Nuevos aprendizajes…
Pablo Aristizábal analiza aquí
los desafíos que plantea aprender en la Sociedad del Conocimiento, que se ha
instalado de la mano de la revolución digital de la última década. El autor
advierte que necesitamos aprender a aprender de nuevo, porque las formas
analógicas del aprendizaje se muestran inefectivas para el despliegue del
talento de los alumnos. Y entender que la realidad digital es algo más que una
“realidad aumentada”.
En estas líneas me propongo
encontrar algunos hilos conductores que nos permitan re-pensar la cuestión del
aprendizaje (que es correlativamente también la cuestión de la pasión por
aprender, la cuestión de la enseñanza y la cuestión de la creación) en el
contexto insoslayable de la emergente Sociedad del Conocimiento, que hoy todo
lo envuelve: desde las telecomunicaciones y el entretenimiento hasta los
procesos políticos, los procesos de aprendizaje y los nuevos modelos de
negocios en red.
Los desafíos que esta revolución
digital trae consigo son prodigiosos, pero tenemos que asumirlos con
responsabilidad, emoción y pasión. Y es que nadie discute ya, ni en la academia
ni en la empresa, que necesitamos aprender a aprender de nuevo, porque las
formas analógicas del aprendizaje se muestran inefectivas para el despliegue
del talento de nuestros alumnos.
Aclaro desde ya que no espero, en
estos breves párrafos, acercarme siquiera a una solución del problema
planteado. Mi objetivo estará cumplido, y con creces, si las ideas fuerza que
me limitaré a mencionar escuetamente a continuación generan en el lector
algunas preguntas y lo invitan a pensar a partir de ellas respuestas nuevas.
¿“E-” de “Facilitando”? La
primera de estas ideas es casi un tecnicismo, y pretende interrogar el sentido
de la letra “e-” que caracteriza la nueva era a la que estamos asomándonos. Lo
habitual, aunque no necesariamente lo más preciso, es entender que esa “e-” que
se erige en prefijo de palabras que encontramos por todas partes, como
“e-learning”, “e-marketing”, “e-government”, “e-business”, es la “e-” de
electrónico.
Pero si desplazamos, sin cambiar
la escala, el ángulo de la mirada, y vamos del medio (efectivamente
electrónico) a los fines que a través de él se persiguen, nos encontramos con
que, en un sentido más profundo que el que habitualmente se le atribuye, la “e-”
es la “e-” de “enable”, vocablo de la lengua inglesa que significa “facilitar”.
Las palabras “e”, entonces, no denotan un aprendizaje o una comercialización o
un gobierno o un negocio electrónicos, sino el proceso de “facilitar” el aprendizaje, la gobernabilidad o un negocio.
Es pasar del rol del profesor como fuente del saber a un facilitador del
desarrollo del ser y el potencial de ser de cada chico.
El medio es el mensaje. Si se
admite que la digitalidad no constituyen un fin en sí mismo, sino meros medios
para alcanzar otros fines (como por ejemplo la facilitación), se entenderá que
estos medios tomen –en la lógica virtual– parte del lugar que en un contexto
todavía analógico les correspondía a otros medios más antiguos.
Marshall McLuhan nos iluminó el
camino con su célebre frase: “El medio es el mensaje”. Aunque su verdadero
objetivo sea facilitar procesos que en principio existían ya antes de la emergencia
de la Sociedad del Conocimiento (como el aprendizaje, la comercialización, el
gobierno o los negocios), el nuevo medio, al que llamaremos “lo digital”, ayuda
a sensibilizar y concientizar a quienes se conectan con él para la construcción
de una nueva cultura digital.
Aunque es claro que el desarrollo
de esa sensibilidad y esa conciencia es imposible sin una cierta pasión por
aprender a conectarse en medios esencialmente nuevos, a pensar en red, a
colaborar, a participar y, en última instancia, a crear, que son las acciones
esenciales que promueve la Sociedad del Conocimiento, como toda acción, no
pueden ponerse en marcha sin un cierto grado de emoción.
La ubicuidad. La tercera de las
ideas que a mi entender pueden animar una discusión en torno al aprendizaje que
exige la Revolución Digital tiene que ver una vez más con una aclaración que en
principio podría parecer técnica: El “e-learning” no es aprendizaje a
distancia. No puede serlo jamás, porque la distancia –en sí misma– es una
categoría analógica.
La facilitación del aprendizaje
en línea, o en red, supone –precisamente– la desaparición de las distancias,
tanto en el tiempo como en el espacio. Pensando analógicamente, lo que está en
un lugar del espacio no está en otro, y hace falta tiempo para trasladarlo.
Pero bajo una lógica virtual o digital, todo puede estar en todas partes al
mismo tiempo.
La ubicuidad aparece así como uno
de los principios rectores del nuevo medio. Principio que una vez más pondrá a
prueba nuestra pasión por aprender, ya que exigirá de nosotros –para participar
de varias conversaciones a la vez y para estar simultáneamente conectados con
distintos puntos de la red– una plasticidad en la que nunca nos entrenaron los
horarios fijos y los lugares preestablecidos (la casa, la escuela, el trabajo)
a los que estamos acostumbrados.
Pero no hay que alarmarse, porque
esta ubicuidad no significa que cada uno de nosotros tenga que desdoblarse para
estar en todas partes a la vez. Eso sería más propio de una profecía bíblica
que de los tiempos que corren. Lo que ocurre cada vez más a través de internet
es, en realidad, lo contrario: todas las partes (las instituciones, las
empresas, las personas, los lugares) convergen en cada uno de nosotros en cada
caso.
Más allá de la “realidad aumentada”.
Me gustaría sugerir una cuarta idea para fomentar la conversación, que en algún
sentido constituye la vanguardia de todo este movimiento de profunda
transformación social que he intentado caracterizar brevemente, al menos en lo
que hace a su impacto sobre le aprendizaje: Antes de hablar de convergencia o
ubicuidad, señalé que la conexión, la facilitación, la conversación, la
participación, la colaboración y la creación eran también principios rectores
del nuevo medio digital.
Pero hay muchos que, pensando una
vez más analógicamente, creen que la realidad virtual no es más que una
realidad aumentada. Que a través de medios electrónicos se profundiza y se
expande, pero sin alterar esencialmente la realidad a la que estamos
acostumbrados. Desde el punto de vista del desafío que esto supone para el
aprendizaje, su perspectiva puede resultar tranquilizadora, pero sospecho que
se equivocan.
La realidad virtual no puede
entenderse en términos de mera “realidad aumentada”. Más nos valdría concebirla
como una “realidad vitalizada”. Lo que las conexiones en red traen consigo,
potencialmente al menos, tiene que ver con el paso desde la mera constatación
de un estado de cosas (como la que nos ofrecían los antiguos medios: los
diarios, la televisión, pero también la escuela) hacia nuestra propia
performance en un proceso abierto (como la que nos ofrecen las redes sociales,
los foros, pero también las redes de aprendizaje social).
Entre una realidad apenas
“aumentada” y una realidad “vitalizada”, se trata nada menos que del intervalo
entre el ser y el devenir. Un ser estático, con el que no podemos interferir, y
que se nos presenta ya cerrado, y un devenir multi-direccional sobre cuyo curso
podemos intervenir. Desde nuestro punto de vista, como sujetos del aprendizaje,
se trata además de la diferencia entre medios que nos hablan, y un medio que
conversa con nosotros, medios –como dije en el párrafo anterior– que sólo dan
lugar a nuestra constatación, frente a un medio que se nutre de nuestra
performance.
De lo constatativo a lo
performativo. En Aula365, estamos trabajando una nueva respuesta a lo
anteriormente enunciado, ponerlo en práctica a través de Kids News, que es
justamente el primer periódico que conversa (empleando medios digitales para
vitalizar la realidad instando a la participación de los lectores). Y una idea
que –en mi rol académico– intento, como aquí y ahora, someter a consideración.
No tengo entonces una conclusión definitiva, ni mucho menos, pero sí me
gustaría –a modo de cierre– justificar mi insistencia, durante la exposición de
la idea, en dos términos que en principio podrían resultar extraños:
“constatación” y “performance”.
Ocurre, simplemente, que en los
tiempos en los que Marshall McLuhan insistía con aquello de que “el medio es el
mensaje”, hubo otro pensador, tal vez no tan celebrado pero igualmente
influyente, de nombre J. L. Austin, que formuló una “teoría de los actos de
habla”. Y según esa teoría, los enunciados se dividen en enunciados
“constatativos”, que son los que simplemente describen hechos, y enunciados
“performativos”, que son los que hacen que un hecho suceda.
En un ejemplo típico, si yo ahora
enunciara que este escrito está llegando a su fin, no haría más describir un
estado de cosas que un lector no podría más que constatar. Pero si yo, en
cambio, enunciara mi compromiso de seguir dando esta discusión sobre el
aprendizaje, no sólo por este medio sino también a través de medios que
conversen, esa promesa implicaría una cierta performance. Y yo creo que eso es
lo más importante que nos resta por aprender para ingresar de lleno en una
Sociedad del Conocimiento: ¿cómo dejar de “constatar”, para empezar a
“performar”?
© Escrito por Pablo Aristizabal el miércoles 18/08/2013,
creador de la publicación Kids News, y publicado en el Diario Perfil de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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