Fin K…
Algo muy grande pasó en
la Argentina el jueves, y no fue la elección del presidente de China. El 8N
corporizó lo que ya venían mostrando las encuestas: que Cristina Kirchner
perdió en el último año una parte significativa de la clase media que la votó
en octubre pasado, y que sin el apoyo de ese sector de la sociedad el Gobierno
no sólo no puede aspirar a una re-reelección, sino que cualquier candidato
kirchnerista, incluida la propia Presidenta, perdería hoy un ballottage.
El gráfico que acompaña
esta columna fue publicado en la edición de ayer de PERFIL, dentro de una
columna de Artemio López –director de Equis, la consultora de investigación
social más cercana al kirchnerismo– con otro fin. Pero una segunda lectura de
ese gráfico permite comprender el futuro de la política argentina. La mitad del
54% de los votos que la Presidenta obtuvo en octubre de 2011 es no peronista:
8% provino de kirchneristas no peronistas, y 42% de personas que no son ni
peronistas ni kirchneristas, independientes que se sumaron coyunturalmente, los
que en conjunto Equis denomina “agregado volátil”.
Esto demuestra que
Cristina Kirchner no sólo no podría ganar una elección sin el apoyo de la clase
media, sino que tampoco podría triunfar sin la clase media ningún candidato
peronista (por eso Scioli calló sobre el 8N), aun si se juntaran todas las
líneas del PJ. Esto coincide con los cálculos del asesor electoral del PRO,
Jaime Durán Barba, quien sostiene que en sus encuestas siempre le aparece que
los peronistas –o sea, personas que votan por el peronismo en cualquier
circunstancia– son sólo el 25% del total de la población. La mitad del 54% de
Cristina Kirchner en octubre pasado da 27%.
Esto que Néstor Kirchner
tuvo tan claro al construir la transversalidad, ¿puede ignorarlo su sucesora?
Claro que no, por eso desde estas columnas se viene conjeturando que Cristina
Kirchner no trabaja para la re-reelección sino para la historia, ya que su “ir
por todo” no es útil electoralmente, o por lo menos es muy riesgoso porque
fortalece el vínculo con el núcleo duro de sus votantes, que igual los tendría
(redundancia), y aleja al agregado volátil sin el cual el modelo K finaliza en
2015.
El peronismo es un
hacedor de clase media: Perón en los 50, Menem en los primeros años de los 90,
al recuperar a los caídos de la hiperinflación de los 80, y el kirchnerismo,
que redujo la clase baja del 22% en 2004 al 14% en 2011, aumentando la clase
media en igual proporción. Pero quizás el modelo K, como la convertibilidad de
Menem, encontró su punto de obsolescencia y ahora, para darles a unos, no le
quede más alternativa que sacarles a otros (hasta 2011 mejoraron también las
clases media, media alta y alta). Antes del 8N, Cristina Kirchner dijo: “La
clase media muchas veces no entiende y cree que separándose de los laburantes,
de los morochos, le va a ir mejor”. Y ya después del 8N, el Cuervo Larroque
sostuvo: “Quienes más se quejan no son los que menos tienen, sino los que la
están pasando bastante bien”.
Hasta 2011, con el modelo
K habían ganado casi todos los sectores sociales, y ahora, para que los más
necesitados no pierdan, los del medio deben perder. Esto tiene múltiples
consecuencias: por un lado, la propia bronca de quienes ven amenazado su nivel
de vida; y por otro, la creciente indignación que produce la fortuna de la
Presidenta y el enriquecimiento de sus colaboradores, algo tolerado mientras la
economía de todos mejoraba.
En el 8N, un manifestante
expresó: “Los Kirchner justificaron que se habían dedicado a hacer dinero en
sus comienzos porque la política requería recursos, pero ahora que ya llegaron
a la presidencia, la fortuna que aumentan ya es para ellos. Nos quitan la plata
a los que trabajamos para dársela a los que no trabajan, ¿por qué no da primero
la de ella?”.
Aquí surge el segundo
factor de agotamiento del modelo K, no ya el económico sino el social. Antes de
la crisis de 2001 los políticos del PJ sabían que la clase media estaba en
contra de que se les dieran subsidios sistemáticos a personas que no
trabajaran. La proliferación de la pobreza en 2002 generalizó un sentimiento de
solidaridad que produjo culpa en aquel que no estuviera dispuesto a resignar
parte de lo que le sobrara. Doce años después de aquella crisis y una década
después del mayor crecimiento acumulado de la historia, la relación entre
solidaridad y culpa naturalmente se ha modificado. No tomar nota de ello sería
un gran error para cualquier político.
Por ejemplo, los
jubilados que marcharon el 8N pidiendo el 82% móvil (aunque movilizados por la
Uatre) representan a muchos más que sienten que ya no es tan justo que ellos
sigan cobrando menos de lo que les corresponde mientras el Gobierno utiliza los
fondos de la Anses para pagar jubilaciones a quienes no aportaron o para otros
fines menos directos.
La sábana corta: mientras
todo crecía, el plan felicidad era un bálsamo frente a todas las demandas. La
continua inflación encogió la sábana, y ya no cubre a todos de la misma manera.
El crecimiento del
producto bruto para el próximo año prevé ser moderado, lo que indica que el
kirchnerismo no volverá a tener años de “tasas chinas” quizá durante todo lo
que resta de su mandato. De ser así, se podrá comprobar lo que dijo la
Presidenta tras el 8N acerca de que los dirigentes se ven en los momentos de
dificultades, porque le esperan muchas.
Paralelamente, no tiene
opción; el Gobierno no podría responder a las demandas del 8N sin al mismo
tiempo destruir su identidad. Fue tan enfático en su relato, que impide
cualquier margen de flexibilidad. Hoy –no era así antes de 2008–, si tratara de
reseducir a la clase media que se aleja espantada, terminaría perdiendo la otra
mitad de sus votantes, que integran el núcleo duro de su apoyo.
Les queda Scioli. Siempre
y cuando Sergio Massa no se decida a armar una lista del PJ no K para las
elecciones legislativas de 2013 en la provincia de Buenos Aires y, de ganar, no
modifique todo el mapa político actual. Pero, aun si fuera Scioli el heredero
de 2015, el modelo kirchnerista igual pasaría a retiro.
El narcótico ideológico
del relato ya no produce el mismo efecto. El duelo ya cumplió dos años. Le
quedan algunos días de gloria (¿el 7D?), pero cada vez serán menos.
© Escrito por Jorge Fontevecchia y
publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado
10 de Noviembre de 2012.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Por favor, indicar Nombre Completo y Lugar de Origen. Muchas Gracias