La muerte invisible de Kevin...
Foto: lapoderosa.org
Existe una visión tranquilizadora y bastante extendida sobre la muerte. Se cree que es justa porque no hace distinciones entre pobres y ricos, entre príncipes y obreros: a todos los fulmina por igual. El gran poeta turco Nazim Hikmet refuta esa idea en uno de sus versos. "Para que la muerte sea justa, es preciso que la vida sea justa".
El sábado pasado Kevin Molina fue asesinado. El chico de nueve años estaba en su casa en su casa de la villa Zavaleta jugando junto a sus hermanitas cuando una bala atravesó una pared e impactó en su cabeza. En los pasillos del asentamiento una banda disputaba negocios y territorio. Cerca de allí, los miembros de la Prefectura Naval, encargados de la seguridad en la zona, se negaron a intervenir.
La muerte de Kevin estalló en las redes sociales gracias a la militancia informativa de la revista La Garganta Poderosa, que tiene su redacción en el barrio, pero casi no tuvo cobertura periodística de los grandes medios. Otra paradoja: la muerte de Kevin ocurrió en la misma semana en que las portadas de los diarios reflejaron un debate fallido sobre bajar la edad de imputabilidad de los menores.
Los que defienden la aplicación de penas más duras aseguran, amparados en dudosas estadísticas, que cada vez hay más chicos que delinquen. Sin embargo, nunca se detienen en otros datos que sí están comprobados, como el que indica que los menores de 21 años encabezan las listas de víctimas de la violencia en la Argentina. Y otro muy elocuente: casi la totalidad de los menores a disposición del Poder Judicial son pobres.
En la muerte de Kevin se reiteraron dos situaciones: la presencia de bandas vinculadas a la venta de drogas que ajustan cuentas con total impunidad y la inacción de las fuerzas de seguridad que sostienen una teoría perversa: "que lo resuelvan entre ellos".
Los referentes de La Garganta Poderosa no dudaron en señalar "complicidad de la Prefectura que deja hacer y están más para cuidar a los de afuera (hay una garita en la avenida Iriarte) que a la gente del barrio". En este caso, denunciaron además que cuando la mamá de Kevin pudo volver a su casa la encontró llena de armas que nunca había visto y todavía tiene que dar explicaciones.
"Acá no hay cloacas, no hay gas, no hay nada. Por eso nosotros no queremos hablar con el Ministerio de Seguridad, queremos hablar con el Ministerio de Desarrollo Social", reclamó uno de los referentes del barrio y agregó: "Entendemos lo de Ángeles Rawson (la chica asesinada en un edificio de Palermo) pero no entendemos la asimetría, que a nadie le importe la muerte de Kevin es muy triste".
Si el domicilio de la familia de Kevin quedara en otro barrio de la Capital Federal, Palermo o Belgrano, por ejemplo, los medios de comunicación masivos todavía estarían tratando el tema. Es posible también que el asesino ya estuviese entre rejas y que la opinión pública se mantuviera estremecida por el asesinato durante semanas.
La carita de Kevin ya se habría instalado en la memoria popular a fuerza de la reiteración de su imagen en la televisión. Pero no. El poeta tiene razón. No sólo la vida de un chico que nace en un villa vale menos, su muerte también vale menos.
© Escrito por Reynaldo Sietecase
el viernes 06/09/2013 y publicado en 7KC Periodismo Justo de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.
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