El cuervo Milani...
El Gobierno Nacional busca
comprometer ideológicamente a las Fuerzas Armadas, otorgándole tareas que nada
tienen que ver con sus verdaderas responsabilidades. Para encarar y comprender
el núcleo de este editorial, es imprescindible hacer un poco de historia.
Pepe Eliaschev.
El 25 de mayo de 1973 asumió la
presidencia de la Nación el doctor Héctor Cámpora, acompañado, como
vicepresidente, del doctor Vicente Solano Lima. La muchedumbre en la
Plaza de Mayo coreaba “¡Cámpora al gobierno, Perón al poder!”. Concluía
ese día, cuando el teniente general Alejandro Agustín Lanusse impuso
sobre el pecho del doctor Cámpora las atribuciones formales del poder
presidencial, una dictadura que se había iniciado el 28 de junio de
1966, cuando las Fuerzas Armadas, asociadas y aliadas al movimiento
sindical peronista, derrocaron al gobierno constitucional del presidente
Arturo U. Illia. Siete años de dictadura quedaron atrás. “¡Se van, se
van, y nunca volverán!”, gritaban los Montoneros y otros grupos
políticos aquel 25 de mayo de 1973.
A poco andar, semanas más tarde, se
anunció el desarrollo de un “Operativo Dorrego”, una iniciativa
político-militar pergeñada entre Montoneros y el Ejército Argentino, que
en aquel momento, en la región de la provincia de Buenos Aires,
encabezaba el general Albano Harguindeguy. Ese “operativo” en varias
localidades de la provincia de Buenos Aires que había sufrido
inundaciones, constituyó una gestión asociada entre la Juventud
Peronista conducida por Montoneros, y el Ejército, que acababa de
retirarse del poder.
La historia que sigue a esto se conoce:
cayó el gobierno de Cámpora el 19 de julio de ese mismo año, menos de
tres meses después de asumir y el dominio del poder pasó a la familia
López Rega. En septiembre, un voto plebiscitario llevo a la Casa Rosada a
Juan Domingo Perón, quien habría de fallecer el º1 de julio de 1974. Se
están por cumplir exactamente 40 años de la muerte de Perón.
El “Operativo Dorrego” duró unas pocas
semanas y rápidamente se disolvió. La peregrina idea de que la Juventud
Peronista podía penetrar las filas de las Fuerzas Armadas con un
operativo de “reconstrucción social” se desmaterializó en el aire.
Un signo del atraso formidable de la Argentina es que algo similar a ese Operativo Dorrego regresa al país, 41 años más tarde: acaba de presentarse en dos villas de la zona metropolitana el primer capítulo de este nuevo “operativo” que comanda La Cámpora, con Andrés "El Cuervo" Larroque a la cabeza, en sociedad con el general César Milani y con la señora Hebe de Bonafini. Han tomado como escenario, como un ejemplo práctico, una villa porteña llamada La Carbonilla y otra de Florencio Varela. Son situaciones en las que el Ejército pone muy poco en términos efectivos y tangibles, pero mucho en términos simbólicos.
En el caso de la villa La Carbonilla de la
Paternal, son 19 soldados, una máquina retroexcavadora, picos, palas.
Su proyecto es abrir calles, limpiar el terreno, un poco de obras
sanitarias y cloacas. Los soldados trabajan ocho horas por día, de 8 a
15, y tienen absolutamente prohibido meterse en cuestiones de seguridad,
porque la ley argentina así lo establece, las Fuerzas Armadas no pueden
afrontar tareas policiales.
¿Cuál es el pensamiento estratégico de la
Secretaría de Coordinación Militar de Asistencia en Emergencias, del
Ministerio de Defensa, cuyo titular es Agustín Rossi? ¿Cuál es, sobre
todo, la estrategia de la Comisión Nacional de Tierras, encabezada por
Rubén Pascolini, un hombre muy cercano a Luis D'Elía? ¿De qué se trata? ¿Es
que acaso el Estado argentino reconoce ahora su impotencia, su
inutilidad, su esterilidad, su negligencia, su falta de posibilidades
reales de hacerse cargo de situaciones en las que se requieren obras
civiles? ¿Por qué el Gobierno militariza tareas de promoción social,
once años después de haber asumido el poder? ¿Qué es lo que no está
funcionando en este país? ¿No funciona el Ministerio de Desarrollo
Social? ¿No funciona el Ministerio de Salud? ¿No funciona el Ministerio
de Educación?
Recurrir a las tropas uniformadas, aun cuando no estén armadas con fusiles, gente con borceguíes y vestidos de fajina, implica una renuncia de la potestad civil. ¿En qué punto tan dramático está la Argentina que abrir una calle, hacer zanjas o hacer obras cloacales se equipara con una tragedia? Naturalmente, si la Argentina tuviera que vivir una tragedia de las dimensiones que está viviendo Chile con los incendios de Valparaíso, se justificaría la incorporación de fuerzas de seguridad o militares, por un breve lapso, para socorrer a la población. Pero no es esto lo que está pasando en las villas: este emprendimiento ha sido tramado y tejido, minuciosa y prolijamente, por el general César Milani -imputado por cuestiones de derechos humanos-, y la señora de Bonafini y su grupo, que tanto tuvo que ver con el frustrado intento de Sueños Compartidos y Sergio Schoklender. Todos de la mano de La Cámpora.
El gobierno
argentino renuncia al poder civil, un retroceso de las instituciones,
una confesión de que, ni siquiera para hacer obras de infraestructura en
villas carenciadas, el Estado argentino se siente competente,
responsable y, sobre todo potente, como para poder efectivizar esas
tareas.
Ésta es la pregunta que hay que hacerle al Gobierno, al ministro Agustín Rossi, si se dignara a afrontar un reportaje, cosa que hemos intentado en vano, ¿por qué se convoca al Ejército a realizar unas obras que no tienen ninguna complejidad que no pueda enfrentar cualquier ingeniero civil o cualquier equipo de Vialidad Nacional u obras públicas? La respuesta es obvia: no se trata de hacer lo que otros no pueden hacer, y por eso se convoca al Ejército, sino de comprometer política e ideológicamente a las Fuerzas Armadas con el actual curso político del grupo gobernante.
Por eso, la emblemática fotografía de Hebe de Bonafini junto a César Milani:
estamos en presencia de un proyecto explícito, confeso, ostensible y
evidente de chavización del Gobierno. Están tratando de imitar la
peripecia de Hugo Chávez, que él sí era un militar de carrera.
Lo fue desde su primer día como militar golpista y hasta su muerte; a lo
largo de toda su trayectoria en política en Venezuela, Chávez asumió
con orgullo su condición militar.
Pero la Argentina no tiene un gobierno
militar. Néstor Kirchner no era un oficial de las Fuerzas Armadas, ni
tampoco lo es Cristina Fernández de Kirchner ¿Por qué, en consecuencia,
se patrocina una artificial, compulsiva y absolutamente contra natura-
unión cívico–militar? ¿Con qué objetivos? ¿Con qué pretextos? ¿Con qué
proyecto? ¿Con qué idea de país? Uno solamente puede conjeturar. Las
conjeturas, lamentablemente, no son promisorias: son oscuras y sombrías,
además de preocupantes.
Al incorporar al Ejército a obras
civiles elementales, el actual gobierno está tratando de comprometer, de
aquí en más, a las Fuerzas Armadas. Ese compromiso le haría un daño enorme, no solo a las Fuerzas Armadas, sino a la totalidad de la institucionalidad argentina.
© Escrito por Pepe Eliaschev el Miércoles 17/04/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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