Grito en el
cielo…
¿CFK apretó a
la Iiglesia? Tras un duro documento, por
qué el Episcopado se dio vuelta. El rol del Papa. Tedéum en riesgo.
Tanto el peronismo como la
Iglesia están marcados en su historia por la relación amor-odio. Hay puntos
extremos, como la quema de iglesias en junio de 1955 o las tres audiencias que
Francisco le concedió a Cristina y su obsesivo reclamo para que cuiden a la
Presidenta. El humanismo cristiano, la doctrina social, la disciplina vertical,
la lucha por el poder, la opción por los pobres y cierto anticomunismo de
subsistencia, constituyen la medianera conceptual que comparten. No sería una
herejía entonces subrayar que hoy muchos peronistas de todos los palos
peregrinan al Vaticano para sacarse una foto con el Papa como antes lo hacían a
Puerta de Hierro a la pesca de un encuentro con Perón. Todos lo han hecho.
Desde la presunta izquierda
de Juan Cabandié y Estela Carlotto hasta la derecha pesada y comprometida con
la dictadura de Gerardo Martínez. Una selfie con Francisco no se le niega a
nadie.
El propio Papa se forjó en la
fragua juvenil del peronismo ortodoxo de Guardia de Hierro y, en los últimos
días, recordó aquellos años al darle un lugar de gran visibilidad a Juan
Grabois, hijo de Pajarito, quien fuera dirigente de aquella organización de
cuadros blindados.
En la década fracturada, los
Kirchner evidenciaron su doble discurso. Reivindican en el relato a los curas
villeros que contienen a los pobres, pero en la realidad, como no reconocen la
existencia de pobres en su gobierno, les molesta que los sacerdotes iluminen
los lugares de mayor marginalidad y exclusión social que ni Néstor ni Cristina
pudieron solucionar. Entonces intentan ocultar lo que la Iglesia está obligada
a denunciar.
Cada vez que el cardenal
Jorge Bergoglio se refería a su principal preocupación que es la exclusión
social, a Néstor le daba un ataque de furia. Combatió a Bergoglio con todas sus
armas. Lo castigó sacando el Tedéum de la Catedral y con la excusa de hacerlo
más federal lo llevó al interior.
Calificó al cardenal como
opositor y en un derrape llegó a decir que el diablo también usaba sotana.
Cristina, más cristiana, mantuvo esa lucha contra Bergoglio, incluso hasta un
día después de que fuera designado Papa. Pero el pragmatismo y el consejo de
Rafael Correa, presidente de Ecuador y fervoroso creyente, le hicieron cambiar
de opinión. El Papa puso la otra mejilla y transformó la relación de odio en un
amor casi celestial e insólito. Nadie trató tan bien y con tanta deferencia a
la Presidenta como Francisco. A los opositores del Gobierno, el Sumo Pontífice
les dice que quiere custodiar la paz social y que no haya turbulencias hasta la
entrega del poder en el 2015. A los oficialistas les recuerda sus dedos en ve
de otrora y retoma conceptos como “la patria grande” o la descalificación del
neoliberalismo desalmado y consumista que multiplica la pobreza.
El pastor sabe que su rebaño
es multitudinario y a escala planetaria. No quiere perder ninguna oveja y eso
le hace brotar sus dotes de conductor político. El gran problema del Papa es
que Cristina es millonaria, milita en unidades básicas contradictorias como las
de Puerto Madero y Louis Vuitton y que, encima, está salpicada por graves
causas de megacorrupción. Y como si esto fuera poco, Bergoglio sabe –lo sufrió
en carne propia– que la intolerancia K no permite crítica si se quiere
permanecer a su lado y en buenas relaciones.
De hecho, en los dos últimos
documentos de los obispos argentinos, cargados de frases textuales del Papa,
como que “la corrupción es un cáncer social”, debieron ser explicados y
minimizados ante la Presidenta en reuniones posteriores.
Cristina puso el grito en el
cielo con el diagnóstico de que “la sociedad está enferma de violencia”. ¿Está
ella muy susceptible o el Episcopado demasiado flexible? Es más grave todavía:
el Gobierno hace con la Iglesia lo mismo que hizo con todas las instituciones,
fracturarlas entre amigos y enemigos. Buscan cuáles son los obispos gorilas
para mandarlos al infierno y ponen en un altar a los “compañeros”, como el
arzobispo Víctor Manuel Fernández, un intelectual de fuste que participó
activamente en la redacción del documento de Aparecida, que es una suerte de
hoja de ruta del Papa. Tucho, como le dicen al rector de la UCA, escribió una
columna en Página/12 que no se puede dejar de leer para comprender los nuevos
posicionamientos. Allí, repite apenas con un poco más de elegancia el discurso
K anti Clarín: responsabiliza a los medios de mala praxis. El arzobispo es una
figura rutilante, de perfil bajo pero de gran proyección, que reza para que
Julián Domínguez sea el candidato bendecido por CFK.
Lo más grave, como siempre es
la interpretación de la violencia política. Carlotto reaccionó diciendo que la
Iglesia no había hablado cuando se secuestraba gente. Tiene razón la presidenta
de Abuelas, la jerarquía calló durante el terrorismo de Estado, igual que los
Kirchner. Cuando Cristina les ordenó a los muchachos de La Cámpora que salieran
al cruce del documento eclesial, casi como un formulario repitieron que la
sociedad estuvo enferma de violencia en el ‘55, ‘76, ‘89 y 2001. Curioso sesgo
y olvido de 1974, precisamente el año en el que el peronismo asesinó a dos peronistas
íntimos de Perón como Rucci y el cura Mugica. Montoneros y la Triple A
dirimieron sus diferencias en plena democracia arrojándose cadáveres.
¿La Presidenta habrá quedado
satisfecha con las disculpas que le ofrecieron monseñor Arancedo y compañía, o
seguirá con ganas de suspender el Tedéum del 25 y castigar al cardenal Mario
Poli por el pecado de criticarla? Voceros obispales quedaron descolocados
frente al retroceso del Episcopado. ¿Se puede calificar de apriete lo que hizo
el Gobierno con la Iglesia? ¿El “vamos por todo” los incluye? ¿Cuidar a
Cristina es autocensurarse?
Dijeron que el principal
responsable de la violencia es el Gobierno, pero luego rectificaron porque el
texto “era un llamado a toda la dirigencia”. ¿Qué nivel de consultas tuvieron
con el Papa? Hay muchas dudas menos una. Por ahora, Cristina sigue firme en su
camino: a Dios rogando y con el mazo dando.
©
Escrito por Alfredo Leuco el Sábado 17/05/2014 y publicado por el Diario Perfil
de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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