El país de
Cristina...
Preocupa una
Presidenta que habla de trivialidades y elude los temas de fondo. Zancadillas
2015.
El problema
más grave de la Argentina tiene dimensiones gigantescas, pero habita en un
lugar pequeño: la cabeza de Cristina. Es difícil comprender qué piensa la
presidenta de la Nación cuando despilfarra una cadena nacional para hablar de
frivolidades mientras el país arde en la mayor crisis educativa de la década,
se congela de pánico frente a una inseguridad que crece geométricamente y es
víctima de un feroz ajuste ortodoxo que es música para los oídos del Fondo
Monetario Internacional.
La falta de información certera y la liviandad para asumir la realidad
hizo correr frío por la espalda de una sociedad que acumula broncas diversas y
que se prepara para paralizar la Nación el 10 de abril con las centrales
obreras a la cabeza y que incuba cacerolazos para cuando el tarifazo y la
devaluación impacten de lleno en sus bolsillos. La jefa de Estado obliga a que
una columna de análisis político tenga que explicar nimiedades vinculadas a las
bandejitas de catering que las líneas aéreas ofrecen a sus pasajeros o las
bondades de los distintos tipos de alfajores. Fantoches se les llama a ciertos
títeres ridículos que provocan risa, como algunos de sus funcionarios, que
tratan de atajar todos los penales que Cristina les patea al ángulo de manera
sorpresiva.
La Presidenta y su gobierno tienen méritos para exhibir. La
asignación universal, el matrimonio igualitario, la vigencia de las paritarias
y varios más. Pero no debería encapricharse en sacar pecho por Aerolíneas
Argentinas, que nos costó 700 millones de dólares por año a todos desde que los
pícaros muchachos camporistas se hicieron cargo. Es tan inmenso el barril sin
fondo que el caso Aerolíneas se estudia en el mundo de los negocios como un
tema extremo e insólito. La Presidenta no lo sabe, pero nadie le dice que
Aerolíneas no es la única que reparte algún tentempié durante los vuelos de
cabotaje. LAN incorporó una cajita de productos Havanna donde hay una bolsita
con snack, un alfajor y una galleta dulce, además de las gaseosas, el jugo o el
café. Un lujo, che, como dijo Cristina.
Y no hay que pagar en “efeté”, para
seguir con su lenguaje. Aerolíneas hizo bien en copiar esa idea, aunque lo hace
casi con los mismos elementos, pero de Arcor. Lo grave es que, además del
agujero negro terrible que genera para nuestra economía, Aerolíneas tiene cosas
inexplicables. El vuelo a Jujuy, adonde no va otra empresa, vale un 30% más que
el de Salta (adonde viajan también LAN y Andes), pese a que es la misma
distancia. Curiosidades que Cristina no tiene por qué conocer, pero que debería
averiguar.
Referirse a los dos aires acondicionados que se compró su madre y al poco
frío que hacía en la sala donde le hicieron la resonancia magnética en Italia
por el percance del esguince puede ser un paso de cordialidad coloquial si son
colaterales a los temas que más preocupan a los ciudadanos. Pero quedarse
solamente con esas cuestiones menores lleva a la pregunta más inquietante desde
el punto de vista institucional. ¿Qué le pasa a Cristina? ¿En qué país vive
quien se siente la madre de todos los argentinos, que, a veces, nos sentimos
huérfanos de conducción?
Axel Kicillof, el ministro que abandonó el marxismo académico para
convertirse en el ejecutor de las medidas más neoliberales, podría concursar
como inventor de metáforas o, mejor dicho, de eufemismos. “Deslizamiento de
precios”, bautizó a la inflación, que licuó el aumento semestral de los
jubilados en sólo sesenta días, y ahora denomina “reducción diferencial de
subsidios” al simple y llano “tarifazo”. Y, si no lo cree, que le pregunte a
Hugo Yasky, a quien nadie podría acusar de opositor, que dijo que “la
devaluación afectó fuerte el bolsillo” y que “deberían reducir subsidios por el
nivel de ingresos de cada familia” porque, se preguntó, “¿cómo baja un 20% del
consumo alguien que sólo tiene una cocinita de cuatro hornallas?”.
Puro sentido
común, que escasea en varios ministerios. Es ofensivo a esta altura,
provocador, que el ministro de Educación de la Nación haya enmudecido frente al
conflicto de los docentes bonaerenses y ocho provincias más que sacudió las
fibras íntimas de las familias. Me hizo acordar a una chicana de Julio Bárbaro
sobre la presunta genialidad de los que no hablan en política, como Carlos Zannini
o Máximo Kirchner: “No hablan porque no tienen nada para decir”.
La parábola descendente del cristinismo debe ser custodiada por toda la
sociedad para no permitir que se desborde. Los ataques a Sergio Massa
(responsable del paro, de la inseguridad y la falta de cloacas en Tigre, según
Capitanich) y el aislamiento hostil al que someten a Daniel Scioli, para que se
cocine en su propia salsa con los maestros estrella de los programas
oficialistas, es un gesto desesperado ante la ausencia de un candidato puro de
Cristina que tenga chances reales de superar el 10% de los votos. Miguel Díaz,
el sindicalista docente, contó por radio que los funcionarios del sciolismo les
confesaban que era Cristina la que boicoteaba todo tipo de acuerdo hasta que se
hizo la luz.
Cosecharás tu siembra. Fue tanta la concentración del poder y los
negocios sucios del matrimonio Kirchner que en lugar de que florezcan mil
flores se pisaron todos los brotes. Cristina está aceptando lentamente la idea
de que necesita que no gane un peronista de ninguna especie para poder soñar
con un regreso heroico tipo Michelle Bachelet o, por lo menos, aspirar a la
módica ambición de no recorrer los tribunales de la mano de Máximo y de un tal
Lázaro Báez.
© Escrito por Alfredo Leuco el Viernes
28/03/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires.
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