2015: peste emocional y poder no autoritario…
Hoy preparé una ensalada. El lector deberá disculparme, pero pasé esta
semana de viaje entre Londres, Munich y Buenos Aires y deseo compartir esas
experiencias diversas.
Me fui con el reiterado eco del impacto que en el programa de Lanata producen
los mismos temas que hace años publicaron la revista Noticias, el diario PERFIL
y el propio Lanata en este diario, como señal –además de los enormes méritos
del propio Lanata– de un cambio de época.
Estando en el exterior, Dante Caputo me escribe el siguiente mail: “No
tengo tendencias ‘catastrofistas’, excepto cuando veo una catástrofe muy cerca.
Le escribía a Javier (Calvo) que las medidas que acaban de anunciarse suenan a
fin de fiesta, aparte de ser el gran lavado de plata nacional. Hay buenos argumentos
para sostener esto. Si bien lo vimos muchas veces, la novedad ahora es que las
alternativas son pobres y aún faltan más de dos años para la conclusión del
mandato. Vamos a entrar en un período de muy alta incertidumbre y peligro. El
diario debería dar la dimensión de los riesgos que enfrentaremos. Pienso en una
edición especial del domingo, articulistas invitados (más políticos que
economistas), los escenarios; explicar qué quiere decir lo que se decidió; qué
muestra, qué velo descorre sobre la realidad económica y la desesperación del
Gobierno. Pero sobre todo, habría que inducir a pensar los caminos democráticos
para dar respuesta a las situaciones que puedan explotar”.
Aprovecho para anticipar que desde el domingo próximo el ex canciller
Caputo escribirá regularmente sobre política nacional.
En el viaje en avión de regreso (y tras prometer que no duplicaría y
devolvería el DVD que me prestaron sus celosos productores) pude ver la
película políticamente más poderosa del último Bafici: El Olimpo vacío, que en
forma de documental pasa a lenguaje audiovisual la esencia del libro de Juan
José Sebreli Comediantes y mártires. Ensayo contra los mitos, premiado en
España por Casa de las Américas. Sebreli –que escribió ese libro mientras era
director del suplemento Cultura de PERFIL–, a partir del culto a Gardel, Evita,
el Che y Maradona, construye una crítica al populismo que fabrica un relato que
se enorgullece de lo que debería estar avergonzado.
No se puede no ver en El Olimpo vacío una metáfora constante del
kirchnerismo, como en la mentira que se precisa para construir un mito, no ver
un espejo del engaño necesario para construir lo que hoy denominamos relato.
Hay un concepto de Sebreli que se conecta con la perspectiva de país de
Caputo. Sebreli llama “peste emocional” a esa necesidad argentina de
emocionalizar lo que debería ser racional, convirtiendo en religión áreas de la
vida que deberían estar guiadas por una ética agnóstica. En El Olimpo vacío, se
argumenta que los líderes populistas trabajan freudianamente sobre la idea que
todos llevamos desde chicos de que al padre, la madre y los hermanos se los
defiende incondicionalmente abusando de las funciones de metáfora y metonimia
para condensar la idea de familia con Nación, Nación con mayoría y líderes de
la mayoría con padres.
Para Sebreli, los populismos actuales son un resabio anacrónico de lo que
en Europa quedó obsoleto a mediados del siglo pasado y que la Argentina, para
desarrollarse, debe también superar.
Para Caputo, la Argentina precisa superar el poder autoritario y crear un
poder democrático donde la legitimidad no provenga de una fuerza construida con
métodos cuestionables. Caputo, que tuvo durante seis años la experiencia del
ejercicio del gobierno, coincide con la necesidad de un gobierno fuerte porque
si no “se lo comen” las corporaciones –desde su perspectiva, principalmente los
sindicalistas y los empresarios–, pero a diferencia del kirchnerismo Caputo les
da tanta importancia a los medios como a los fines nobles.
Aunque en otra dimensión, el debate actual en Europa tiene algunos puntos
de contacto. La centenaria revista política de izquierda y una de las más
influyentes de Inglaterra, New Statesman, tituló su tapa de esta semana con:
“¿Por qué no podemos ser como Alemania?”, ironizando a partir de que dos
equipos de fútbol alemanes llegaron a la final de la copa europea para criticar
el estancamiento de la economía inglesa y de toda Europa a excepción de
Alemania, que sigue progresando.
Al revés, en Alemania, la polémica política actual se focaliza en si deben
conformarse con ser fuertes o aspirar a ser grandes. O sea, si deben
preocuparse por los demás o sólo por ellos mismos.
Cuando Alemania perdió la Segunda Guerra, Estados Unidos no solamente fue
fuerte, sino también grande al implementar el Plan Marshall y ayudar al
desarrollo de los pueblos vencidos. ¿Debe ahora Alemania ayudar a las naciones
del sur de Europa en recesión? Paralelamente, ¿deben las restantes naciones
europeas imitar la disciplina y la contracción al trabajo de los alemanes?
Sí es la respuesta a ambas preguntas. De la misma forma que la Argentina se
desarrollará cuando simultáneamente erradique la “peste emocional” que invade
la política y logre construir un gobierno que sea fuerte detentando un poder no
autoritario (Menem decía de algunos políticos lo mismo que podría imaginarse
diciendo a Néstor Kirchner: fulano “no sirve para la política porque no tiene
la cuota de maldad suficiente”).
“El mar sin historia es agua”, me decía un amigo italiano mientras
recordaba que Giulio Andreotti, el padre de la Europa moderna fallecido esta
semana, sostenía con sarcasmo antes de la caída del Muro de Berlín: “Me gusta
tanto Alemania que hasta quiero que haya dos”. Que en Italia Berlusconi vuelva
a ser el hombre fuerte de la política habla de la influencia que concede tener
el control de muchos medios de comunicación. Berlusconi no sería posible en
Alemania o Inglaterra porque Italia ha sido históricamente, a la par de
productor de grandes artistas, el país más tolerante con la procacidad.
“Lanata presidente” es hijo de la misma emocionalidad italiana, que precisa
mitificar no sólo a Maradona, sino también a Kirchner. Por eso la mayoría votó
al kirchnerismo, al menemismo, aplaudió la Guerra de Malvinas, aunque nos duela
apoyó gran parte de los golpes militares del siglo XX y también ve a Lanata,
sin que esto signifique ningún demérito para él.
© Escrito por Jorge Fontevecchia el
domingo 11/05/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires.
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