Sobre prólogos y Sabato…
En estos días hubo algunas discusiones
sobre Sabato y el prólogo de Nunca más. Me parece, sin ser muy sagaz, que
detrás hay otra polémica. En realidad no es una polémica, sino más bien una
impugnación: los derechos humanos en serio vinieron después, en 2003, con los
verdaderos juicios, las condenas sin indultos, sin puntos finales ni
obediencias debidas.
En ese espíritu, el episodio de la firma de Ernesto Sabato en el prólogo no
es un tema de bibliófilos sino, más bien, un intento de apropiación histórica.
La ley de facto de “autoamnistía” de la dictadura (Ley de Pacificación
Nacional) acababa de ser divulgada. Yo estaba con Alfonsín, quien –como solía
hacer en los momentos en que tomaba decisiones con consecuencias serias– giraba
en torno a la pequeña mesa de nuestra oficina. “Vamos a oponernos; escriba algo
y tratemos de sacarlo antes del cierre de los diarios”.
Así sucedió. Luego de la consulta a unos pocos amigos salió el comunicado,
que sostenía la nulidad de la pretendida ley y advertía que, en caso de acceder
a la presidencia, se promoverían juicios contra los responsables de las
violaciones de los derechos humanos.
En cambio, el candidato Luder apoyó la posición de los dictadores y la
mantuvo durante toda la campaña.
Supongo que quienes impugnan el prólogo de Sabato votaron a Luder. Alguna
vez explicarán por qué, luego de escapar a la responsabilidad en tiempos de
peligro, se convierten en héroes de batallas sin guerras. Aquel 1983 era el
momento en que se dividían las aguas en Argentina. Si el tema hubiese quedado
oculto, tapado, habría sido imposible volver atrás. Claro, era peligroso
hacerlo, y no hay dudas de que veinte años después las cosas estaban algo más
tranquilas.
Esta historia es conocida por casi todos, y curiosamente olvidada por
muchos. De todos modos, más allá de las grandes imposturas, hay otras más
pequeñas que es útil desmontar, sobre todo cuando se ha sido testigo de los
episodios que se discuten.
Jorge Federico Sabato, hijo de Ernesto, fue mi gran amigo, hermano, durante
muchos años. Un accidente de auto en 1995 terminó con su vida. Compartimos la
actividad intelectual y política de la Argentina. Me deleité con su música y su
excepcional conocimiento de la historia.
Jorge había escrito una enciclopedia para ayudar a su padre, un renegado de
la física, atrapado por la exploración de sí mismo y la transformación de sus
búsquedas en palabras escritas. Jorge siempre parecía estar escribiendo esa
enciclopedia,
que solía complicar con la creación teórica.
Recuerdo cuando Jorge me comentó que Alfonsín le había pedido a Ernesto
Sabato que presidiera la Conadep y, luego, que escribiera el prólogo del
informe que presentaría la comisión.
Tengo un recuerdo preciso de ese prólogo porque Jorge hablaba mucho con su
padre cuando se trataba de textos que incursionaban en el mundo político. El me
comentó varias veces cómo Ernesto encaraba la redacción del prólogo, y así
conocí su texto.
No sé cuál fue la decisión con la firma; Ernesto pudo perfectamente decidir
no incluirla a último momento, iba y venía cuando tenía que decidir. Lo más
probable es que le haya dicho a Ruíz Guiñazú que lo firmaría y luego, Dios sabe
por qué, cambió de idea.
Pero ése no es el problema ni el tema principal. La cuestión no es la firma
impresa, sino el autor. Si alguien quiere insinuar que no fue Sabato, es
ignorancia o mentira.
Sé que ese texto lo escribió Ernesto, simplemente porque lo vi.
© Escrito por Dante Caputo y publicado
por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 3 de
Septiembre de 2012.
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