miércoles, 5 de diciembre de 2012

Mentirocracia... De Alguna Manera...


Mentirocracia...

Pepe Eliaschev

Prevalece en la Argentina una mezcla letal de mentira y chapucería. Farsantes, mitómanos y brutos mienten por diferentes razones, pero juntos son dinamita. Se ve todos los días en una sociedad delirante y turbo-recargada, ebria de fintas, plagada de imposturas y descompuesta de excesos. Los aparatos sindicales de docentes y empleados del subte son ejemplos vivientes. Son y actúan como lo hacen, gracias al marco político nacional que les permite hacerlo. Su casi total impunidad es avalada por el Gobierno. Docentes bonaerenses y empleados del subte porteño son funcionales a la Casa Rosada mientras les hagan daño a Daniel Scioli y a Mauricio Macri. En esa batalla, el Gobierno nacional se vale de lo que hay.

En la Capital, por ejemplo, el proyecto de ley elevado por Macri para hacerse cargo del subterráneo plantea que en caso de medidas de fuerza, los gremios deben garantizar el 90% de viajes en horas pico y 60% en horas normales. Para el ministro de Hacienda del GCBA, Néstor Grindetti, “no se pueden hacer cortes intempestivos sin avisar, sin dar tiempo para negociar. Cuando el transporte público se denomina esencial tiene algunos requisitos, que no eliminan el derecho de huelga. Hay que respetar y mantener bajo responsabilidad del concesionario y trabajadores un cierto nivel del servicio, sin cortarlo”. De inmediato, la réplica oficial no se hizo esperar. Expeditivo al servicio del Gobierno en el que resiste hace casi diez años, el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, calificó de “amedrentamiento” antiobrero la iniciativa, porque “claramente es una intención de impedir el ejercicio de una huelga”. Para el jerarca, el subte “no es un servicio esencial en el sentido técnico que utiliza la Organización Internacional del Trabajo, porque hay otros medios alternativos para desplazarse”.

Por supuesto, no es así. España articuló en la reciente huelga general del 17 de septiembre, como en la previa del 29 de marzo, importantes servicios mínimos para metro (subte), tren y autobuses, garantizando entre 50% y 75% de los viajes en las horas punta y 20% el resto del día, con personal necesario para asegurar servicios mínimos y garantizar información y venta de pasajes. Nada del otro mundo; el trabajador tiene derecho a la huelga, pero el pueblo tiene derecho a viajar. El derecho a la huelga se garantiza en paralelo al derecho popular de circular y vivir. Los servicios de transporte son esenciales y no pueden ser dinamitados por reclamos sindicales.

Lo mismo sucede con la educación. Los paros eternos del gremio en la provincia de Buenos Aires ya son una plaga. Esencialmente castigan al pueblo, porque la educación estatal es la agredida y devaluada. Actúan con tanto cinismo como para armarse un obsceno puente turístico de cinco días. Pararon jueves y viernes, descansaron del paro sábado y domingo, y siguieron de largo el lunes, cuando –para peor– el país entero se paralizó para recordar una fecha histórica de seis días antes. ¿Estos argumentos son neoliberalismo puro y duro? ¿Tesis reaccionarias, gorilas y antiobreras? Buenas preguntas. Responderlas permite impugnar la mentirocracia asfixiante en que vivimos.

La nueva Constitución Nacional del Ecuador, de inspiración claramente socialista, fue aprobada con el 64% de los votos en el referendo del 28 de septiembre de 2008 y entró en vigor en octubre de ese año. El texto constitucional promovido por el presidente Rafael Correa fue redactado por una asamblea constituyente controlada por el oficialismo. En sus 444 artículos, la Constitución ecuatoriana sancionó reformas económicas socialistas y habilitó la reelección inmediata de Correa, reforzando el control estatal sobre la economía y otorgando más poderes al presidente. Correa ganó las elecciones de 2006 con casi el 57% de los votos y asumió en enero de 2007, proponiendo luchar “por una Revolución Ciudadana, consistente en el cambio radical, profundo y rápido del sistema político, económico y social vigente”. Fue reelecto en las elecciones de 2009, en las que recogió en la primera vuelta el 52% de los votos (porcentaje más alto de la historia ecuatoriana). Asumió su segundo mandato en agosto de 2009, flanqueado por Cristina Fernández, Evo Morales, Raúl Castro y Hugo Chávez.

En su Constitución, el Ecuador revolucionario proclama que el gobierno de Correa es “heredero de las luchas sociales de liberación frente a todas las formas de dominación y colonialismo” y declara su decisión de construir “un país democrático, comprometido con la integración latinoamericana –sueño de Bolívar y Alfaro–, la paz y la solidaridad con todos los pueblos de la tierra”. Pero en la Sección IIIª (Formas de trabajo y su retribución), el artículo 326 de la vanguardista Constitución ecuatoriana estipula explícitamente (numeral 15) que “se prohíbe la paralización de los servicios públicos de salud y saneamiento ambiental, educación, justicia, bomberos, seguridad social, energía eléctrica, agua potable y alcantarillado, producción hidrocarburífera, procesamiento, transporte y distribución de combustibles, transportación pública, correos y telecomunicaciones. La ley establecerá límites que aseguren el funcionamiento de dichos servicios”. Tienen prohibido hacer huelga médicos, enfermeros, recolectores de basura, maestros, personal judicial, bomberos, trabajadores de la energía eléctrica, agua y alcantarillado, petroleros, camioneros que distribuyen combustible, operarios del transporte público, y empleados de correo y telecomunicaciones.

Subrayo el verbo al que apelan los revolucionarios ecuatorianos: “se prohíbe”. Pero la Argentina cristinista está a la izquierda de todo eso: la Casa Rosada pregona huelga para todos y para todas, todo el tiempo, sin servicios mínimos de ningún tipo. Clasismo hiperburgués de la peor calaña: el “huelguismo” serial, ideología a la que adhieren estas conducciones sindicales de vanguardia avaladas por el Gobierno, sólo castiga a los chicos que se quedan sin clase y a sus padres. Es una praxis eminentemente reaccionaria y corporativa, al servicio de causas inconfundiblemente antipopulares. Dirán que el marco en el que se ejerce el derecho de huelga en España es posible porque a la derecha de Mariano Rajoy sólo está la pared. Vale, pero ¿y el Ecuador de Correa? Aliado principal de Chávez, no dudó en prohibir paralizaciones de tareas que en la asombrosa Argentina son rutina cotidiana. Chapoteamos en mentiras.

© Escrito por Pepe Eliaschev y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 1º de Diciembre de 2012.



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