¿Estamos en el límite?...
La muerte de Nisman expone, una vez más, el rostro del fracaso argentino.
La noticia conmocionó al país. La muerte del fiscal Alberto Nisman es una
tragedia en el plano personal; además cayó como una bomba para toda la
Argentina. No es necesario prejuzgar sobre las causas de esa muerte para
concluir que este nuevo capítulo de la saga AMIA desnuda uno de los núcleos más
complicados de nuestra sociedad, esa irreductible capacidad de impedir siempre
la resolución de los problemas. La muerte de Nisman expone, una vez más, el
rostro del fracaso argentino. El caso AMIA en sí mismo es un exponente de ese
fracaso.
Es habitual en situaciones como éstas preguntarse quién gana y quién
pierde. Ante todo, perdemos todos los argentinos. Perdemos por vernos superados
por los hechos, perdemos por no poder esclarecer lo que nos sucede, perdemos
porque la sociedad toda pierde confianza en sí misma, perdemos porque el mundo
nos pierde confianza.
En el cortísimo plazo, el gobierno posiblemente pague un precio; en verdad,
este gobierno, ducho en fabricar errores no forzados, ha hecho de Irán una
fuente inagotable de problemas para sí mismo, desaprovechando la oportunidad de
capitalizar políticamente la falta de resultados de los gobiernos que lo
precedieron en el esclarecimiento del atentado contra la AMIA. Pero este
posible balance de cortísimo plazo, principalmente electoral, dependerá de la
habilidad con que tanto el gobierno como los dirigentes opositores respondan a
este nuevo desafío. Ni unos ni otros pueden darse el lujo de esperar para
informarse más acerca de las expectativas de la gente; deben producir
respuestas y es difícil anticipar cuáles resultarán acertadas y cuáles no.
Hoy podemos conjeturar, a tientas, que esas expectativas sociales oscilan
entre el desconcierto, la indignación y el temor. Esta no es una historia como
las de la mafia siciliana, que por horribles que resulten terminan diluyéndose
en las aguas más complejas y diversas de la vida; esto está más cerca -o al
menos así lo parece hoy- al crimen de Aldo Moro o el de John Kennedy, hechos
que sacuden violentamente a un país y ponen en evidencia la oscura trama de los
entretelones de la política.
Muchas voces de periodistas, de políticos y de gente de la calle eligen
repartir culpas y decretar sentencias apresuradamente. Esperable y
comprensible, pero inconducente. También hay muchas otras voces más serenas
-tanto desde el oficialismo como desde la oposición- que abogan por blanquear
por lo menos todo lo que ya se sabe y no ha sido transparentado en el caso AMIA
y piden la continuidad de la investigación en condiciones razonables de no
interferencia política.
¿Estamos en el límite?
Por lo menos, estamos ante una oportunidad para reaccionar. Esperar que a partir de la muerte de Alberto Nisman se abra una nueva etapa política en el país suena a mucho pedir. Pero un pasito en esa dirección es ni más ni menos lo que millones de argentinos están esperando.
Por lo menos, estamos ante una oportunidad para reaccionar. Esperar que a partir de la muerte de Alberto Nisman se abra una nueva etapa política en el país suena a mucho pedir. Pero un pasito en esa dirección es ni más ni menos lo que millones de argentinos están esperando.
© Escrito por Manuel Mora y Araujo, Sociólogo, el lunes 19/01/2015 y
publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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