La verdad del confundido…
El Eternauta y Mauricio Macri
Tal vez quepa preguntarse si por esta vez, por una vez,
el que tiene la razón no es Macri. A todas luces daría la impresión de que no,
que no la tiene, que se equivoca, que pifió de vuelta. Pero es posible que
convenga, por eso mismo, por afán de contradecir la evidencia, plantearse la
alternativa opuesta: preguntarse si por esta vez, por una vez, el que está en
lo cierto no es él. ¿Razón en haberse opuesto a la entrada del Eternauta en las
escuelas? ¿Razón en haberse declarado resuelto a impedir esa entrada?
Claro que no. Porque es justo hacer
la salvedad: Macri no quiso prohibir El Eternauta en las escuelas. Tanto que,
apenas sus asesores lo pusieron un poco al tanto de su propia gestión de
gobierno en la materia, pudo retractarse y recordar que un ministro suyo, el
exhumado Narodowski a la sazón, había en su momento procedido al reparto
escolar de la obra de Héctor Oesterheld. Pero entonces, ¿qué pasó? Pasó que
Macri se explicó mal. Es lo que él dijo, que se había explicado mal. Pero el
motivo por el cual se explicó mal es que antes entendió mal. Se confundió:
confundió Eternauta con Nestornauta. Ese error lo explica todo.
Durante su discurso en la
inauguración en la Feria del Libro de Frankfurt de octubre de 2010, la
presidenta Cristina Kirchner decidió rendir homenaje a los escritores
argentinos presentes en la figura de Elsa Oesterheld (no podía saber por
entonces que esa idea, la idea de que una viuda, por ser tal, prolonga la
presencia del esposo ausente, la aplicaría algo después sobre ella misma). Esa
vigorosa recuperación de Oesterheld y del Eternauta es parte evidente de la
manera en que el kirchnerismo se relaciona con el pasado político de los años
70 y con las víctimas de la represión de la dictadura. Pero esa proyección se
reforzó notoriamente con la superposición puntual del Eternauta y de Néstor
Kirchner, haciendo que en el visor de la escafandra del personaje de la
historieta aparecieran enmarcados los ojos de Kirchner, la dispersión
inconfundible de la mirada de Kirchner.
Esa imagen se propagó en banderas,
en stencils, en carteles callejeros. ¿Para qué? Evidentemente, para asociar al
propio Kirchner con la idea del heroísmo, de la salvación colectiva, aun la de
la eternidad. El propósito político era, sin dudas, afianzar esa asociación, establecerla
en esa forma de la costumbre que llamamos imaginario colectivo, en ese modo de
lo establecido que se vuelve ideología; lograr, en fin, que esas dos figuras se
confundieran en una sola.
Y bien, ¿qué fue lo que hizo Macri?
Hizo eso, precisamente: confundir una figura con otra. Justo lo que el
kirchnerismo quería. No es mi asunto dirimir aquí si el Gobierno está queriendo
infiltrar sus ideas en las escuelas primarias o no. Me detengo en esto otro:
que parece haberlas infiltrado, en parte al menos, en el propio Mauricio Macri.
De allí la aporía del Gobierno en este asunto: si pretenden tener razón,
deberían darle la razón a la confusión de Mauricio Macri.
© Escrito por Martín Kohan y pubicado en el Diario Perfil
de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el viernes 31 de Agosto de 2012.
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