Historia repetida...
Último bastión. Paradójica imagen gorilesca. Hugo Moyano. Dibujo: Pablo Temes
La Presidenta insiste en dar pasos equivocados. Más
tensiones con Scioli, el dólar y Moyano.
Una mirada retrospectiva de la realidad nos permitiría
extraer estos datos, tomando como referencia la situación al 23 de octubre de
2011, día en que Cristina Fernández de Kirchner fue reelecta con el 54% de los
votos:
No había dólar paralelo.
Había una fuga de depósitos producto de una ecuación ya
conocida en la Argentina: inflación más dólar barato.
Los bancos tenían depósitos en dólares.
Había unos pocos arbolitos en el microcentro, a los que casi
nadie prestaba atención.
La construcción estaba en pleno desarrollo.
El mercado automotriz estaba en auge.
Algunos sectores del campo habían restablecido puentes con
el Gobierno, lo que auguró la esperanza de una mejor relación en el nuevo
mandato de la Presidenta.
Daniel Scioli era un ícono del triunfo del kirchnerismo.
Hugo Moyano les reconocía a algunos confidentes que su ciclo
al frente de la CGT estaba terminado, que extrañaba a Néstor Kirchner y que
aspiraba a finalizar su mandato con algún tipo de acuerdo con el Gobierno para
comenzar a solucionar el espinoso asunto del mínimo no imponible.
Han pasado nueve meses desde aquel momento que la foto del
hoy en día parece ubicar en un tiempo remoto. Y así, entonces:
El dólar paralelo es el tema obligado de cada día.
- Los que tenían sus depósitos bancarios en dólares los
sacaron.
La fuga de divisas continúa a pesar del cepo cambiario, que
cada día se estrecha más.
En el microcentro porteño, los arbolitos –que operan con
total tranquilidad y a la vista y a las oídas de todos– alcanzan la dimensión
de un bosque.
En la construcción se han perdido alrededor de 75 mil
puestos de trabajo.
Las suspensiones y las reducciones horarias son cada vez más
frecuentes en las plantas automotrices.
A pesar de que el valor de la tonelada de soja vuela, la
relación entre el Gobierno y el campo ha vuelto a tensarse. Además, como
consecuencia de la existencia de un dólar paralelo que parece imparable, los
exportadores retacean la liquidación de sus dólares –que debe hacerse al valor
del oficial– tanto como pueden.
Daniel Scioli se ha transformado en el enemigo público
número uno del Gobierno.
Hugo Moyano, a su vez, en el enemigo público número dos.
Todo ello es consecuencia de las medidas adoptadas por la
Presidenta a instancias de Guillermo Moreno, el ministro de Economía en
funciones del Gobierno. La información de estas horas es que el poder de Moreno
ha comenzado a esmerilarse. Los que conocen la intimidad de Olivos hablan de
una reunión, que tuvo lugar allí el 10 de julio pasado, en la que Fernández de
Kirchner le hizo fuertes reproches al todopoderoso secretario de Comercio.
Ello
reavivó las internas dentro del equipo económico, en el que el ministro Hernán
Lorenzino actúa más como un secretario a cargo de la instrumentación de medidas
decididas por otros sin su participación que como titular de su cartera, y el
viceministro Axel Kicillof –cuyas soberbia y arrogancia hacen acordar a las que
exhibía Domingo Cavallo en el apogeo del menemismo– como el “cerebro” a cargo
de la fijación de los lineamientos de la política económica.
El nuevo capítulo de lo que –parafraseando a Gabriel García
Márquez– en adelante titularemos como La penosa historia de la borrascosa
relación de la Presidenta con Scioli ha dado pie a una disputa de
interpretaciones. Antes de ir a ese análisis, un apunte. En las palabras
utilizadas por Fernández de Kirchner en su Aló Presidenta del jueves, ante el
júbilo de sus habituales asentidores, aplaudidores y reidores, señaló que los
600 millones de pesos que se le otorgaban a Scioli eran producto de una amplia
y ultrasesuda búsqueda de fuentes de recursos con la finalidad de asistir a la
provincia de Buenos Aires. La verdad es que la trama de esa decisión fue mucho
más sencilla y obvia: la plata salió de la Anses, que –al paso que van las
cosas– habrá de convertirse en el financiador totipotencial de la Argentina a
costo, claro, de no cumplir con su misión fundamental: la de pagarles a los
jubilados lo que les corresponde.
Como es evidente, para ellos la Anses nunca
tiene plata. Según dijo Kicillof, utilizar los recursos de la Anses
exclusivamente para abonar los haberes de los jubilados es “reaccionario y
noventista” (sic). Por lo tanto, ahora sabemos que para el Gobierno deberles a
los jubilados es progresista. Volviendo al préstamo a la provincia de Buenos
Aires, hay que subrayar que esa plata de la Anses siempre estuvo allí. No hizo
falta que nadie se quemara las neuronas para “encontrarla”. Lo que en verdad
sucedió es que, hasta el jueves, no hubo voluntad política de la Presidenta de
darle a Scioli los fondos que necesitaba para pagar el medio aguinaldo. Todo en
el Gobierno es así.
Para ella y sus acólitos, el episodio se vivió como un
triunfo, ya que –según ellos– se logró humillar al gobernador y ponerlo en
vereda. Para el sciolismo, en cambio, fue todo lo contrario. Más allá de esa
disputa, hay una pregunta que hacerle a la Presidenta: si la plata estaba, ¿por
qué se dilató su entrega y expuso a la gente a tanta penuria? Por supuesto que
el embate contra Scioli no ha concluido. Habrá nuevos capítulos, que serán
potenciados por las penurias económicas que deberá sortear su administración en
un futuro inmediato.
Los números de la Provincia están en rojo, y en la medida
en que el Gobierno no salga del corset que para la economía representa el cepo
cambiario, nada permite prever que las cosas mejoren. El anuncio de giros de
mayores fondos a las provincias dispuesto por la Presidenta es una señal de que
el problema de caja que en ellas se vive es ya indisimulable, y está
complicando la gestión de gobernadores de indiscutida prosapia kirchnerista.
El tema del dólar paralelo, por otra parte, tiene inquieta y
nerviosa a la Presidenta. El precio de 6,90 que se llegó a pagar el miércoles
pasado hizo las cosas insoportables. Por eso se ordenó a una sociedad afín al
Gobierno que opera en bolsa a largar dólares para poner un límite al frenesí de
esa jornada. Las declaraciones del ministro Lorenzino, que dijo que lo que pasa
con el dólar paralelo no afecta la economía real, demuestran que las cosas no
están bien. Si hurgara un poco en la historia, se daría cuenta de que eso mismo
dijeron otros ministros en crisis similares y nunca les fue bien. Pero pedir
eso es un imposible. Este gobierno parece empecinado en repetir la historia, lo
que en la Argentina es el pasaporte seguro al fracaso.
Producción periodística: Guido Baistrocchi.
© Escrito por Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil
de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 21 de Julio de 2012.
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