Argentísimos…
Brito y Grondona: con una bandera comunista y
con sus anillos durante los reportajes de PERFIL. Foto: Cedoc Perfil
La
muerte de Julio Grondona el mismo día en que emergía
Jorge Brito como el superbanquero que iba a salvar a la Argentina del default,
para dos días después ser execrado por cadena nacional, me hizo asociarlos por
sus continuos avatares divididos entre el aplauso y el insulto a lo largo de 35
años.
Los dos, Grondona y Brito,
acumularon más de tres décadas haciendo lo mismo: presidir la AFA y crear el
mayor banco privado del país. Los dos comenzaron esa tarea durante la dictadura
militar y se adaptaron a los varios presidentes democráticos posteriores. Los
dos, con dificultades de dicción; difícil entender sus palabras. Y los dos tuvieron
mucho éxito en un país que durante esos mismos 35 años no ha parado de decaer.
La trascendencia pública de Grondona y de Brito no habla sólo de ellos. Habla
de la Argentina.
El propio Brito, en el largo
reportaje que le hice en 2007 para este diario, dijo que si hubiera nacido en
Japón no habría tenido éxito. Y que no envió a estudiar a sus hijos a las
grandes universidades del primer mundo porque lo que se enseña allí no sirve
tanto para la Argentina.
“Yo creo en las relaciones
personales”, dijo
Brito en aquel reportaje, imprescindible para entender quién es el dueño
del Macro (quizás hoy no se abriría de esa manera) y cómo nació el mayor banco
argentino.
Por ejemplo, que el nombre
del primer Macro surgió de la combinación de letras de la frase “Muy
Agradecidos Con Rodrigo”, por el ministro del Rodrigazo que licuó pagos con una
maxidevaluación.
También pinta integralmente a
Grondona el reportaje largo de este
diario que se hizo en el momento en que acordó con el kirchnerismo Fútbol para
Todos.
Buscando seducir, Grondona
comenzó la entrevista diciendo que venía acompañado de su abogado porque “como
usted es el Maradona de los periodistas y éste es un tema tan delicado, quiero
poder consultarlo si no recuerdo algún dato”. Además, trajo una camiseta de la
selección argentina de regalo para que se la hiciera llegar al director de
Editorial Perfil en Brasil, Edgardo Martolio –uno de los periodistas que más lo
defendieron–, y que le transmitiera a Lanata, por entonces panoramista de
Perfil los domingos, que como no quería dejar de leerlo, le pedía
encarecidamente que dejara de fumar porque, si seguía así, le quedaría poca
vida.
En cinco minutos, Grondona ya
había marcado la cancha instalando su estilo patriarcal. Ser reelecto durante
35 años para conducir una actividad de altísima visibilidad y poder,
prácticamente sin oposición, o crear de cero el mayor banco privado nacional
(“empecé en 1976 con 5 mil dólares que me prestó mi madre”) no se puede hacer
en cualquier país. Son necesarias condiciones de contexto especiales aun para
que personas con determinadas capacidades puedan alcanzar destacarse de esa
forma. Y probablemente ambos sean los exponentes de un modelo personalista
eficaz para décadas de tantas turbulencias, y las antípodas de lo que se enseña
en escuelas de gestión como Harvard Business School.
Grondona y Brito simbolizan
la misma relación con la ilustración. En su reportaje, Grondona se refirió a
algunos políticos que no podían ser líderes porque “al tener mucha
intelectualidad, es muy difícil ser caudillo. Yo creo que el caudillo debe
tener más intuición que inteligencia (...); si se la pasa tanto leyendo, no
puede estar en la calle”. Y Brito, continuando el tema de la educación de sus
hijos, dijo que teniendo diez buenos gerentes, prefería que ellos les enseñaran
a que sus hijos realizaran un máster en el exterior. Los hechos parecen darle
la razón: su hijo, siendo muy joven, ya logró ser vicepresidente primero de
River.
Grondona se jactaba de no
saber inglés pero de “hablar muy bien el idioma del fútbol”. La diferencia
generacional entre ambos es grande, y ya en aquel reportaje a Grondona aparecía
su idea recurrente de la muerte: dos veces definió el éxito como un velorio
lleno de gente. Con ese termómetro de vida se consideraría muy exitoso si
pudiera ver la cantidad de gente que fue al suyo, extendido a dos días en una
época en que los velatorios cierran a la noche. Y evidenció su obsesión con el
paso del tiempo mostrando a cámara no sólo su anillo, muy conocido por la
leyenda “Todo pasa”, sino también otro anillo que lleva inscripto “Todo llega”
(ver foto).
Brito tampoco fue pudoroso
para las fotografías: posó con una bandera del Partido Comunista de la ex URSS
con el rostro de Lenin (ver foto). Es que, fieles arquetipos de la
argentinidad, los dos representan transgresión con conservadurismo y supieron
acomodarse al poder de turno y también enfrentar riesgos.
La dificultad como gran
motivador es otro denominador común: Brito sufrió la pérdida del padre muy
chico, y Grondona, cuando recién comenzaba a ser un adulto. Algún grado de
dificultad puede templar el carácter: una estadística muestra que entre quienes
llegaron a presidentes de Estados Unidos hay un promedio mayor que la media de
personas que padecieron alguna carencia emocional. La propia Cristina Kirchner
confirmaría esa tendencia en lo que hace a su relación con el padre.
Es que Grondona y Brito, cada
uno en su dimensión, reflejan un país que lleva décadas de retroceso y donde,
para destacarse, hacen falta personalidades muy especiales.
El pasaje de Brito del cielo
al infierno en sólo un día, de ser visto como “el San Martín financiero” el
jueves a ser vendedor de espejos de colores el viernes no indica sólo cómo es
Brito. También explica cómo es Cristina Kirchner y cómo ella es emergente de
una sociedad que lleva años viviendo en una montaña rusa y de la que no es
casual que Maradona sea el más querido representante, además de ser la capital
mundial del psicoanálisis.
©
Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado el Viernes 01/08/2014 en el Diario
Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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