Un tren sin frenos…
Un lúcido análisis de la realidad realizado por una de las luminarias del
profundo pensamiento Kirchnerista.
Intrépidos devenires cruzan otra histórica semana en que otro avance
fundamental se suma a la ristra de logros maravillosos que nos ha dado este
modelo. En la búsqueda constante de alcanzar la modernidad, la razón, la
libertad, nuestro país conquista y termina por aliarse con la última monarquía
teocrática del planeta. Atrás quedaron los tiempos en algunos rostros visibles
de este proyecto (este humilde servidor, el libertario Alex Freyre, la
luminaria María José Lubertino, el locuaz Juan Cabandié) denunciábamos al
fascista, discriminador y cómplice del genocidio Jorge Bergoglio.
Hoy la sacrosanta palabra del Papa Francisco nos ilumina a todos, en un
arcoíris de paz, amor y concordia. Néstor, desde el cielo, se congratula de ver
convertido a ese viejo enemigo intolerante y conservador en un hombre amplio y
progresista. No nos hemos corrido ni un milímetro a la derecha: es Jorge
Bergoglio, con su ascenso y conversión en líder de la más moderna institución
mundial, el que ha abrazado la causa del socialismo y la revolución.
Párrafo aparte merece el lamentable despliegue mediático de una oposición
condenada a la fragmentación y al ridículo. Verdadera bolsa de gatos, la UNEN
ha elegido la televisión como la tribuna en que pasear su completa carencia de
ideas y de cohesión. Ante esa alianza que no es más que un caldero de
contradictorias ideologías, el Frente Para la Victoria se alza como la única
garantía de proyecto coherente.
La unidad es nuestra premisa: personas fundidas en un mismo pensamiento y
militancia como Carlos Kunkel y Gerardo Martínez, Estela de Carlotto y César
Milani, Gildo Insfrán y Horacio Verbitski, Luis D’ Elia y Amado Boudou, Lázaro
Báez y Hugo Yasky, Hebe de Bonafini y Ricardo Jaime. A diferencia del caótico
rejunte opositor, en nuestro modelo sostenemos una única base ideológica y un
mismo rumbo.
No quiero cerrar esta columna sin destacar la eficacia con la que el
habilidoso superministro Florencio Randazzo ha desmantelado el discurso del
desánimo que sostiene que los trenes de nuestro país funcionan mal. La imagen
de un maquinista de los cientos que trabajan en óptimas condiciones todos los
días, quedándose vencido por el cansancio, es la prueba más absoluta de que la
culpa de los accidentes es de los pérfidos obreros y no de nuestra envidiable
infraestructura, que nada tiene que envidiarle a Suecia o Alemania. Digan lo que
digan los adláteres de la desconfianza, nuestro modelo avanza, sin atender
señales negativas, hacia el futuro, como un tren sin frenos. Un tren del que,
con la estable conducción de la compañera Cristina, nadie quiere bajarse.
© Escrito por Ricardo Foster el viernes 02/08/2013 y publicado por
plazademayo.com
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