Donde digo digo...
Fue un triunfo estrepitoso del sofisma. El viernes 24, cuando el jefe de
Gabinete señor Capitanich, flanqueado calladito por el ministro de Economía
señor Kicillof, anunció las nuevas medidas económicas –que, según la verba
inflamada de la prensa, “aflojaban el cepo”– todos entendimos que los gastos de
las tarjetas argentinas fuera de la Argentina dejarían de tributar el 35 por
ciento y volverían al 20 por ciento que entregaban hasta el 3 de diciembre
pasado.
Así lo explicaron, al unísono, todos los medios. Así lo consignaron en sus
ediciones del sábado 26 Clarín, La Nación, Página/12, Perfil y compañía. Así, incluso, fue que yo pensé más de dos
veces que me daría mucha vergüenza publicar un libro en diciembre y retirarlo
de la circulación en enero; que era raro que un gobierno deshiciera una medida
tan reciente, y que era otro signo de la imparable decadencia kirchnerista.
Por eso me sorprendí tanto esta mañana cuando vi el tuit de @IsmaelBermudez1 que decía que
el señor Kicilof decía que las tarjetas seguirían tributando el 35. Busqué la
fuente: era una larga entrevista, tapa de Página/12.
La empecé divertido. Me gustó cuando los periodistas contaban que, en medio
de la peor crisis de la última década, el ministro de Economía estaba cuidando
a sus hijos: nada mejor que la familia para dar la sensación de calma que la
ciudadanía espera de sus líderes. Y me gustó cuando el ministro empezó a
explicar que “ahora las personas podrán ir nuevamente a un banco y adquirir
dólares” y que “su capacidad de compra va a estar asociada al nivel de ingreso
normal que tengan”, y que “quien quiera acceder a la tenencia de dólares debe
estar registrado en la AFIP y tener una capacidad proporcional a lo que quiere
comprar”. Y que entonces los periodistas despiadados le preguntaran qué
criterio se iba a utilizar con cada grupo de asalariados, y que el ministro, seguro,
les contestase:
–El mecanismo tendrá un sesgo hacia los que menos tienen.
Haciendo del sonsonete acostumbrado un imposible lógico: aunque forma parte
de un gobierno que trabaja para bancos, mineras, petroleras y cuentas propias
proclamando siempre que favorece a “los que menos tienen”, no puede decir que
un mecanismo de entrega de dólares a los que prueben que tienen la plata
suficiente va a favorecer a los que no la tienen. Hasta ahí podíamos llegar en
el avance de la idiocia, me reí. Me reía, pero topé con la parte del león:
“– ¿Cómo se implementará la reducción de 35 a 20 por ciento en la percepción
a cuenta del pago del Impuesto a las Ganancias?
–La compra de dólares para tenencia pagará un anticipo del Impuesto a las
Ganancias equivalente al 20 por ciento de la operación. En el caso de venta de
divisas por turismo y para gastos con tarjeta en el exterior, el paso de 35 a
20 por ciento no será implementado este lunes.”
Putée, me dije que era increíble inverosímil delirante, que ahora sí tenía
miedo, que un gobierno no puede proclamar una medida el viernes y negarla el
sábado, que estábamos realmente en la trituradora. Y entonces decidí escribir
este exabrupto y fui a buscar el anuncio del viernes para mostrar la
flagrantísima contradicción. En el video, el señor Capitanich era lacónico:
–Hemos decidido autorizar la compra de dólares para tenencia de personas
físicas de acuerdo al flujo de ingresos declarados. Y paralelamente se ha
decidido disminuir el anticipo de impuesto a las ganancias del 35 por ciento al
20 por ciento para el comprador.
Dijo desde su púlpito, leyendo un papelito, y no dijo más sobre el asunto. Y
todos leyeron –leímos– que se había bajado el impuesto para las tarjetas en el
exterior. Pero, releyéndolo ahora con el cuidado del entomólogo tuberculoso, se
ve que el señor Capitanich no precisó: que dijo que la baja era “para el
comprador”, y que podría argüir que se refería al comprador de esos dólares que
ahora se venderán, no al comprador de objetos o servicios en dólares vía tarjeta.
Aunque todos –incluidos sus medios propios– entendimos lo contrario y lo
anunciamos y lo comentamos y ellos lo permitieron. Seguramente se la pasaron
bomba. La única explicación es que hayan preparado con cuidado una frase que
podía entenderse de las dos formas para especular con las reacciones antes de
decidir qué medida aplicaban. O quizás hay otras, vaya a saber.
En todo caso: tienen razón, no dijeron lo que todos creímos que dijeron.
Jugaron con las apariencias y las percepciones y ganaron –no se sabe qué. Pero
mostraron, tan claro como nunca, el juego que juegan. Hablar de forma que
puedan decir no dije esto, no, donde digo digo digo diego, ay qué pena vos te
confundiste. No es lo que se espera de la comunicación de un gobernante. Es,
sí, lo que estos hicieron.
Si querían enseñarnos algo, lo lograron: que hay que desconfiar de lo que
parece que dicen y darlo vuelta para ver qué dicen y dónde está el gato
encerrado o, peor: que no hay que dar por cierto nada que no sea una medida
firma y refrendada y publicada -y aún así.
O, más en general: que lo lógico es no creerles un carajo.
Actualización, 10.10 hs.: me equivoqué. Mea
culpa mea grandissima culpa. Una lectora atenta, @sofimills, me manda la
grabación de una entrevista que el señor Kicilof concedió al señor Morales,
viernes a media mañana, poco después del anuncio oficial. Allí, entre el minuto
07:55 y el 10:35, el ministro explica muy claramente que el anticipo de
impuesto a las ganancias que se cargará a las tarjetas argentinas fuera de la
Argentina será del 20 por ciento.
Creo que caí víctima del gusto argentino por las teorías conspirativas que, en
general, intentan convertir en astucia malévola lo que no es más que
incapacidad: la famosa inepcia. En este caso está claro que el viernes el
gobierno -o por lo menos su ministro de Economía- pensaba reducir el impuesto
del 35 al 20 por ciento. El sábado ese mismo ministro pensaba o dijo lo
contrario. Lo que interpreté como ambigüedad era solo contradicción, decir y
desdecirse, indecisión extrema: no sé ni lo que hago.
Por otras vías, la conclusión sigue siendo la misma: lo lógico es no
creerles un carajo.
© Escrito por Martín Caparrós el Domingo 26/01/2014 y publicado por el Diario
El País de Madrid, España.
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