Envenenados…
Todo sucedió en
una misma edición, caso curioso de acontecimiento duplicado en una sola
jornada. Lo hizo PERFIL o, mejor dicho, le pasó a PERFIL, y se trata de un
procedimiento que vale la pena subrayar, destacar y visibilizar. En esencia,
demuestra el océano de acrimonioso veneno que ha sido inyectado en las venas
cerradas de la Argentina. En la edición del domingo pasado, 14 de octubre,
PERFIL dedicó el título de su portada, lugar elegido por los editores para los
temas y firmas que juzgan más importantes, a una gran foto del profesor
británico Ernesto Laclau (1935), bajo la cual la frase en caracteres más
pesados era “Operativo clamor en la Corte”. Arriba de la foto de Laclau, que ha
vivido más de la mitad de su vida en el Reino Unido, la volanta rezaba: “Así
piensa el padre filosófico del cristinismo”. Una frase de Laclau era
reproducida como epígrafe de su foto: “El constitucionalismo busca mantener el
poder conservador”.
El texto
propiamente dicho ocupó una página y media de este diario. Eran 2.454 palabras
(15.279 caracteres con espacios), más del doble de lo que ocupa esta columna
semanal. Pero Laclau aparecía firmando algo que él no había enviado a PERFIL.
Como explicaba correctamente el diario en nota al pie, se trataba de la
transcripción de la conferencia del teórico en el ciclo “Debates y combates”,
ofrecida el viernes 12 en Tecnópolis y financiada por la Secretaría de Cultura
de la Nación. Al pie, la productora del trabajo, Silvina Márquez, puntualizaba
prolijamente: “Laclau se niega a dar entrevistas a PERFIL”.
Ese mismo día,
el excelente suplemento Cultura de este diario, editado por Guillermo Piro,
dedicó dos de sus 16 páginas (6.190 caracteres con espacios, en 1.054 palabras)
a reseñar una antología crítica de la poesía de los años 90 titulada “La tendencia
materialista” y publicada por la editorial Paradiso. El artículo, firmado por
Gonzalo León, fue titulado “La visión marxista de la creación poética”. El
texto comentaba con lujo de detalles los trabajos poéticos de Alejandro Rubio,
Fernanda Laguna, Sergio Raimondi, Martín Gambarotta, Fabián Casas, Washington
Cucurto y Juan Desiderio. Pero hubo un problema, que León tuvo que destacar al
pie de su trabajo. Los compiladores (Violeta Kesselman, Ana Mazzoni y Damián
Selci) le dijeron al redactor que “por el momento no queremos hablar para
PERFIL, ni para La Nación ni para Clarín”.
No es la primera
vez, ni será la última. He visto con admiración no exenta de desconcierto los
magnos esfuerzos hechos por este diario, y sobre todo por su fundador Jorge
Fontevecchia, para acercar a estas páginas el pensamiento y las ideas de
intelectuales y comentaristas adictos al Gobierno, a quienes se les ha deparado
aquí larguísimas páginas para que se expresen. En este diario han hablado
cuanto y de lo que quisieron, figuras como Ricardo Forster. Horacio González y
José Pablo Feinmann, para mencionar a los oficialistas más mediáticos e
incontinentes del micrófono. No una, sino en muchas oportunidades, han sido
consultados y sus palabras han sido reproducidas aquí. Este es, además, el
diario que ha premiado a Horacio Verbitsky, quien al recibir el galardón hace
dos años lo primero que hizo fue anunciar desde el podio que él discrepa
totalmente con lo que calificó como “la ideología (sic)” de PERFIL.
No pueden
consigo mismos, son irremediables. Atosigados de vociferante odio interior,
abominan incluso de quienes los convocan para que se expresen. Calculo que
PERFIL publicó las palabras de Laclau atendiendo a que es la figura intelectual
más lustrosa del cristinismo. Se lo suele considerar como el pensador más culto
y riguroso del oficialismo. No pienso lo mismo que PERFIL; antes bien, Laclau
me parece superficial, antiguo, pedante y –sobre todo– profundamente
democrático. Pero lo importante es que este medio tuvo que apelar a grabar las
enormidades de este anglo-argentino, porque él no se dignó a conceder un
reportaje a quienes considera enemigos. De antigua prosapia trotskista, este
Laclau es una caricatura pintoresca de Lev Davidovich Bronstein, un sofisticado
intelectual judío que amaba la polémica y procuraba el debate. Laclau se enrola
más bien de la raigambre ideológica del asesino de Trotsky, Stalin. Los
compiladores (¿camporistas?) de esos poetas marxistas se perfilan como el
equivalente argentino de los temibles guardias rojos de China, que hace cuatro
décadas quemaban obras y producciones artísticas al compás de la “gran
revolución cultural” desatada por la tiranía de Mao.
¿Incurables? Sí,
eso son hoy, al menos en lo actitudinal, irremediablemente embriagados de un
mesianismo grueso y persistente, que se turbopropulsa a sí mismo. Para estos
nuevos mandarines, o se es tropa o se es enemigo, no hay opciones. ¿Cómo van a
darle un reportaje a PERFIL? ¿Cómo van a dignarse a hablar con un medio cuyos
periodistas y columnistas somos una pútrida carne de cañón al servicio
mercenario de intereses “destituyentes”? Proceden y razonan desde un
antiliberalismo rancio y hosco: no hay debate de ideas, hay guerra. El rival es
enemigo porque no le reconocen entidad civil. Recuerdo la torpe chanza de
Ricardo Forster, cuando en un programa de televisión que nos juntó una noche,
meses después de que Néstor Kirchner le ordenara a Alberto Fernández que me
echara de Radio Nacional, se me acercó y me dijo, risueño: “Vos deberías tener
un programa en Radio Nacional”. Cuando le aclaré que era ridículo su sarcasmo,
que ya me habían expulsado, pero que lo importante es que en el disco rígido de
la tropa mediática oficial lo central es manejarse sin pensamientos diferentes,
me preguntó: “¿Por qué decís eso? La otra noche en 6,7,8 me cruzaron con Sandra
Mihanovich, que no es kirchnerista...”.
Desde un
pensamiento liberal, ofrecer todas las perspectivas es natural, además de
recomendable. El conflicto deriva de los lenguajes diferentes, cuando son meras
arquitecturas retóricas que encubren un totalitarismo visceral. Desde ese lugar
sombrío y belicoso surge una paranoia sistémica: un reportaje es una trampa, un
periodista no adicto es un operador enemigo, un medio no colonizado es un campo
minado. El veneno es implacable, no hay neutralidad, sólo hay conflagración.
Melancólica resignación a la hora de hacerse una pregunta fatal: ¿cuál será la
frontera entre la ingenua rectitud y la candorosa funcionalidad a los proyectos
antidemocráticos? ¿No estaremos ante un auténtico choque de civilizaciones?
© Escrito por
Pepe Eliaschev y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires el sábado 20 de Octubre de 2012.
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