sociales, ningún programa especial habla de la calidad institucional de la
Provincia, donde se gobierna con Cámaras opositoras, dónde no hay rastros de
ninguna clase de avance sobre la independencia de los poderes. Nadie habla de
los siete años sin denuncias de corrupción. Y si las hubo, que sus
protagonistas ya no ocupan los cargos. Que nadie los ocultó ni los protegió de
la actuación judicial.
Y habrá
que decirlo sin vueltas: lo hacen porque gobierna Bonfatti, porque gobierna el
Frente Progresista, porque no son funcionales a ninguno de los dos grupos
gruesos que se disputan el poder en el país, y el emblema de esa construcción
incómoda, se llama Hermes Binner.
Es
probable que ayer hayan sonado algunas bocinas de felicidad en ciertos
despachos. Las tapas de los diarios oficialistas celebran la decisión de Binner
y aprovechan para burlarse en los chistes de tapa. La radio opositora por
naturaleza también descorchó con chistes el anuncio. Un gangoso periodista
intentó explicar en su confusa diatriba que el país, se había sacado un
obstáculo de encima.
En eso
coinciden los dos grupos y esa debería ser la regla para medir la importancia
que tenía en la Argentina la construcción de una alternativa que no respondiera
ni al esquema populista del saqueo y la discrecionalidad Kirchnerista; ni al
retorno de las viejas prácticas conservadoras que sólo vienen por el ajuste y
la profundización de las diferencias sociales.
En el
medio existe algo, que representa a una gran parte de los argentinos, pero que
por ahora, no está en condiciones de ser fortalecida. No porque no se crea en
ello, sino porque no les conviene a los que se disputan la parte grande de la
torta.
Allí van
los radicales ofreciéndose al mejor postor. Diluyendo lo poco que les queda de
historia y dignidad, abrazándose a quien les ofrezca más cargos en los futuros
gabinetes. Da lo mismo si Macri o Massa. Lo importante son los empleos.
Allí van
Lilita y sus delirios, creyendo que con los viejos cómplices del vaciamiento
Menemista, con criminales inundadores como Carlos Reutemann o con payasos
ignorantes de la gestión como Torres del Sel, serán capaces de construir “una
nación decente”.
Enfrente,
sólo queda la alternativa que hace muchos años empezó a construir Hermes Binner
en la provincia de Santa Fe. Y Hermes, una vez más, bajará a defenderla. Con o
sin candidaturas. Poniéndole el cuerpo a los que ya anunciaron su deseo de
retorno al poder: Los que dejaron a la provincia sin banco, los que fusilaron a
Pocho Lepratti en diciembre de 2001, los que saquearon al estado. Los que se
jactan de no haber emitido cuasimonedas, mientras sembraron los peores
indicadores de pobreza y desocupación que jamás haya tenido la provincia de
Santa Fe. Los que les dieron a la educación los más bajos presupuestos que se
recuerden. Los que fortalecieron al sistema privado de salud, destrozando a los
hospitales públicos. Los que prefirieron “ahorrar” para que las cuentas les
cerraran a pedido de los organismos internacionales, mientras dejaban defensas
hídricas sin hacer, para que luego se inundaran 130 mil santafesinos, murieran
más de 100, y muchos miles jamás hayan vuelto a dormir en paz.
Esas son
las razones que lo obligaron a Binner a desistir de su intento.
Quizás
en los próximos años sea posible. Mientras tanto, habrá que defender lo que
queda en pie. Insistir con que se puede tener coincidencias y diferencias con el gobierno nacional, sin
ser cómplices de sus delitos, ni enemigos de los planes progresistas. Y para
que entiendan aquellos que se empecinan en acusar a Hermes Binner de ser
“blando” y “débil”, que la “derecha”, como gustan decir sin matices, se encargó
de sacarlo de la cancha.
Que no
sea en vano. Como nada de lo que Hermes Binner supo construir a lo largo de las
últimas dos décadas.
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