domingo, 22 de julio de 2012

Historia repetida... De Alguna Manera...

Historia repetida...

Último bastión. Paradójica imagen gorilesca. Hugo Moyano. Dibujo: Pablo Temes

La Presidenta insiste en dar pasos equivocados. Más tensiones con Scioli, el dólar y Moyano.

Una mirada retrospectiva de la realidad nos permitiría extraer estos datos, tomando como referencia la situación al 23 de octubre de 2011, día en que Cristina Fernández de Kirchner fue reelecta con el 54% de los votos:

No había dólar paralelo.

Había una fuga de depósitos producto de una ecuación ya conocida en la Argentina: inflación más dólar barato.

Los bancos tenían depósitos en dólares.

Había unos pocos arbolitos en el microcentro, a los que casi nadie prestaba atención.

La construcción estaba en pleno desarrollo.
 
El mercado automotriz estaba en auge.

Algunos sectores del campo habían restablecido puentes con el Gobierno, lo que auguró la esperanza de una mejor relación en el nuevo mandato de la Presidenta.

Daniel Scioli era un ícono del triunfo del kirchnerismo.

Hugo Moyano les reconocía a algunos confidentes que su ciclo al frente de la CGT estaba terminado, que extrañaba a Néstor Kirchner y que aspiraba a finalizar su mandato con algún tipo de acuerdo con el Gobierno para comenzar a solucionar el espinoso asunto del mínimo no imponible.

Han pasado nueve meses desde aquel momento que la foto del hoy en día parece ubicar en un tiempo remoto. Y así, entonces:

El dólar paralelo es el tema obligado de cada día.

- Los que tenían sus depósitos bancarios en dólares los sacaron.

La fuga de divisas continúa a pesar del cepo cambiario, que cada día se estrecha más.

En el microcentro porteño, los arbolitos –que operan con total tranquilidad y a la vista y a las oídas de todos– alcanzan la dimensión de un bosque.

En la construcción se han perdido alrededor de 75 mil puestos de trabajo.

Las suspensiones y las reducciones horarias son cada vez más frecuentes en las plantas automotrices.

A pesar de que el valor de la tonelada de soja vuela, la relación entre el Gobierno y el campo ha vuelto a tensarse. Además, como consecuencia de la existencia de un dólar paralelo que parece imparable, los exportadores retacean la liquidación de sus dólares –que debe hacerse al valor del oficial– tanto como pueden.

Daniel Scioli se ha transformado en el enemigo público número uno del Gobierno.

Hugo Moyano, a su vez, en el enemigo público número dos.

Todo ello es consecuencia de las medidas adoptadas por la Presidenta a instancias de Guillermo Moreno, el ministro de Economía en funciones del Gobierno. La información de estas horas es que el poder de Moreno ha comenzado a esmerilarse. Los que conocen la intimidad de Olivos hablan de una reunión, que tuvo lugar allí el 10 de julio pasado, en la que Fernández de Kirchner le hizo fuertes reproches al todopoderoso secretario de Comercio. 

Ello reavivó las internas dentro del equipo económico, en el que el ministro Hernán Lorenzino actúa más como un secretario a cargo de la instrumentación de medidas decididas por otros sin su participación que como titular de su cartera, y el viceministro Axel Kicillof –cuyas soberbia y arrogancia hacen acordar a las que exhibía Domingo Cavallo en el apogeo del menemismo– como el “cerebro” a cargo de la fijación de los lineamientos de la política económica.

El nuevo capítulo de lo que –parafraseando a Gabriel García Márquez– en adelante titularemos como La penosa historia de la borrascosa relación de la Presidenta con Scioli ha dado pie a una disputa de interpretaciones. Antes de ir a ese análisis, un apunte. En las palabras utilizadas por Fernández de Kirchner en su Aló Presidenta del jueves, ante el júbilo de sus habituales asentidores, aplaudidores y reidores, señaló que los 600 millones de pesos que se le otorgaban a Scioli eran producto de una amplia y ultrasesuda búsqueda de fuentes de recursos con la finalidad de asistir a la provincia de Buenos Aires. La verdad es que la trama de esa decisión fue mucho más sencilla y obvia: la plata salió de la Anses, que –al paso que van las cosas– habrá de convertirse en el financiador totipotencial de la Argentina a costo, claro, de no cumplir con su misión fundamental: la de pagarles a los jubilados lo que les corresponde. 

Como es evidente, para ellos la Anses nunca tiene plata. Según dijo Kicillof, utilizar los recursos de la Anses exclusivamente para abonar los haberes de los jubilados es “reaccionario y noventista” (sic). Por lo tanto, ahora sabemos que para el Gobierno deberles a los jubilados es progresista. Volviendo al préstamo a la provincia de Buenos Aires, hay que subrayar que esa plata de la Anses siempre estuvo allí. No hizo falta que nadie se quemara las neuronas para “encontrarla”. Lo que en verdad sucedió es que, hasta el jueves, no hubo voluntad política de la Presidenta de darle a Scioli los fondos que necesitaba para pagar el medio aguinaldo. Todo en el Gobierno es así.

Para ella y sus acólitos, el episodio se vivió como un triunfo, ya que –según ellos– se logró humillar al gobernador y ponerlo en vereda. Para el sciolismo, en cambio, fue todo lo contrario. Más allá de esa disputa, hay una pregunta que hacerle a la Presidenta: si la plata estaba, ¿por qué se dilató su entrega y expuso a la gente a tanta penuria? Por supuesto que el embate contra Scioli no ha concluido. Habrá nuevos capítulos, que serán potenciados por las penurias económicas que deberá sortear su administración en un futuro inmediato. 

Los números de la Provincia están en rojo, y en la medida en que el Gobierno no salga del corset que para la economía representa el cepo cambiario, nada permite prever que las cosas mejoren. El anuncio de giros de mayores fondos a las provincias dispuesto por la Presidenta es una señal de que el problema de caja que en ellas se vive es ya indisimulable, y está complicando la gestión de gobernadores de indiscutida prosapia kirchnerista.

El tema del dólar paralelo, por otra parte, tiene inquieta y nerviosa a la Presidenta. El precio de 6,90 que se llegó a pagar el miércoles pasado hizo las cosas insoportables. Por eso se ordenó a una sociedad afín al Gobierno que opera en bolsa a largar dólares para poner un límite al frenesí de esa jornada. Las declaraciones del ministro Lorenzino, que dijo que lo que pasa con el dólar paralelo no afecta la economía real, demuestran que las cosas no están bien. Si hurgara un poco en la historia, se daría cuenta de que eso mismo dijeron otros ministros en crisis similares y nunca les fue bien. Pero pedir eso es un imposible. Este gobierno parece empecinado en repetir la historia, lo que en la Argentina es el pasaporte seguro al fracaso.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 21 de Julio de 2012.



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