Pistas de desmesuras...
Silencio Oficial. Dibujo: Pablo Temes.
La estabilidad personal y política de la Presidenta. Por qué
derrapa. “Operativo Demolición” directo a La Plata.
CFK contra ella y Scioli. El domingo anterior informé con
responsabilidad sobre los problemas anímicos y de salud que tienen la
Presidenta y su hijo. De las fuertes discusiones entre ambos y sugerí, con
prudencia, ciertos descontroles que tienen que ver con la intimidad de las
personas. Ella misma se refirió al tema en la cadena nacional de setenta
minutos. Se despidió quebrada en llanto y salió rápido de la escena diciendo:
“El dolor (por la muerte de Néstor) afecta mi salud y la de mi familia”.
Definió psicoanalíticamente como una “negación” no recordar
el nombre de la glándula tiroides y hasta pareció pasarle a Moyano la factura
por lo “estimulado” que estaba pese a haber sufrido (el camionero) un dolor
similar al de ella con la muerte de su hijo Emiliano. Los pronunciados picos y
caídas emocionales y el aislamiento cargado de mal humor descolocan a los pocos
funcionarios que hablan con ella. Y ven a Máximo Kirchner como ausente,
desinteresado en la política, esperando que llegue el 2015 para irse a su casa.
Ese discurso aportó pistas de desmesuras que no hay que
dejar pasar. Cristina desafió a la Justicia a que la procese y se mostró como
propietaria de la Gendarmería. Se felicitó porque el G20 está copiando las
medidas que ella tomó hace mucho: “Lástima que no nos escucharon antes”. En el
éxtasis de la malversación de la realidad acusó a Los Dragones, a los
Bulgheroni y al gobernador Martín Buzzi, ultracristinista como buen converso,
de haber sido los responsables de la muerte de los gendarmes en un accidente a
465 kilómetros del campo petrolero. Incluso se contradijo y anunció que se
debió a que el chofer se durmió doblado por el cansancio. De todos modos avanzó
con su teoría alterada: “Querían un muerto, ahí lo tienen”. Fue la primera en
sugerir que la protesta moyanista tenía un componente destituyente tipo
paraguayo: “No creo en las brujas, pero que las hay, las hay”. La medicación
impacta en cuerpo y alma.
Lo realmente grave es que uno de los hombres que más cerca y
durante más tiempo estuvo al lado del matrimonio K teme que Cristina patee el
tablero. Que si las turbulencias económicas y sociales siguen aumentando, la
Presidenta amenace con irse en forma heroica acusando a las corporaciones de no
dejarla gobernar o directamente de derrocarla. En ese registro hay que leer las
declaraciones de cde que “quieren voltear a Cristina como
hicieron con Lugo y Zelaya”. Tiene un tufillo a expresión de deseo. Una forma
de preparar el terreno y abrir el paraguas. Una cosa es confesar incompetencia
para pilotear la crisis que se viene y pagar la fiesta que fogonearon durante
nueve años, y otra es el relato épico de un presunto golpe institucional. Es
muy delicado y peligroso que algunos kirchneristas bobos estén jugando con el
fuego de esta irracionalidad. Dicen que durante la 125 estuvieron Néstor y
Alberto Fernández (y hasta Lula en el teléfono) para frenar la renuncia de Cristina
cuando ella planteaba que “este pueblo no nos merece”. Hoy ninguno de los tres
está a su lado.
Los que realmente quieren a Cristina deberán fortalecerla
para que utilice el inmenso poder que tiene para evitar toda inestabilidad y
consolidar institucionalmente este momento. Sólo un grupúsculo de delincuentes
y golpistas puede estar pensando en una locura semejante. Es imposible que
ocurra, salvo que se desate un proceso de veloz autovictimización desde la cima
del poder. Los 12 millones de votos de una paliza electoral legal y legítima,
las mayorías parlamentarias, la camiseta partidaria en un sector de la
Justicia, los gobernadores disciplinados y la ausencia de alternativa
opositora, convierten a Cristina en todo lo contrario que representa la fragilidad
solitaria de Fernando Lugo. Aunque Timerman haya levantado ese fantasma, que
ojalá no sea una forma de lavarse las manos. O una manera de liquidar
competidores.
Cristina desató la parte medular del “Operativo Demolición”
contra Daniel Scioli. La metodología consiste en el hostigamiento permanente y
la intervención virtual y progresiva de la provincia para vaciarlo de poder. El
primer paso se concretó en la Legislatura. El vice Gabriel Mariotto y los
muchachos de La Cámpora pusieron a la mayoría de las bancas en contra del
Ejecutivo. Esta semana le tocó el turno a la economía. La Presidenta no anduvo
con eufemismos. Se sabe que detesta a Scioli igual que a otros cientos. Pero,
en un hecho inédito, lo acusó públicamente de malgastar el dinero que ella le
da. Le recriminó que sólo ponga la cara. Fue como anticiparle que no le van a
permitir que paute publicidad en los medios no adictos ni que invierta en
festivales populares, parte del mecanismo con el que Scioli instaló su figura.
La última gota fue que Hernán Lorenzino, formalmente
ministro de Economía, también retó al Gobernador mientras le daba una tercera
parte de los fondos que Scioli había pedido y lo convocaba a rendir examen
mensualmente para que explique dónde va el dinero cristinista. Lorenzino se
autoproclamó auditor e interventor de la contabilidad bonaerense. Fue
tragicómico. Scioli tiene 75% de imagen positiva, la soberanía popular lo
eligió dos veces gobernador y una vicepresidente. Kirchner lo designó en cinco
ocasiones en puestos clave. Hay una gran desproporción de trayectorias.
Lorenzino y Scioli son boxeadores de muy distinto peso. Hace unos días recién
se conoció la voz de Lorenzino, quien sólo militó en “La Gran Makro”, pero en la “Unidad Básica Jorge Brito”.
Scioli descansa sobre una encuesta de Julio Aurelio que dice
que el 68% de los argentinos cree que la Presidenta es la responsable de sus
penurias. Lo victimizaron y lo fortalecieron. ¿Terminó la luna de miel del
efecto luto? El célebre “vamos por todo” empujó a otros a hacer lo mismo. ¿A
quién van a responsabilizar los padres bonaerenses si los docentes hacen una
seguidilla de paros para reclamar el cobro unificado del aguinaldo? ¿Van a ir a
La Plata o a Balcarce 50 a protestar los beneficiarios de planes sociales con
cada vez menor poder adquisitivo? En ese sentido, Hugo Moyano marcó el camino y
dio el primer paso.
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