Cuando Harvard fue La
Matanza...
Las dos charlas que la
Presidenta tuvo con alumnos de las universidades de Georgetown y Harvard no se
destacaron por las definiciones políticas concretas que dejaron –más bien todo
lo contrario–, pero han servido para marcar los límites de un estilo de
comunicación política que al kirchnerismo le había resultado tremendamente
eficaz.
Ese estilo, inaugurado
por Néstor Kirchner y corregido y aumentado por Cristina Fernández, puede
sintetizarse como el de la “presidencia inmediata”. Una presidencia en la que
el Gobierno se comunica directamente con la gente, sin tipo alguno de
intermediarios (mediáticos, políticos u organizativos), que en su peculiar
visión “sólo podrían distorsionar lo que quiere transmitirse”.
Gracias a esa estrategia,
el kirchnerismo convirtió la política en una disputa comunicativa por la
“legitimidad del mensajero” y no por la “veracidad del mensaje”, que descentró
del debate público a los políticos opositores, haciéndolos aparecer como
personeros de los “intereses privados de las corporaciones mediáticas”.
Sin embargo, esa
estrategia comunicativa dependía de una utopía sociológica: una perfecta
comunión entre la gente y el Gobierno. Un simulacro de armonía total que
funcionó mientras las movilizaciones fueron sólo oficialistas y del otro lado
no había más que silencio. Sin embargo, la emergencia en este último mes de
demandas “colectivas” y “espontáneas” ha puesto en jaque la eficacia de la
“presidencia inmediata”.
Dos fueron los
acontecimientos que, sucedidos con pocos días de diferencia, han sumido al
dispositivo comunicacional del Gobierno, central en su estrategia política, en
una profunda crisis. Uno fue la multitudinaria e inesperada participación de la
“gente” en el cacerolazo del jueves 13 que reclamó con éxito eso de “si éste no
es el pueblo, el pueblo dónde está”; el otro ocurrió lejos y protagonizado por
un actor político tan impensable como puede serlo un inofensivo grupo de
estudiantes de posgrado de dos prestigiosas universidades estadounidenses.
Las preguntas de los
alumnos de Georgetown y Harvard fueron letales precisamente por que expresaron
inquietudes, interrogantes y demandas que muchos de los argentinos hubieran
querido formularle en persona a la Presidenta.
Más allá de la
nacionalidad de esos “chicos”, más allá de formar parte de una “élite”
estudiantil internacional, la queja de la Presidenta de que sus preguntas
fueran más para la “Universidad de La Matanza que para la Universidad de
Harvard” reveló su incomodidad política ante lo que no podía estar sucediendo,
una vez más. Que lo “inmediato” se volviera en contra de la “presidencia
inmediata” y que la “gente” fuera crítica de un “Gobierno de la gente”.
Todo cuando ya parece muy
tarde para el kirchnerismo revalorizar esas mediaciones clave que en una
democracia –y pese a la virtualidad imperante– siguen siendo los partidos, el
periodismo y las organizaciones sociales.
© Escrito por Luis Tonelli, Politólogo y Director
de la carrera de Ciencia Política en la Facultad de Ciencias Sociales (UBA) y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires el domingo 30 de Septiembre de 2012.
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