Ni
el volantazo alcanza…
Tarde,
el Gobierno baja sus banderas: drogas, dólar, Clarín, inflación, intendentes
del PJ y hasta Venezuela. ¿Seguirá?
Nadie se atrevió nunca a decírselo a Cristina. Es que les temen a sus gritos
y castigos. Pero como en el cuento de Andersen, la reina está desnuda. El
modelo se fue descascarando hasta quedar, impúdicamente, con su esqueleto al
aire. En los últimos tiempos las evidencias son de una contundencia irrefutable
hasta para los que se fanatizaron por convicción o por dinero.
Veamos algunos ejemplos:
1) En la patética discusión pública que condenó al silencio a Agustín Rossi
en un tema tan grave como la instalación del narcotráfico, nadie pudo explicar
por qué Brasil, Chile y Uruguay tienen radarizado el 100% de su espacio aéreo y
la Argentina, sólo el 10%. Y estamos hablando de radares 3D, que puedan
detectar aviones que vuelan a baja altura. ¿Es tan grande el nivel de
corrupción en la cima del Estado que son capaces de dejar desprotegido el
futuro de varias generaciones que implosionan y multiplican la muerte cuando se
consolidan los carteles de la cocaína? ¿O van a decir que no hubo dinero en
esta década para atender algo tan estratégico, tan de vida o muerte? Tal vez no
les importe la prostitución de las instituciones y la muerte cotidiana como
resultado de la penetración de ese crimen organizado.
2) Axel Kicillof está tan desorientado y desesperado que no le importa
mandar al muere a Tierra del Fuego y sus fábricas con tal de no soltar un
dólar. Pero como también teme que colapsen en 15 días todos los teléfonos
celulares por falta de insumos dice que es capaz de mirar para otro lado si las
empresas les compran directamente a los grandes fabricantes en el exterior. Y
eso que el relato productivista e industrialista sigue firme. Débora Giorgi
–desde Ezeiza– y Cristina –desde Florencio Varela– recordaron que cuando llegó
Néstor había ochenta parques industriales, “muchos de ellos eran potreros y hoy
inauguramos el número 316”. ¿Alguien le preguntará al ministro Kicillof cómo
puede seguir en el Gobierno después de haber dicho que Repsol le iba a tener
que pagar a la Argentina por su daño ambiental y terminamos indemnizando a la
empresa española con 5 mil millones de dólares? No fue un pequeño error de
cálculo. Relató un penal a favor y terminó haciéndose un gol en contra.
3) Es extraño que el Gobierno diga en voz baja y sólo por boca del
“ladriprogresismo” que derrotó a Clarín con la aplicación de la Ley de Medios.
Si fuera cierto, ¿no deberían celebrar semejante toma del palacio de invierno?
Algo no cierra. Fue planteada como la madre de todas las batallas. Martín
Sabbatella y Víctor Hugo Morales dicen que ganaron, que el Grupo “se rindió
ante el imperio de la ley”, pero nadie grita los goles. ¿Qué pasó? ¿O en
realidad fue Cristina la que tiró la toalla? Fue tanto el odio que condujo esa
pelea que los llevó a un callejón sin salida. Nadie le hizo caso, pero Teresa
Parodi propuso el lunes pasado como “un día de festejo para los trabajadores de
la cultura” porque “terminar con los monopolios mediáticos es un paso
fundamental”.
4) El ajuste ortodoxo y conservador de Cristina deberá pasar esta semana la
prueba de fuego con las paritarias de los trabajadores. La Presidenta pidió
“responsabilidad” a los dirigentes sindicales. Roberto Lavagna se preguntó:
“¿Qué significa eso? ¿Pedir el 20% cuando la inflación es más del 30% es responsabilidad?”.
El ex ministro de Economía que rechazó por inexistentes todas las explicaciones
conspirativas de Cristina dijo que un gobierno nacional y popular no tiene que
tener como variable de ajuste ni el salario ni las fuentes laborales.
5) Acalorada como pocas veces, la Presidenta hizo ayer un esfuerzo hasta
estético en Florencio Varela para evitar que huyan de su lado más intendentes o
dirigentes justicialistas. Sentó a Daniel Scioli y a Julio Pereyra en lugares
de privilegio, y La Cámpora tuvo menos cámara en esta ocasión. Tal vez sea
demasiado tarde para lágrimas. La inmensa mayoría de los cuadros justicialistas
ya piensa en un nuevo jefe, en alguien que les pueda garantizar la continuidad
en el poder después de que Cristina vuelva al llano. Muchos piensan en Scioli,
otros esperan la evolución de Sergio Massa. Sólo el núcleo duro confía en un
candidato del palo, al estilo Sergio Urribarri. Es que el Gobierno camina por
un peligroso desfiladero económico y lo hace en chancletas. De un lado tiene la
hiperinflación, si no controla la puja distributiva, y del otro la recesión, si
continúa con el enfriamiento de la actividad. Hay un debate encubierto entre
las primeras espadas K. Algunos dicen que tienen que llegar de pie a 2015,
aunque sea desangrados en su discurso revolucionario y mostrando la verdadera
cara del modelo, y los más fundamentalistas apuestan al portazo victimizador.
6) Curiosamente, hasta en su apoyo a Nicolás Maduro la Presidenta actuó con
prudencia. Comprendió que el tema divide aguas y crispa a grandes sectores
sociales. Es verdad que no se atrevió a cuestionar el pedido de fusilamiento
que hizo Luis D’Elía, sólo pidió “más tolerancia con nuestras lenguas”, pero
tampoco apeló a la flamígera verba chavista.
7) Como contracara de lobo feroz frente al disfraz de cordero patagónico, el
grupo antidemocrático Quebracho fue el autor material, acompañado y protegido
por la Policía Federal, de los escraches violentos cuya autoría intelectual fue
de la Presidenta. Hubo persecusiones y aprietes de todo tipo, muchos de los
cuales silenciados por sus propias víctimas para “evitar que se produzca el
efecto contagio”.
Lo nuevo es que tanto tiraron de la cuerda que no alcanza ni el volantazo a
la derecha.
© Escrito por Alfredo Leuco el Sábado 22/02/2014 y publicado por el Diario
Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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