El valor de la protesta, siempre…
i) Escucho a viejos compañeros de ruta
(...) renegando del valor de la protesta, porque la protesta, la que llega
mañana, no les gusta. Me da pena verlos argumentar, diciendo que la democracia
se juega en las elecciones, y que los que protestan -aunque no lo digan- deben
estar pensando ideas horribles.
ii) Contra lo que ellos dicen, defendemos
acá el valor de toda protesta, aún de las protestas con las que uno no coincide
total o parcialmente. En países como el nuestro, con el sistema político tomado
por burócratas y adulones, y por un poder judicial siempre interesado en
defender, primero, los propios privilegios, la ciudadanía suele encontrar las
puertas cerradas para todo reclamo. Cuando el poder define como lícitos sólo
los caminos que controla, no es extraño que el pueblo opte por vías
alternativas, extra institucionales, muchas veces de desafío al derecho
vigente, para hacerse escuchar.
La alternativa que deja el poder es clara:
tratar toda protesta como ilegítima, como ilegal, o sino ignorarla. Pregúntenle
a los jubilados, que ya sin fuerzas, son obligados por el gobierno a peregrinar
ante los tribunales para rogar que les den lo que les corresponde y que el
gobierno les niega, porque usa sus recursos para financiar propaganda y
servicios de inteligencia. Hay que salir a la calle, y el poder tiene que estar
dispuesto a escuchar a los que salen a la calle. La democracia empieza con el
voto, no termina allí, por más que les pese a estos neo-conservadores que se
creen de avanzada.
iii) Imaginemos, sin embargo, una marcha
con cuyo contenido sustantivo estemos parcial o totalmente en desacuerdo.
Pienso, por caso, en la marcha "Blumberg" sobre la seguridad. Qué
debemos pensar, frente a ella, los que estamos del lado de la protesta? Ante
todo, cuando la ciudadanía se moviliza masivamente, como entonces, debemos
hacer un esfuerzo especial por leer la protesta a su mejor luz, en su mejor
versión. El gobierno y los aplaudidores, en cambio, la demonizan, leyéndola en
su peor versión posible: "son todos fascistas", "quieren pena de
muerte", "están con la dictadura". Pero lo cierto es que
cualquier marcha puede ser demonizada de ese modo.
Los adulones del poder,
frente a la "primavera árabe", podrían decir "son
fundamentalistas religiosos", "son violentos", "están cargados
de odio." Frente a la "primavera de Praga," y siempre del lado
del poder, hubieran dicho "quieren que vuelva la desigualdad,"
"son pro-capitalistas." Se equivocan siempre. Aún la marcha de
Blumberg puede ser bien leída, porque encierra reclamos importantes: familias
destrozadas por la inseguridad, madres sin hijos, hijos sin padres, que quieren
vivir en paz, que quieren que se les asegure un derecho básico a la integridad
física, que aborrecen del obvio pacto entre política, policía y narcotráfico. El
gobierno, en cambio, promueve otra lectura: "son los últimos vestigios de
la ultraderecha que muere," "son los que extrañan a Videla". Dan
pena.
iv) Todas las principales consignas de la
marcha convocada para mañana ("contra los abusos", "contra la
corrupción," "contra la re-reelección") representan demandas
absolutamente generalizables y sensatas. Por eso el gobierno necesita hablar de
"lo que deben estar pensando realmente", "lo que no quieren
decir". Es que quieren que hagamos el ejercicio de imaginar lo que piensa
la Presidenta, cuando se junta con sindicalistas o le hablan de demandas
indígenas? Lo que piensa Berni, cuando reprime? Lo que piensa Schiavi, frente a
la muerte de 50 trabajadores en los trenes que él no controló?
v) Luego de haber hecho el esfuerzo por
entender qué de importante hay en la protesta, el poder debe procesar esa
demanda, conforme a los mejores principios constitucionales que rigen su
conducta. Frente a la protesta de Blumberg deberá decir entonces, por ejemplo:
"pongamos fin al pacto entre política y narcotráfico," "cuidemos
los derechos de todos (también los de los delincuentes)",
"reconozcamos la urgencia del problema de seguridad, que requiere resolver
problemas de desigualdad." Alguien dirá: esto es utopía, la gente no piensa
así. Se equivoca. Siempre cito la curiosa estadística que me comentaba Gabriel
K., luego de la crisis del 2001: un 80 por ciento de la ciudadanía reconocía
que el origen del aumento de la inseguridad tenía que ver con incrementos en
desigualdad...pero como solución al problema no pedía igualdad (aún
reconociendo, ella misma, que allí estaba el origen del problema), sino mano
dura.
Ahí está la labor del dirigente, retomar esos conocimientos y procesarlos
del modo constitucionalmente apropiado. Nótese, sin embargo, que el
kirchnerismo obró en ambos casos del peor modo: primero demoniza la protesta, y
luego -es lo que hizo en el caso Blumberg- en lugar de procesar las múltiples
demandas entonces presentes, del modo constitucionalmente más aceptable... convirtió
en ley las peores propuestas derivadas de la marcha¡¡¡ Eso es, exactamente, el
máximo paradigma de lo que NO se debe hacer. El kichnerismo actuó frente a la
protesta, como suele hacerlo, del peor modo imaginable.
vi) Los adulones, sin embargo, que ya no
conocen la calle porque ahora ven la ciudad desde detrás de vidrios polarizados
(pobre la Presidenta, que no se anima a recibir a alguien que la critique,
pobre Boudou, que no puede salir a la calle, pobre Bossio, corrido desde su
lujoso auto por un grupo de jubilados¡), prefieren denunciar conspiración. Se
preguntan a quién beneficia la protesta. Más les valdría preguntarse a quién
perjudica. Les digo algunos nombres: perjudica a Cirigliano, y los negociados
del gobierno con el transporte; perjudica a los empresarios megamineros que
necesitan a un gobierno adicto; perjudica a Boudou, a Jaime, a López, y a todo
el empresariado corrupto que pacta con el gobierno; perjudica a los Insfrán,
asesino de indígenas; perjudica a los Urtubey, con su educación pública
religiosa; perjudica a los Alperovich, y a tantos gobernadores que ven la
política como negocio. En definitiva, no es éste el modo de pensar la protesta.
Siempre podemos y necesitamos aprender de la protesta, no repudiarla. El
pueblo, como decía Locke, suele adoptar una actitud comprensiva y pasiva frente
al gobierno. Por eso es tan importante prestar atención cuando en todo o en
parte se pone de pie.
vii) Pensar sobre la protesta, siempre,
requiere pensar sobre democracia. Desde acá pensamos la democracia desde el
ideal de una discusión inclusiva, sin voces excluidas. Por eso defendimos
siempre la protesta piquetera, en una sociedad que los margina. Por eso
defendemos que se escuchen todas las ideas, aún las que no nos gustan: no para
que pierdan el tiempo hablando, sino porque podemos estar equivocados. Por eso
creemos que el Congreso debe estar atravesado por la disidencia y marcado por
el mutuo aprendizaje. La democracia necesita todas las voces, pero no como
consigna: el gran test para saber si el poder se toma en serio o no la
disidencia es ver qué hace con las ideas que no les gusta: las toma en cuenta,
aprende de ellas, o las ignora, las margina las repudia? Todo lo demás es
verso. La democracia debe alimentarse, sobre todo, de las voces de los críticos,
y por ello esas voces necesitan de una especial protección. Las decisiones
válidas, por su parte, necesitan nutrirse especialmente de pensamiento crítico:
por eso el Congreso debe dar lugar amplio para tales voces, y las mayorías
deben atender esos reclamos, o dar justificada respuesta de por qué no los
atiende. Ésta, claramente, no es la concepción de la democracia que defienden
el gobierno y sus amigos.
Por ello, en el Congreso no se interesan por
discutir: simplemente imponen, porque asumen que no tienen nada que aprender de
sus críticos. Por ello piensan la Ley de Medios no desde el compromiso con la
diversidad, sino de la mano de los empresarios que simbolizan, hasta la
caricatura, la corrupción en la historia argentina reciente: Manzano y Moneta.
Por ello quieren invisibilizar a los qom, y urgidos los borran de la 9 de
julio. Por ello ahora hablan sólo de elecciones, y criminalizan a la protesta,
y procesan a los piqueteros, y encierran a mujeres y niños en Campo de Mayo, y
denuncian en público a los que los contradijeron, y mandan a la AFIP a
perseguir a los que hablaron en contra, y usan los servicios de inteligencia
contra los que piensan diferente. Ellos ven a la democracia como la ven los
conservadores: como elecciones periódicas, y el que gana se lleva todo. Y que
los movimientos de protesta se organicen en un partido político, y se animen a
ganarles las elecciones. Difícil encontrar una concepción más conservadora de
la democracia, una aproximación más pobre al ideal del debate inclusivo y robusto,
una visión más limitativa de la protesta.
©
Escrito por Roberto Gargarella y publicado por http://seminariogargarella.blogspot.com.ar
el miércoles 8 de Noviembre de 2012.
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