Víctimas…
LLORONES. Magnetto y Cristina Kirchner, cada
uno en su papel, logran adhesión emocional cuando "lloran la carta".
La contratapa de ayer trató sobre si el peronismo se
mantendrá unido en 2015 o la irrupción kirchnerista significará un cisma
definitorio. El caso de Darín también hubiera servido de ejemplo para esa
columna. Actores es un sindicato que en las últimas cuatro décadas nunca había
sido conducido por un peronista. Incluso les escapa a los moldes y a las
denominaciones peronistas porque, a pesar de que negocia las paritarias, se
llama Asociación, y a su conductor, en lugar de secretario general, se lo
denomina presidente. Tuvo líderes radicales y de partidos de izquierda, pero
peronistas, no. Hoy, la titular de Actores –la hermana de Darín– es
kirchnerista, y la mayoría de sus afiliados es abiertamente oficialista. Este
pequeño ejemplo es una muestra de las diferencias que existen entre el
peronismo tradicional, el de la marcha, de los sindicatos obreros, del
conservadurismo popular, y el kirchnerismo.
Pero el caso Darín es también un buen ejemplo para el tema
de la contratapa de hoy sobre cómo, de la misma forma que durante muchos años,
se fuera de izquierda o de derecha, la mayoría prefería sentirse peronista, en
la Argentina actual, se sea kirchnerista o antikirchnerista, la mayoría
prefiere ubicarse en el lugar de víctima. Lo que incluso vale tanto para
Magnetto como para Cristina Kirchner; el primero, víctima de quienes atentan
contra la libertad de prensa, y la segunda, víctima del ataque de los
monopolios.
Ser víctima es ser argentino, y no por casualidad el mejor
actor argentino –Darín– es un experto en interpretar papeles que no están
marcados por el éxito. Es lógico que, al ocupar Hollywood el espacio del cine
de triunfadores, al nuestro le resultara más interesante especializarse en lo
que quedaba vacante, que el perdedor que “la da vuelta” sea el género
paradigmático de nuestra producción cinematográfica, y hasta que se haya
retroalimentado con la actualidad de nuestro país haciendo verdadero aquello de
que la realidad copia y supera a la ficción.
Cuando Alejandra Darín salió a bajar los decibeles de la
polémica sosteniendo que su hermano y la Presidenta estaban del mismo lado, no
se refería a que Ricardo Darín fuera kirchnerista; de hecho, votó por Binner y
muchas veces antes ya había criticado al kirchnerismo, sino a que la Presidenta
y el actor ocupaban espacios similares en el imaginario colectivo. Ambos
enfrentaban fuerzas superiores a las propias, pero se las ingeniaban para
superarlas y juntos podrían ser socios fundadores de la Asociación Anti Garcas,
los despoderados que les ganan a los que tienen poder.
Cuesta imaginar a Magnetto en el papel de víctima, pero
Lanata (otro argentino de pura cepa) lo sintetizó al decir que él siempre
defendía al más débil y que en la pelea entre el Gobierno y Clarín, el más
débil era Clarín. En la contratapa del 1º de diciembre, titulada “El problema
de Cristina”, se desarrolló la importancia que tiene la vulnerabilidad en la
empatía y el apoyo de los demás, y cómo la vulnerabilidad en que dejó a
Cristina Kirchner la inesperada muerte de su marido fue central en el
crecimiento y en la recuperación de su popularidad. De la misma forma que, de
tanto atacar el Gobierno a Clarín, despertó la solidaridad hacia Clarín aun de
quienes habían sufrido su poder.
La recreación fotográfica de Magnetto y Cristina Kirchner
llorando que acompaña esta columna habría que interpretarla en clave de
lunfardo porteño clásico, donde llorar es vender. Cambalache dice “el que no
llora no mama”, concepto que se repite en “llorar la carta”. Cuando Clarín
pudo, en sentido metafórico, llorar, despertó algunos sentimientos positivos.
Lo mismo Cristina Kirchner: cuando instala que la atacan poderes superiores y
metafóricamente llora, se hace más querible. La que todo lo puede produce
rechazo. Lo mismo los personajes de Darín que se hacen queribles a pesar de sus
múltiples defectos por sus debilidades y no por sus fortalezas.
El Darín de verdad, el de la polémica con Cristina Kirchner,
como no podría ser de otra manera, es doblemente víctima y prima donna de las
víctimas. Primero es víctima del ataque de la Presidenta y luego de los medios
que lo usaron. Pobres medios, culpables de todo, llegará el día en que volverán
a ser queridos de tan machucados. ¿Habrá que hacer los reportajes sin título?
Porque ningún título podrá nunca sintetizar todo un reportaje, entonces siempre
seremos acusados de usar al entrevistado recortándolo.
Refiriéndose a la réplica de Cristina Kirchner, Darín
también dijo: “El que me quiera transformar en enemigo del pueblo, yo no lo
soy, que mire para otro lado”. Es casi imposible para un actor mantener el
cariño de la mayoría del público (el pueblo) e ir en contra de lo políticamente
correcto. El kirchnerismo, igualmente sensible a esa necesidad, trabaja el
vínculo con los actores también en ese plano. La solidaridad de los actores con
el kirchnerismo no es sólo por las reivindicaciones sindicales, los subsidios o
los contratos que el Gobierno generó, sino también por poner al Gobierno en el
lugar del pueblo.
Se cuenta que en la España de Franco en las corridas el toro
representaba al pueblo y el torero, al Estado, porque el primero era la víctima
del segundo y por eso, cuando sucedía lo inesperado, y el toro corría al
torero, el estadio aplaudía más que nunca. El kirchnerismo logró, mucho más a
menudo que otros gobiernos, colocar al Estado en el lugar del pueblo, ser la
víctima que “la da vuelta” y supera a poderosos que lo exceden. Si Clarín
lograse lo mismo y llegara a 2015, aun maltrecho, lo más íntegro posible,
podría tener la oportunidad de colocarse en ese papel de la víctima que genere
más simpatía.
Pero la Argentina como país quizá recién pueda “darla
vuelta” cuando, como en otros países, el triunfo no requiera tantas coartadas
para no generar rechazo.
©Escrito por Jorge
Fontevecchia el domingo 20/01/2013 y publicado por el Diario Perfil de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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