domingo, 4 de noviembre de 2012

Inflación de poder... De Alguna Manera...


Inflación de poder...
  

Michel Foucault dedicó su vida al estudio del poder desde casi todas las perspectivas posibles. Y acuñó la figura “inflación de poder” para describir lo que sucede en regímenes autoritarios, desde el fascismo y el comunismo hasta los jacobinos de la Revolución Francesa.

En la Argentina de los últimos años, al mismo tiempo que creció la inflación de los precios creció la inflación de poder del Gobierno. Quizás no sean fenómenos que estén totalmente desconectados. Y quizás tampoco estén desacoplados sus desenlaces.

Al principio, la inflación ayuda a acumular poder porque permite redistribuir arbitrariamente un nuevo impuesto. Luego, para conseguir el mismo efecto hay que aumentar la dosis. Y pasado cierto umbral, la inflación se independiza de sus productores y se les vuelve en contra también a ellos.

Con la inflación de poder sucede algo similar: va subiendo hasta convertirse en soberbia, y pasado determinado punto se hace autónoma de la voluntad del poderoso, a quien le hace perder la autocrítica y el sentido de la realidad.

La contratapa de ayer se dedicó al año de la implementación del cepo cambiario, recordando que en octubre de 2011 parecía lógico que el Gobierno corrigiera el retraso cambiario porque Brasil acababa de devaluar su moneda al 30%, la Presidenta ya había sido reelegida y comenzaban a dar señales de contener el gasto público bajando subsidios. Pero después de pocos titubeos rápidamente fueron por el camino contrario, instauraron el cepo y aumentaron el control de cambio mes a mes.

¿Qué pasó? ¿Por qué el Gobierno prefirió convivir con los riesgos de una inflación alta y un retraso cambiario creciente que más tarde o más temprano podrá explotarle en las manos? La explicación es más política que económica. Para poder corregir el retraso cambiario, pero sin que la devaluación se vaya a los precios, hay que equilibrar con un plan antiinflacionario que reduzca fuertemente el gasto público.

Y el gasto público, mucho más que demanda agregada keynesiana, es la fuente de poder del kirchnerismo, la herramienta disciplinadora con la que se compran o doblegan voluntades. Sin un gasto público creciente, el poder del Gobierno iría diluyéndose. La inflación es funcional al modelo de dominación política que utiliza la caja como arma.

En el libro El poder, una bestia magnífica, Foucault sostiene que “en el siglo XIX nos habían prometido (Marx) que, el día que se resolvieran los problemas económicos, quedarían resueltos todos los efectos complementarios de un poder excesivo. En el siglo XX (la ex Unión Soviética) demostró lo contrario, que se pueden resolver todos los problemas económicos que uno quiera, y los excesos de poder se mantienen”.

 
¿Qué fue en la Argentina lo que creó ese “plus de poder” estatal que representó Néstor Kirchner y ahora profundiza su viuda? El miedo de 2002 (la columna de ayer se titulaba El 2002 aún no terminó). La sensación de vacío de poder que dejó la presidencia de De la Rúa y su caótico desenlace en la crisis de 2002 crearon en la sociedad una demanda de poder fuerte.

Aquella necesidad de recuperación de la autoridad presidencial derivó en una inflación de poder que, para lograr sostenerse, precisó una inflación también creciente de la moneda en la medida en que se iban agotando todos los otros recursos (Anses, reservas del Banco Central, etc.).

Probablemente no se pueda corregir la inflación de la moneda sin corregir la inflación de poder, porque si lo importante es el poder, la inflación es secundaria.

Foucault menciona la vieja táctica política e ideológica “que consiste en tener siempre un único adversario; incluso y sobre todo cuando se combate en varios frentes, es menester procurar que la batalla parezca una batalla contra un solo adversario: hay mil diablos, decía la Iglesia, pero un solo Príncipe de las Tinieblas”.

En la Argentina donde emerge el kirchnerismo como una fuerza centrípeta que atrae para sí todo el poder había (y hay) varios frentes de combate, pero un solo adversario: los que no quieren el progreso de todos. El relato se encarga de unir a todos enhebrándolos en un solo lazo histórico: dictadura, entrega económica al extranjero, empresarios codiciosos locales, derecha, Justicia conservadora y medios. Fondos buitre y Clarín son lo mismo, la antipatria.

Es que el poder tiene efecto de producción de verdad. El vencido (despoderado) lo es porque tiene que aceptar la mentira del vencedor como verdadera (hegemonía); hay en el triunfo un ejercicio de imposición pedagógica.

“Las relaciones de poder –dice Foucault– son relaciones de fuerza, enfrentamiento; por tanto, siempre reversibles. No hay relaciones de poder que triunfen por completo y cuya dominación sea imposible de eludir. El poder es la estratificación de armas que son útiles para un conflicto. Es una fotografía instantánea de luchas múltiples y en continua transformación”. La paranoia es, entonces, la única actitud lógica que se puede permitir quien desee persistir en el poder, porque éste viene siempre aparejado de una resistencia: “Ser órgano de represión es en el vocabulario de hoy día el calificativo casi homérico del poder –dice Foucault–; el poder son acciones sobre otras acciones a fin de interferir con ellas”. La crisis de 2001 y su corolario de 2002, que vació de poder a la política, no hicieron sino reforzar la paranoia intrínseca del poder como guerra, que el kirchnerismo encarna a la perfección.

Desde esta perspectiva, el kirchnerismo se relajó en 2009, olvidó que “el poder se transforma sin descanso” y por eso perdió esas elecciones. La única respuesta posible es “ir por todo”, no hay término medio. Y que se note en un “teatro del terror”, donde la violencia simbólica discipline e inhiba y la agresividad sea herramienta cotidiana.

Pero como la inflación termina logrando el efecto contrario, el mejor ejemplo fue Andrés “el Cuervo” Larroque insultando a toda la oposición en Diputados.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 3 de Noviembre de 2012.

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