Voltereta
increíble...
Declaran un blanqueo de capitales: perdonan a los evasores y, además, los premian con intereses”, sería el título que podría resumir la resonante voltereta que ha dado el Gobierno con los anuncios de las medidas económicas cuyo “cerebro” es Guillermo Moreno. “Todos tenemos dólares no declarados en el exterior”, dijo el inefable secretario de Comercio ante un reducido grupo de empresarios. Ocurrió a mediados de la semana que pasó, y los que lo escucharon respondieron con el silencio. Lo mismo hizo otro grupo que, en iguales circunstancias, lo oyó decir que los Cedin no serían voluntarios, sino obligatorios.
Moreno carga con un karma: todo lo que ha intentado hasta ahora fracasó. Su último fiasco es el acuerdo de precios con los supermercados que, en la realidad, fue efectivo durante sólo un mes. A estas alturas, esto ha quedado reducido a una entelequia. En las últimas reuniones que mantuvo con los representantes del sector, se habló ya de levantarlo a partir del 1° de junio. Es que el secretario de Comercio ordenó hace unos días una medida que hizo añicos el mal llamado acuerdo: les autorizó aumentos a los proveedores, pero no a los supermercados.
La consecuencia: el faltante de muchos productos debido a que su costo está por arriba de su precio de venta. Muchos tiemblan de sólo pensar qué pasará con los precios el día después.
La mayoría de los funcionarios de carrera del Ministerio de Economía ha expresado su escepticismo y su crítica al blanqueo. “La medida es de una inmoralidad absoluta y con futuro de fracaso; quién puede creerle a este gobierno que un día dice una cosa y al siguiente, otra totalmente opuesta”, señala una fuente oficial de la más estrecha cercanía a Hernán Lorenzino. Allí hay preocupación, además, porque este blanqueo se opone a las normativas establecidas por el GAFI para combatir el lavado de dinero en sus diversas formas. A propósito de lo que sucede en la cartera económica, va para largo un paro del personal de la Secretaría de Hacienda, que reclama la restitución de un plus que cobraban desde hace tiempo y que ya estaba incorporado a sus sueldos.
Para el Gobierno fue una semana dificilísima, no sólo porque se vio forzado a reconocer los problemas que genera el mercado negro del dólar, sino también porque dejó al desnudo la absoluta falta de política económica para enfrentar las causas profundas que aquejan a la economía. “No recuerdo en la historia reciente un grupo de funcionarios tan poco profesional y tan falto de ensamblaje en el Ministerio de Economía”, reconoció un altísimo directivo del Banco Nación absolutamente afín al oficialismo. Eso es lo que dejó plasmado el discurso de este quinteto de funcionarios que, con sus explicaciones contradictorias y poco claras, hicieron un notable aporte a la confusión general.
En el desbande que conforman los integrantes del mal llamado “equipo económico”, las tensiones están a flor de piel. Bastaba con ver las caras de Moreno cuando hablaba cualquiera de los otros integrantes de ese quinteto que, si no fuera por lo dramático de la situación, componían un cuadro que oscilaba entre lo grotesco y lo desopilante. De ellos, el más extrovertido es Axel Kicillof, que habla como si estuviera dando una clase ante alumnos de Ciencias Económicas. El discurso por momentos encendido del viceministro de Economía enfrenta dos problemas: el primero es la realidad; el segundo, sus contradicciones.
Imposible no pensar en Lázaro Báez cuando se habla del blanqueo. Tanto como es imposible no pensar en la búsqueda de la impunidad cuando se habla de la reforma judicial. Son muchos los que ya lo han escuchado al ministro de Justicia, Julio Alak, pedir disculpas por el atropello a la independencia del Poder Judicial que representan estas leyes que viene aprobando el Congreso a paso redoblado. La diminuta estatura política de Alak –los inundados de La Plata se acuerdan mucho en estos días de su desastrosa gestión como intendente, y su paso por la presidencia de Aerolíneas Argentinas fue tan malo que todo lo que quedó fueron reproches– encaja a la perfección en el contexto de un gabinete carente de iniciativa y jerarquía.
El Gobierno tiene conciencia de que le es imperioso llegar a las elecciones con una burbuja económica que dé aire a sus proyectos de re-reelección, del que tiene cada vez más necesidad. ¿Quién, si no, dará impunidad a tanto delito de corrupción cobijado por el kirchnerismo?
La madre de todas las batallas se habrá de librar en la provincia de Buenos Aires. Allí, una de las incógnitas es Sergio Massa. ¿Cuál será su actitud? Las encuestas le dan muy bien, incluso con guarismos favorables que están por arriba de los que tiene el gobernador Daniel Scioli. Para alimentar esas especulaciones, Massa mantuvo reuniones con empresarios, de quienes recibió opiniones –todas adversas al Gobierno– y a los que les delineó sus ideas.
Dos fuentes muy cercanas a él divergen sobre lo que hará. Una señala que irá por una diputación por fuera del kirchnerismo; la otra, que se quedará donde está. Por lo tanto, hay al día de hoy una sola certidumbre: su duda.
De lo que no cabe duda, en cambio, es de que en esta elección está en juego no sólo el destino político de la Argentina, sino también su sistema de vida social. Un triunfo del kirchnerismo hará del “vamos por todo” una realidad que dejará al país a las puertas del chavismo y sus consecuencias.
Producción periodística: Guido Baistrocchi.
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