Hablemos de política...
En su primer discurso como reelecto secretario general de
una de las cinco fracciones en que quedó dividido el movimiento sindical, Hugo
Moyano corrió el último velo que ocultaba las motivaciones de su conducta del
último año y medio: lejos de exponer una agenda gremial, describió un horizonte
ya no sólo político sino electoral, en el que sus fuerzas restarían apoyo a la
presidente CFK en los comicios legislativos de 2013. Moyano se hizo elegir con
el 54 por ciento de los votos dibujados en su congreso de fantasía. Este mal no
es exclusivo de su sector. El otro computa como propios a renunciantes,
procesados y difuntos. El intento de incluir en esta nota un cómputo objetivo
de las fuerzas respectivas fracasó, porque el Ministerio de Trabajo confesó que
no existen registros oficiales, actualizados y confiables.
Moyano también dio
señales acerca del tipo de representación gremial que invoca, al elegir como
acompañante en la secretaría adjunta de su agrupamiento al dirigente de los
petroleros Guillermo Pereira; como vocal al secretario de la Asociación de
Pilotos de Aviones, Jorge Pérez Tamayo y como secretario de prensa al dueño de
una parada de diarios, Omar Plaini.
Curiosa superposición de decisiones: en el
mismo momento en que decide volcarse de lleno a la política, Moyano segmenta su
representatividad gremial y se aventura en un terreno desconocido, seguido por
los menos: camioneros, petroleros, pilotos y patrones quiosqueros integran el
diez por ciento de la aristocracia obrera que resopla contra el gobierno porque
debe pagar el impuesto a los ingresos de las personas. (Aristocracia obrera no
es una descripción de Carlos Zannini sino de Carlos Marx). La solicitada que
con la mejor intención inspiraron Plaini, Juan Carlos Schmid, Facundo Moyano y
Héctor Recalde el miércoles decía que “apoyamos el modelo que comenzó en mayo
de 2003 y que transformó una penosa realidad en cambios de enorme trascendencia
como la liberación del FMI, el no endeudamiento, la política de derechos
humanos, la defensa del mercado interno, las paritarias, el salario mínimo
vital y móvil, la nacionalización de empresas públicas, de los recursos
previsionales, la movilidad jubilatoria y un etc. importante.
Pero ello no
significa que no reclamemos por lo que falta, por la profundización necesaria,
por el diálogo, las explicaciones sobre la coyuntura”. Estos buenos propósitos
naufragan cada vez que Moyano compara a la presidente con la dictadura militar
o atribuye las dificultades del gobernador bonaerense para pagar sus
obligaciones a un golpe de Estado del mismo gobierno nacional al que Daniel
Scioli no se cansa de agradecer su ayuda, que al menos le permitió pagar los
sueldos. El dirigente de los albañiles (y ex personal civil de Inteligencia del
Ejército) Gerardo Martínez, hizo un intento de último momento por evitar la
fractura y propuso a Moyano prorrogar su mandato unos meses hasta alcanzar un
acuerdo entre todos los sectores. Fracasó porque aquellos sindicatos
comprometidos con el desguace del Estado en la década de 1990, como los electricistas
de Oscar Lescano, los mercantiles de Armando Cavalieri y los paramédicos de
Carlos West, no quieren saber nada con Moyano.
Pero también Moyano declinó la
propuesta con un argumento sorprendente: “Este gobierno no llega a fin de año”.
Expresiones similares de deseos repite ante interlocutores más discretos el aún
arzobispo de Buenos Aires pero ya no hombre fuerte de la Conferencia Episcopal,
Jorge Bergoglio, enfurecido por las reformas progresistas al Código Civil
propuestas por una comisión que encabezaron el presidente y la vicepresidente
de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti y Elena Highton. La
ratificación por la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual
de la fecha del 7 de diciembre para que las grandes cadenas se adecuen de una
vez a la ley sancionada hace ya tres años, incentiva todas esas urgencias y
calienta tapas de diarios y pantallas de televisión.
El hombre clave en el
entramado que organizó Moyano es el secretario de interior Gerónimo Venegas.
Titular de la asociación de trabajadores con los más altos niveles de
informalidad del país, Venegas perdió una caja de 500 millones de pesos cuando
el Congreso sancionó la nueva ley de trabajo rural, que devuelve a los
trabajadores del agro derechos históricos perdidos y encomienda al Estado
verificar su cumplimiento, en lugar del contubernio entre el sindicato y los
patrones que creó Menem al finalizar su gobierno. Venegas transmite a Moyano su
obsesión por el esquema de caos social, vacío de poder y salida anticipada de
la presidente, proyecto que el ex senador Eduardo Duhalde delineó aún antes de
la primera elección de Cristina y que sus dispersos partidarios mantienen como
utopía reaccionaria y módico consuelo ante las contrariedades de la dura
realidad.
Venegas es también el puente de Moyano con las cámaras patronales
agropecuarias, que amenazan con nuevos lockouts y movilizaciones, ante las
medidas impositivas que preparan los gobiernos provinciales y el nacional,
según la precisa lección de economía política que Cristina le asestó a Scioli:
“Muchas veces hay que discutir cuando uno administra en nombre del pueblo;
tenés que enfrentarte muchas veces con intereses, siempre hay que optar, sobre
todo en economía, porque en la economía, como lo saben los empresarios, nada es
neutro, lo que se le da a uno es porque lo pone otro”.
Scioli va comenzando a
comprender que antes de 2015 viene 2013. En ese año podría librarse del
tormento de la administración y encabezar la lista de candidatos legislativos
del Frente para la Victoria, con la lealtad a la presidente que proclama cada
vez que se enciende una cámara y por la cual ha sido candidato a tres cargos
distintos en 2003, 2007, 2009 y 2011.
© Escrito por Horacio Verbitsky y publicado por el Diario Página/12
de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 14 de Julio de 2012.
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