Ideología de la jodita...
El encuentro entre Scioli y Tinelli para disputar un
partido de fútsal profundiza la banalización de la política por medio de la
farándula.
Chato. A la altura del zócalo. Vacío total. Una camiseta color
naranja. Una actividad periodisticamente “cubierta” con recursos de los
contribuyentes de la provincia de Buenos Aires. La sonrisa inmaculada de
Daniel Scioli al lado del perenne Marcelo Tinelli. Esto describe de manera
patética, pero veraz, el momento de la política argentina.
Se ha llegado a un punto
tal de que los comentaristas de los grandes diarios terminan haciéndole
reportajes a Fátima Flórez, para preguntarle ¡a ella! cómo ve la situación,
quién va a ser candidato, cómo se favorece o se perjudica a un candidato.
Una vez más, la
Argentina, no solo la política, pero en gran medida la política, vuelve a poner
en evidencia las lacras de su vaciamiento conceptual,patentizado en que
durante el largo fin de semana la tarea de opinadores e intérpretes de
encuestas haya sido determinar hasta qué punto la presencia de Tinelli lo
favorece, o de qué manera las posibilidades de Sergio Massa se ven afectadas
porque Tinelli habría consumado un pacto con Scioli. Se trata de una
constatación de que nos fuimos bastante más lejos de la banquina.
En términos de proceso
de toma de decisiones y elaboración de los caminos que nuestro país debe
recorrer de aquí en más, estamos “en el pasto”, y hay que decirlo con toda
claridad. Mi juicio no es producto de la soberbia intelectual.Nunca le pediría ni a Scioli ni a
Massa un debate en torno de las grandes corrientes ideológicas contemporáneas;
no lo pueden hacer, no lo sabrían hacer, no lo hicieron, nunca lo harán.
Si en algo se parecen
Scioli y Massa es que son dos criaturas del poder, para el poder, desde el
poder y en el poder. No importa quién sea presidente. No importa qué facción
del justicialismo gobierne. Por eso se producen las indefiniciones, que
intentan compensar con alguna que otra operación mediática, como por ejemplo la
del plebiscito sobre el Código Penal que intentó Massa. Pero la escena de Villa
La Ñata, la quinta-estadio-casa de Scioli, es de pobreza tan lamentable que uno
no puede menos que deprimirse al advertir que éste es el cenáculo, el espacio
donde se dirimen las perspectivas de 2015.
En el acuerdo o convergencia
de Tinelli con Scioli no hay de por medio una preocupación noble y virtuosa en
torno de los destinos del país. De ninguna manera. En el caso del
conductor de televisión, es la revancha porque desde la Casa Rosada amagaron la
posibilidad de que entrase en el aparato del futbol estatizado y se terminó
frustrando. En consecuencia, su venganza será eterna.
Esta combinación de
deportes (siempre es con partidos de fútbol, en honor al mejor machismo
argentino), medios de comunicación y farandulización permanente aparece ahora
mismo como reiteración terrible de un camino que ya ha recorrido la Argentina.
Hace ya doce, trece años, quien les habla, comenzó a utilizar la palabra “tinellización”, no
por particular encono contra una persona exitosa, el empresario Tinelli, sino
porque al tinellizarse la
sociedad se devaluó, bastardeó y prostituyó la entera arquitectura de nuestra
vida civil. Lo importante era saber quién era la esposa, cómo se llamaban las
hijas, si se iba a sacar o dejar la barba, cuál sería su nuevo tatuaje, hasta
donde le cortaría las polleritas a sus bailarinas.
Los políticos
argentinos, no solo no han cambiado, sino que duplican y triplican la apuesta;
no hay que olvidar que Tinelli se prestó de suma gana a ir a la Casa de
Gobierno durante la presidencia de Néstor Kirchner para, de la mano de Alberto
Fernández, a hacer una grabación intentando ridiculizar al abortado gobierno de
la Alianza, del que –por cierto- formaron parte muchos de los hoy principales
colaboradores de Cristina Kirchner.
Pero no fue la primera
vez. Ya antes de Kirchner, Tinelli había mostrado un acercamiento bastante
íntimo con el régimen menemista. Esta estrategia de reclutamiento de
celebridades no importa tanto por esas celebridades en sí mismas, que viven de
esto, son gente que permanentemente se retratan, viven de “selfie” en “selfie”;
exponiendo, incluso, a criaturas recién nacidas para que sean fotografiadas
urbi et orbi. Ellos son eso: la celebridad permanente. El ruido. La notoriedad.
Estamos y existimos mientras nos fotografiamos y nos publican nuestras
imágenes.
Lo grave es la política.
Lo grave es las cosas que se dicen. Hay un tuit del propio Scioli, realmente
impresionante, cuando está esperando en Villa La Ñata a la banda de Tinelli y
lo desafía: “@cuervotinelli ya empezó el baile, hoy día de inferiores, La Ñata
le ganó a San Lorenzo en la 4ª, la 5ª, la 8ª, y le sacó el invicto en la 3ª”.
Este muchachismo,
como me gusta llamarlo, este clima de “manteada”
adolescente en hombres que han superado largamente los 50 años, revela la edad
emocional de nuestros dirigentes políticos actuales.
Por su lado, si Massa no
participa de esto es porque no ha podido, pero bien que le gustaría: ya de
hecho se fotografió con Tinelli para promover ShowMatch. El problema no es
Tinelli, ni siquiera Massa, y mucho menos Scioli. Todos ellos hacen su juego,
un juego que conocemos. Es, sobre todo, el clima de fiesta permanente. Por
ejemplo: en el partido este al que fue Tinelli, ¿se conversó y discutió por qué
este viernes 2 de mayo fue feriado? ¿Por qué una provincia de Buenos Aires
agredida por casi tres semanas sin clases por la huelga docente, en lugar de
aprovechar la posibilidad de trabajar ese 2 de mayo, se lo tomó como feriado?
No lo hicieron porque ésa es, en esencia, la mentalidad oficial prevaleciente,
dentro y fuera del kirchnerismo.
No hay grandes
diferencias entre la Casa Rosada, la intendencia de Tigre y la Gobernación de
la provincia de Buenos Aires. Pareciera que comulgan un credo más o menos
parecido: vivir en estado de fiesta. Mucha sonrisa, muchos dientes blancos
inmaculados, muchas celebridades; una chatura desesperante. La fiesta
permanente.
Todo en desmedro, ya no digo de la posibilidad real, sino
siquiera de aproximarse a un horizonte, en donde sin solemnidad y con seriedad,
abocarse a las cuestiones dramáticas de un país con pobreza, inflación, gente
sin vivienda, chicos que cada vez saben menos. De nada de esto se habla.
Lo importante es el
partido de futsal, la sonrisa inmaculada de los dirigentes y el “dale que va”.
Esta es la concepción de esta política. Para usar el lenguaje castellano de
Marcelo Tinelli – la política como una “jodita” permanente.
© Escrito por Pepe Eliaschev el Martes 06/05/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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