"Para los pobres, la inflación ya es del 30 por ciento"...
Visión. "El pensamiento único es siempre negativo. Por eso yo creo
que hoy, en Argentina, uno de los grandes desafíos es lograr juntar un centro
grande que se escape de los extremos".
Dice que el Gobierno vive una “ficción total” con la inflación.
Advierte que un país con una sociedad dividida no progresa. Cree que se
necesita un “gran centro”, y que hoy la gran prioridad es evitar la reforma
constitucional.
Llueve torrencialmente sobre Buenos Aires y desde los
antiguos ventanales de las oficinas del ex ministro de Economía contemplamos
cómo el tránsito de la Avenida 9 de Julio se vuelve incesante mientras nos
demoramos en una larga charla.
—¿Qué va a pasar con
la inflación en 2013? Sabemos que, por principio, el kirchnerismo buscará
aplacarla en un año eleccionario.
—En realidad, hay una renuencia a aceptar la realidad. La
inflación es un mal desde el 2007. O sea que vamos ya por el sexto año
consecutivo. Pero no es sólo el problema de la inflación. Es un tema más
amplio. En un momento se dijo “truchemos todos” y parece ser que muchos, en el
Gobierno, ¡lo hacen! Hay, incluso, diferencias en cuanto al número de chicos
desnutridos en Argentina. Me refiero, por ejemplo, a diferencias de ¡entre 750
mil y un millón y medio que se dan entre el Gobierno y ONG privadas! De manera
tal que el problema es más grave. Hay un alejamiento de la realidad que
preocupa porque empezó con la inflación, pero se ha ido extendiendo
prácticamente a todos los datos de la realidad política y social del país.
—Sí, hay una especie
de batalla campal contra las asociaciones encuestadoras de precios. Esta semana
le ha tocado a Adelco, que llevaba más de veinte años publicando precios y
encuestas.
—Claro, claro… por eso digo que hay un enamoramiento del
“relato” y que el “relato” y la “realidad” ¡sólo tienen en común sus dos
primeras letras! En cuanto al resto son absolutamente distintos. El relato es
imaginación. Una formulación que seguramente va a ser sometida a un revisionismo
histórico en su debido momento, lo cual será muy duro, precisamente porque ese
“relato” está demasiado alejado de la realidad cotidiana de los argentinos.
—Y a propósito de
“relato y realidad”, ¿cómo no sabía la Presidenta de la Nación el tipo de gira
que iba a emprender por las universidades norteamericanas?
El doctor Lavagna
suspira:
—A ver… hay quienes dicen, en el mundo del psicoanálisis y
la psiquiatría, que muchas veces se presentan dos clases de pacientes: unos son
los que construyen castillos en el aire y, otros, un poco más delicados, son
los que se van a vivir a los castillos que han construido en el aire. Algo de
esto pasa. Al relato interno se le ha agregado un desconocimiento muy profundo
de la realidad regional y mundial y entonces terminan pasando estas cosas como
las que han ocurrido. Son una pérdida de oportunidades muy grande de poner a la
Argentina en el escenario internacional adecuado. A veces esto es una cuestión
de contenido, pero también es una cuestión de forma. Por ejemplo, la Presidenta
le dio una respuesta dura a una impertinencia que tuvo la responsable del Fondo
Monetario Internacional (N de R: Christine Lagarde), y esto a mí no me llama la
atención porque, durante los casi cuatro años que estuve en el cargo, me tocó hacerlo
en varias oportunidades. Esto ocurre porque los funcionarios, a veces, se ponen
impertinentes y hay que, para hablar en criollo, “pararles el carro”. Pero, ése
es el fondo. Luego, también están las formas: no se usa la tribuna anual de las
Naciones Unidas para dar esa respuesta. Eso se hace en una simple conferencia
de prensa. Y ese tipo de desajuste (dentro de lo que es habitualmente el mundo)
termina generando luego incomodidades para quien comete esos errores y también,
como decía antes, le hacen perder al país cierta oportunidad.
—Bueno, doctor, no
nos olvidemos (y creo que el dato es correcto) que, hasta el advenimiento
presidencial, los Kirchner no se habían interesado nunca por conocer Europa. Y
no creo que fuera por falta de medios.
—Sí, efectivamente. Hay ahí un problema para entender la
realidad del mundo. Mire, la Argentina es un país maravilloso. Con un potencial
extraordinario. Tanto por sus recursos naturales como por sus recursos humanos.
Pero su dirigencia no ha querido (o no ha sabido) y no digo “no ha podido” ¿eh?
No ha querido transformar esa potencialidad que tiene el país en algo real en
beneficio de todos sus habitantes. Y esto tiene que ver, por un lado, con una
cierta incapacidad de intentar comprender en cada momento cuál es la situación
internacional y, en nuestro caso, también la situación regional. Tiene que ver,
creo, con una visión excesivamente cortoplacista. Y, muchas veces, también con
una visión cargada de ideología. En ciertos casos, ideología conservadora (como
ocurrió en los años 90) y, a veces, con esta fantasía pseudoizquierdista de
hoy. Tiene que ver, insisto, con confundir el discurso con la gestión. Mire, la
actividad de un gobernante (y particularmente de un estadista) no termina con
el discurso. Empieza “con” el discurso. Luego viene todo el proceso de
gestionar. Pero estas cosas (no entender al mundo; el cortoplacismo; la falta
de gestión) hacen que un país excepcional como el nuestro esté siempre por
debajo de su potencial.
—¿Se podría comparar,
doctor, con esa visión de que “quien no piensa como yo es mi enemigo”? ¿Es no
poder usar la palabra “adversario” sino “enemigo”? Son términos muy distintos,
¿no?
—Por supuesto. El pensamiento único (venga del lado
ideológico que venga) es siempre negativo. Por eso yo creo que hoy, en
Argentina, uno de los grandes desafíos que se nos presentan como sociedad es
lograr juntar un centro grande que se escape de los extremos. De los extremos
conservadores, a veces un poco retrógrados y también de ese populismo infantil
que siempre termina fracasando con el populismo de centroizquierda. Entonces,
el gran desafío es ver cómo, para los temas fundamentales, los pueblos se unen.
Después, cada cual mantendrá su posición y sus diferencias pero, para los temas
fundamentales, es importante contar con un centro grande que permita,
justamente, dar vuelta la situación. Argentina es un país que, cada diez o doce
años, puede duplicar su ingreso. O su producto bruto, como decimos los
economistas. Imagínese usted si, cada doce o quince años, la generación
correspondiente fuera capaz de duplicar el ingreso de los argentinos, el país
sería distinto en todo sentido. Y esa posibilidad “está”. Y también la estamos
dejando pasar.
—Y a propósito de
posibilidades, en agosto la inflación del IPC Congreso dio 1,91 y, en
septiembre, estaría dando 2,4. ¿Puede ser?
—Hoy una tasa real de inflación, me refiero a una tasa
anual, está en el orden del 25%. Con un agregado importante: los sectores más
pobres son siempre los que más sufren con la inflación y cuando uno va a la
canasta de alimentos y a la canasta básica (no al total de la canasta de
bienes) ahí la tasa de inflación estimada por los privados supera el 30%. El 25
es el promedio para todos los sectores medios, pero los sectores de menores
ingresos ya están por encima del 30%.
—Si volvemos al
discurso presidencial en Estados Unidos, recordamos que la Presidenta señaló
que una inflación del 25% haría estallar el país.
—Bueno, como le decía, ése es el “relato”. La realidad es
otra y no se lo digo yo, ni tampoco se lo dicen algunos sectores que pueden ser
calificados de opositores. Lo dice el propio futuro secretario general de la
CGT; el anterior secretario general de la CGT que habló del efecto “changuito”
de manera que, sobre ese tema, ya no se discute. La ficción es total. No hay
nadie que tenga dudas sobre esto.
—Volviendo al año
2013, no sé si me equivoco al recordar que los K en tiempos electorales siempre
priorizaron el tipo de cambio. ¿Esto ocurrirá el año que viene con las
legislativas?
—Lo que ocurre es que, cuando se intenta construir sobre la
base de las cosas que no son reales sino del relato, empiezan a crujir todas
las estructuras porque, imagínese usted un dólar que ya por sexto año
consecutivo evoluciona detrás de la inflación, le está haciendo perder
competitividad a la economía argentina. Por eso, hasta las propias estadísticas
oficiales, empiezan a mostrar que hay una suba del desempleo. Efectivamente, ha
habido pérdida de puestos de trabajo en el sector privado porque la
competitividad se encuentra muy afectada. Todavía en las estadísticas totales
de empleo se nota menos porque el Estado se ha convertido en el orden
municipal, provincial y nacional, en el único empleador efectivo de los últimos
años.
—Volviendo al
discurso presidencial, cuando la doctora Kirchner consideró que el llamado
“cepo del dólar” era un invento mediático también dijo que antes de “las
restricciones” cualquiera podía comprar dos millones de dólares, lo cual
resulta simbólico ya que ésa fue la cantidad (según propia afirmación) que
había adquirido el doctor Kirchner, quien, por su condición de cónyuge
presidencial, tenía acceso a información reservada.
—Lo que hay detrás de eso es una visión de que el Gobierno
puede manejar los deseos de la población. Yo veo que de la Presidencia se dan
algunas cifras diciendo “bueno, se vendieron 80 mil millones de dólares” Y eso
no significa nada. ¿Cuánto quiere la población? Eso es lo que importa. “Cepo”
existe cuando los ciudadanos no pueden disponer libremente de sus bienes para
hacer una transacción que, según la ley argentina, es legítima. De manera tal
que el “cepo” es el “cepo”. Por más que no les guste. Son cosas que no sirven.
Por eso hay un dólar oficial y un dólar llamémoslo como se quiera. Un dólar
real con una brecha entre los dos que está en el 30 o 35%. Con esto pasa lo
mismo que con la inflación: hay valores distintos.
—¿Qué expectativa de
crecimiento podemos tener como país?
—Para no perdernos solamente en la coyuntura desde la salida
de la gran crisis de 2001, principios de 2002, ha habido dos etapas muy claras:
una etapa Duhalde-Lavagna-Kirchner con una tasa promedio de crecimiento de 8,9%
a lo largo de cuatro años y medio y una etapa Kirchner-Kirchner, a partir de
2007, con crecimiento por debajo del 4%. Bueno, estamos en esta segunda etapa
que no va a ser muy distinta de ese promedio. Y esos numeritos: 4 versus casi 9
significan una diferencia profunda. Si uno crece a tasas del orden del 8 o 9%
duplica el ingreso de los argentinos cada 9 años. Si uno crece por debajo del 4
(entre 3,7 y 4%) duplica cada veinte años. Hay que hacer la diferencia: lo que
se puede hacer en nueve o diez años, tarda veinte. Y el año que viene está dentro
de esa tónica. La tónica de la segunda etapa que es crecer por debajo del 4%.
El año que viene va a estar dentro de esa tónica.
—¿Y Brasil cómo va a
estar?
—Brasil va a estar un poco mejor, pero no con cifras muy
diferentes de las argentinas. Brasil ha cometido (desde mi punto de vista) un
error (sobre todo durante la segunda mitad del gobierno de Lula) que fue un
atraso cambiario importante. El real se revalorizó (tal como había pasado en
Argentina en la época de la convertibilidad) frente al dólar y esto le hizo
perder a Brasil una gran competitividad. La presidenta Dilma, con una gran
percepción de la realidad y con mucha inteligencia, ha ido con sus funcionarios
manejando esto (el real se ha devaluado un poco y se ha recuperado un poco del
atraso) pero el impacto de los años pasados está ahí. Fíjese usted que, cuando
Lula asumió el real era del orden de los 3,50 por dólar y hoy estamos hablando
todavía de 2 reales por dólar. Entonces ésa es una revalorización de la moneda
nacional que no se corresponde con la productividad efectiva de la economía.
Eso hace perder mercados. Afuera y en el país. Pero, en todo caso, en Brasil la
presidenta ha reconocido el error, no hizo de esto ningún discurso; ni hizo un
harakiri público, ni criticó al presidente anterior. No hace falta hacer todas
estas cosas. Simplemente se dio cuenta que había que empezar las correcciones y
es lo que se está haciendo. Todavía le queda un camino por andar. La diferencia
entre Brasil y Argentina hoy es que Brasil va en el camino de hacer las
correcciones necesarias y Argentina, por ahora, transita por el camino de
profundizar los desajustes.
—¿Y Uruguay?
—Uruguay tiene las complicaciones propias de contar con dos
vecinos tan grandes como Argentina y Brasil. De todas maneras ha hecho las
cosas, en mi opinión, con mucha inteligencia y está aprovechando un momento
internacional que es muy favorable a nuestros países.
—Volviendo a usted
como político, Lavagna, usted sabe bien que es el eterno candidato del
justicialismo disidente. ¿Es cierto que justamente el justicialismo disidente
va a alguna negociación para un acuerdo electoral?
Lavagna hace una
ligera pausa.
—A mí no me gusta mucho lo de “disidente” porque disentir a
veces es relativamente fácil. Oponerse es todavía más fácil. Oponerse de manera
rabiosa, también. Pero tiene que ser el justicialismo alternativo al que
gobierna. O a quienes gobiernan. Porque en mi opinión (y me puedo equivocar) la
población lo que está esperando es una alternativa de gobierno. No se conforma
simplemente con el “no me gusta” o “que se vayan”. Ese tipo de expresiones que,
a veces, se escuchan. Lo que necesita el grueso de la población es una
alternativa de gobierno que sea creíble y que esté ubicada en ese centro grande
del que le hablaba.
—Pero parece que los
argentinos tenemos dificultades con lo de un centro grande.
—Por eso hemos pasado, en los años 90, de abrazar políticas
conservadoras a, hoy, abrazar políticas izquierdistas. Y eso no le da buenos
resultados al país. No se puede vivir en el péndulo permanente. En algún punto
los países que progresan son aquellos en los que las disidencias se dan en un
marco relativamente acotado. Y los extremos están afuera.
—Entonces, para usar
sus términos, ¿cómo ve a los dirigentes del justicialismo alternativo y no
disidente?
—Bueno, está por verse. Yo hablo prácticamente con todos
ellos. Con muchos dirigentes intermedios. Hay una gran disconformidad con la
evolución. Particularmente en el último año y hay justamente la voluntad de
buscar alternativas. Si usted me preguntara si hoy están le diría que todavía
no. Están “en proceso de”.
—Pero usted es una
alternativa.
—Yo trabajo en algunas cosas. Por ejemplo: he dedicado los
últimos 4 meses a hablar con toda la dirigencia importante del justicialismo,
pero también del radicalismo, del socialismo, del MID en términos de que se
entienda que, la prioridad en este momento, es una sola: evitar una nueva
reforma de la Constitución. Porque una nueva reforma de la Constitución no
haría más que profundizar la división que hoy ya se observa en la sociedad
argentina. Hoy hay “pro” y “contras” demasiado duros de un lado y del otro
quizás un poco menos, pero también duros. Y entonces hay que evitar que eso se
profundice. El Gobierno tiene que terminar cuando tiene que terminar: el 10 de
diciembre 2015. Ni un minuto antes. Ni un minuto después. Y eso significa que,
en 2013 y 2014, porque la sociedad se ha movilizado, no hay margen para ninguna
reforma de la Constitución ni en la parte dogmática ni en la parte que hace a
la posible re-re-reelección.
—¿Cómo evaluó el
cacerolazo del jueves 13 de septiembre?
—Lo evalué como una representación. Cuando uno junta los
datos del cacerolazo (los porteños decimos “acá”, pero no fue “acá” sino
también “allá”). Fue fenomenal en Córdoba, en Mendoza, en Santa Fe. En las
plazas de las ciudades más chicas de la provincia de Buenos Aires. Fue en todo
el país. Entonces, cuando uno junta el dato de la movilización espontánea con
algunos datos que muestran las encuestas se ve claramente que esa es una mitad
de la sociedad. Y después está la otra mitad que es, también claramente,
pro-Gobierno. A esa división hay que tener mucho cuidado de no profundizarla
además con un intento de reforma constitucional. Esa es la prioridad numero
uno. La prioridad en la cual un centro grande tiene que coincidir. Después
vendrá el momento de discutir todo tipo de políticas, detalles. Aparecerán
diferencias. Pero todo empieza por ahí. Los países divididos son países que no
progresan. Hay dos clases de países que no progresan: los que tienen un
pensamiento único donde solamente el que gobierna fija lo que debe pensar toda
la sociedad y aquellos países que están tan profundamente divididos
(generalmente en dos) que generan un choque permanente y una pérdida de energía
social fenomenal.
—Recuerdo que cuando
le preguntaron si usted sería candidato, contestó que el país muchas veces pide
determinados esfuerzos para cooperar en determinadas situaciones.
—Ultimamente me lo han preguntado con mucha frecuencia. Y a
todos les contesto lo mismo: yo tengo la misma disposición de ánimo, la misma
voluntad y el mismo compromiso que tuve en 2002 cuando volví al país para
hacerme cargo en una situación extremadamente difícil o en 2007 cuando traté de
que se entendiera el mensaje (prácticamente sin recursos) de que el país había
cambiado de rumbo y que al principio esto no se iba a notar, pero que el tiempo
nos iba a dar la razón. Y el tiempo nos ha dado la razón. Si hoy uno tuviera
que darle un mensaje al Gobierno, le diría “es hora de retomar el rumbo”. Hay
momentos en los que hay que consolidar el camino por el cual se transita. Y hay
momentos en los cuales uno tiene que modificar y retomar el rumbo que perdió.
© Escrito por Magdalena
Ruíz Guiñazú y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires el sábado 6 de Octubre de 2012.
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