Viejas fórmulas...
Rubén Vázquez, Presidente de Cabal Cooperativa de Servicios Ltda.
"Calor, amor. La historia tras la puerta", decía con sencillez y belleza el
gran poeta español Jorge Guillén. Y es hermoso pensarlo así. La furia con que
irrumpieron en estos días las altísimas temperaturas del verano, nos hicieron
pensar, sin embargo, más que en esas palabras del artista de Valladolid en
otras suyas de un pequeño poema denominado “Inferno”, en el que, recordando un
diálogo entre Virgilio y el Dante en la Divina Comedia, afirmaba que, en la
vida del hombre, lo que está más “al alcance de la mano” no es el cariño tibio
de los otros sino los ardores del Averno.
Un poco así nos sentimos en estas semanas. Ofuscados por el
calor, buscando razones a las dificultades en que nos metieron este inédito
fenómeno meteorológico –nunca en promedio y continuidad se había soportado
durante todo el siglo pasado un clima tan ardiente en las principales ciudades
del país- y las ineficiencias de las empresas eléctricas para dar solución a
los múltiples apagones ocurridos. Nos vimos asaltados por un legítimo malhumor
social, porque, más allá de las explicaciones que se puedan dar a lo que
ocurrió, a nadie le gusta atravesar por una situación así.
Convengamos en que la emergencia comenzó a
estabilizarse y se confirmaron las hipótesis de que el problema estaba, más que
en la falta de generación de electricidad, en su deficiente diseño de
distribución de las empresas privadas Edesur y Edenor, debilitado por la falta
de inversiones a través de los años, achique de personal y tercerizaciones
truchas. El consumo de energía creció de una manera extraordinaria en los
últimos años por efecto del mejoramiento en la calidad de vida de los hogares y
de una mayor demanda provocada por el crecimiento industrial. Esa expansión del
consumo no fue acompañada a nivel de la distribución de las obras necesarias
para cumplir con las nuevas necesidades.
He aquí entonces un eslabón frágil de la estructura productiva, como todavía lo es también el transporte, que el gobierno tendrá que suturar, a través de los instrumentos que considere más aptos, para evitar que el problema se reedite. La consolidación de un modelo basado en la inclusión social requiere continuar con las políticas públicas que defiendan las conquistas sociales obtenidas, pero también avanzar sobre aquellos problemas que están pendientes de solución. Todo eso en la línea de un proyecto que haga cada vez más profunda la democracia social en el país, más equitativa la distribución de sus riquezas.
Es interesante percibir cómo, frente a la aparición de estas situaciones, los viejos economistas del establishment asoman de nuevo la cabeza y reclaman soluciones a la vieja usanza. Como se está haciendo hoy en Europa, donde el intento de salir de la crisis –una crisis que la Argentina ya no vive- es a través de las medidas de ajuste muy bien conocidas por estas latitudes: rebaja de los salarios y las jubilaciones, incremento de la desocupación, expulsión de millones de personas del sistema y su condena a vivir en condiciones infrahumanas. Como dijo el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, estos planes buscan dejar afuera de la sociedad a diez millones de argentinos.
He aquí entonces un eslabón frágil de la estructura productiva, como todavía lo es también el transporte, que el gobierno tendrá que suturar, a través de los instrumentos que considere más aptos, para evitar que el problema se reedite. La consolidación de un modelo basado en la inclusión social requiere continuar con las políticas públicas que defiendan las conquistas sociales obtenidas, pero también avanzar sobre aquellos problemas que están pendientes de solución. Todo eso en la línea de un proyecto que haga cada vez más profunda la democracia social en el país, más equitativa la distribución de sus riquezas.
Es interesante percibir cómo, frente a la aparición de estas situaciones, los viejos economistas del establishment asoman de nuevo la cabeza y reclaman soluciones a la vieja usanza. Como se está haciendo hoy en Europa, donde el intento de salir de la crisis –una crisis que la Argentina ya no vive- es a través de las medidas de ajuste muy bien conocidas por estas latitudes: rebaja de los salarios y las jubilaciones, incremento de la desocupación, expulsión de millones de personas del sistema y su condena a vivir en condiciones infrahumanas. Como dijo el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, estos planes buscan dejar afuera de la sociedad a diez millones de argentinos.
Ahora, es indispensable reflexionar no solo en el hecho de que estos economistas, cuando ejercieron funciones gubernamentales, resolvieron los problemas que se les presentaban mutilando siempre los derechos de las mayorías, trabajadores, profesionales, comerciantes o industriales pymes, sino también en la circunstancia en que en los últimos años equivocaron una y otra vez los pronósticos que hicieron sobre la marcha de la economía. En la edición del suplemento económico “Cash”, del diario Página 12 del 29 de enero de 2013, hay un sabroso estudio donde demuestran las enormes pifias perpetradas por estos individuos. No hubo un solo caso en que sus predicciones sobre actividad económica (que aumentó un 5,4 por ciento), consumo (que creció un 7,9 por ciento) o inversión (que también se expandió un 7.9 por ciento) en que se acercaran a la realidad. Y en este verano siguen produciendo humo, humo sucio e intoxicante.
Siempre predijeron cifras por debajo de las que ocurrieron o el advenimiento de hechos apocalípticos que no se produjeron. Frente a tanto disparate y mala fe, es lícito preguntarse ¿hasta cuándo se van a seguir prestando atención a estos datos, siendo que hay muchos otros que consignan apreciaciones más sensatas? Porque, lejos de perjudicar, las buenas críticas, las que señalan vacíos o errores existentes en la política económica, ayudan a mejorar cualquier perspectiva de llevar adelante un proyecto nacional y popular, pero no la mentira.
El crecimiento con inclusión social produjo en estos últimos años un fuerte proceso de redistribución del ingreso. Y en el marco de una estructura económica que todavía muestra desequilibrios y sectores de concentración oligopólica, las empresas han exhibo una tendencia a no querer resignar los altos niveles de ganancias obtenidos en otras épocas. Y eso provoca tensiones. La fórmula de los neoliberales ha sido siempre, para remediarlas, favorecer a los que más tienen. Y eso es lo que quieren también aquí, que ocurra como en España, donde a pesar de la caída del producto bruto interno en los últimos años hay muchos más ricos. ¿Cómo es esto? Es que, dentro de la menor cantidad de riqueza nacional, los ricos se llevan tajadas mayores que en otros tiempos.
De ahí que la solución sigue siendo, por un lado, seguir apostando al fortalecimiento del mercado interno –los cooperativistas siempre lo sostuvimos-, y, por el otro, aumentar y mejorar la inversión pública, en especial, la asociada a la producción para lograr una matriz económica más sustentable, diversificada y competitiva. Y en ese sentido son fundamentales la integración nacional y la sustitución de importaciones. Por todo lo que vemos, 2014 será pues un año de nuevos desafíos, de retos a la creatividad para seguir pensando en una Argentina de verdad democrática en lo social y político. Y no hay porque sospechar que, a pesar de esos desafíos, no se seguirá avanzando en una dirección correcta. Nos gusta conjeturar que con calor (del bueno, claro), amor, y también perseverancia e inteligencia para desnudar y contrarrestar las asechanzas de los -en toda hora- desvelados mercaderes del odio, la historia, como dice Guillén, estará detrás de la puerta.
© Escrito por Rubén Vázquez el 01/02/2014 y publicado por la Revista Cabal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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