El partido de los medios...
Escuchar la radio o leer el diario antes de salir a trabajar
es casi un acto instintivo de buscar información. En un manual se diría que los
seres humanos necesitan alimentarse y sobrevivir, antes era salir a cazar con
la tribu y ahora tener un trabajo. Y para poder hacerlo necesitan conocimiento
e información. Ambas constituyen necesidades básicas de las personas y de los
pueblos.
Se asume que la educación –que proporciona el conocimiento–
puede estar mayoritariamente en manos del Estado. Pero con la información –que
se difunde y genera a través de los medios– se considera en cambio que no debe
ser así, lo cual tiene sentido aunque dicho de esa manera no se vea la diferencia
con la educación. En ambos casos está latente el peligro de la manipulación
tanto por parte del Estado como de los privados. La diferencia es que la
educación en el caso del Estado es más fácil de controlar, que la privada, por
parte de la comunidad.
En contrapartida tiene una lógica que el Estado no
monopolice la información o no maneje la mayoría de los medios porque parte de
la información tiene que ver con las actividades del mismo Estado. Se considera
que, en ese caso, los medios tendrían todos un mismo perfil. Se asume entonces
que es mejor que los medios estén fuera del Estado, aunque tengan una función
comunitaria ya que la información es una necesidad básica. O sea que los medios
privados y públicos tienen que ser herramientas para satisfacer esa necesidad
básica que es el derecho de los pueblos a ser informados. La libertad de prensa
se deduce de ese derecho.
En el mundo se han ensayado distintas formas de organizar el
sistema de medios. En el caso de Europa, se acepta que los medios no están aislados
de la sociedad y que tienen una visión política. Entonces hay medios de
izquierda, centroizquierda, centro, centroderecha y derecha. Sucede así en la
mayoría de los países europeos, donde la diversidad está más en la presencia de
medios con distintas miradas, que en el seno de las redacciones.
Otro sistema se ejecuta en los Estados Unidos. Se parte de
concebir a la información como neutral. A pesar de las grandes empresas sobre
las que están sustentados y el complejo sistema de interrelacionamientos
económicos y políticos que tienen, los medios más importantes, con algunos
matices, se califican a sí mismos de independientes y elaboraron máximas
estrictas de procedimiento para preservar esa supuesta calidad neutral de la
información y de los medios.
En Estados Unidos, los antagonismos sociales y políticos
están suavizados por asentarse en una economía de gran potencia. Es un país en
guerra exterior permanente, hegemonizado por dos partidos que se diferencian
apenas por matices, manejado por un sistema de lobbies que incluso está
reglamentado y donde la cultura dominante ha naturalizado el desprecio y la
demonización de cualquier posición de izquierda. En ese esquema, donde todo es
cuestión nada más que de matices y la controversia real es muy minoritaria, es
lógico que los medios también se diferencien muy poco. Y esa amplia
coincidencia de enfoque genera la falsa idea de una verdad mediática neutral y
objetiva.
El sistema de medios en Argentina es explicado ahora
copiando el bagaje ideológico del sistema norteamericano. Con la diferencia de
que aquí los antagonismos no están suavizados, hay profundas brechas entre
ricos y pobres, es un país que tiene disputas políticas fuertes y donde las
grandes empresas, la Iglesia, los gobiernos norteamericanos y organismos
financieros internacionales han intervenido históricamente con total impunidad
en las decisiones de los gobiernos, en la designación de funcionarios y
ministros y en el impulso de medidas. Por más que se insista en la neutralidad
de la información, las únicas miradas mediáticas comunes sobre la realidad –que
siempre son falsas–, aquí no se construyeron ni siquiera sobre la base de esa
falta de antagonismo y de guerras externas, sino sobre la base de coincidencias
corporativas impuestas a la sociedad, como sucedió tan claramente durante la
era de los golpes militares. El lenguaje común de esos medios supuestamente
independientes se construyó sobre la base de un funcionamiento corporativo
asentado en sus intereses económicos como grandes empresas y en el de sus
principales avisadores, también grandes empresas.
Cada quien puede difundir lo que le parezca, esa es la idea
de la libertad de prensa, pero pretender que toda la sociedad acepte esa
información como neutral y absoluta es hipócrita. En ese sentido es mucho más
democrático el modelo europeo que no intenta poner el eje en la neutralidad y
que blanquea los diferentes abordajes que se pueden hacer de la realidad.
Y otra de las grandes hipocresías que se ha puesto de moda
sobre todo en carreras de comunicación en universidades privadas es presentar
el ejercicio del periodismo como una profesión liberal, donde los periodistas
tienen libertad de prensa y pueden escribir de lo que se les ocurra, incluso si
va en contra de sus avisadores y de las empresas que los contratan.
En América latina en general, la pauta privada de publicidad
es muy reaccionaria. Un empresario puede expresarse como progresista, pero le
gusta poner avisos en los medios más conservadores. El discurso de la
neutralidad dice que el aviso va al medio que tenga más circulación sin
importar su línea editorial. Es fácilmente demostrable que no es así: entre dos
medios con circulación parecida, la pauta siempre derivará al que sea más
conservador. Es decir que la empresa dueña del medio ya está condicionada por
los avisadores. A su vez como gran empresa, tiene sus propios intereses y
proyecciones políticas.
El periodista tiene que buscar trabajo en ese escenario
lleno de fenomenales condicionamientos económicos y políticos. No hay nada
menos liberal o independiente. Por supuesto que se generan brechas y
contradicciones por donde los periodistas pueden colar sus ideas y hay
periodistas –muy pocos– que han ganado espacio por su propio peso, pero en
general esas brechas se cierran cuando el conflicto, sea político, social o
económico se agudiza en la sociedad. La mayoría de los periodistas famosos lo
sabe, pero prefiere la comedia del periodismo independiente porque les facilita
su trabajo. Ir contra la corriente es muy difícil: implica menos salario, menos
infraestructura, más inseguridad laboral. Hasta no hace mucho era casi
imposible llegar a la televisión. Y eso, en el mejor de los casos y siempre y
cuando se puedan generar esos espacios.
Ese discurso de los grandes medios se impone desde esa
hipocresía y trata de ocultar la carga ideológica de sus planteos detrás de una
supuesta independencia y neutralidad. Para los periodistas que se autoproducen
todavía es más difícil trabajar y hacer negocio sin plegarse a ese discurso.
Tienen pocas alternativas porque ese discurso, además de garantizar publicidad
y espónsores, abre las puertas de la academia y asegura el beneplácito de los
que forman ese sistema.
La propuesta de Cristina Kirchner para elaborar una especie
de manual de ética profesional de los periodistas tendría sentido en un sistema
menos hipócrita. Institucionalizar la situación actual del sistema de medios
sería como apuntalarlo y el famoso tribunal de ética terminaría siendo aplicado
no a quienes hacen lobbies encubiertos o reciben sobres por debajo de la mesa,
que es una costumbre más común de lo que se quiere admitir, sino a los
periodistas que traten de ejercer la profesión por fuera de los criterios
mentirosos de ese sistema.
La aplicación de la ley de medios apunta a transformar en
forma progresiva esa realidad. Chocará contra esa pauta de publicidad tan
reaccionaria, típica de país periférico, lo que hará difícil la sustentabilidad
de los nuevos medios que puedan surgir. Podría decirse que la formidable
tensión de las contradicciones que generó el debate por esa ley en el ambiente
mediático puso muy en evidencia la fragilidad del discurso de la neutralidad y
la independencia. El público tiene derecho a saber qué piensa el medio y los
periodistas que le ofrecen la información. No se trata del fútbol, donde los
periodistas siempre ocultan el club del que son hinchas.
© Escrito por Luis Bruschtein y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires el viernes 17 de Agosto de 2012.
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