Anticipos de guerra...
Cristina Fernández. Dibujo: Pablo Temes
Cristina imagina la batalla final contra Clarín como la llave
de su reelección. Las fantasías de conspiración.
Cristina asegura que ganará la madre de todas las batallas.
Da por hecho que el viernes 7 de diciembre el Grupo Clarín será reducido a
cenizas. En uno de sus discursos anticipó que ese día se termina lo que ella
denominó “el comando en jefe de la cadena nacional del miedo y el desánimo”.
Como si se prepararan para derrocar una dictadura noticiosa, sólo faltó que los
camporistas cantaran: “Se va a acabar / se va a acabar / esa costumbre de
informar”. Esta obsesión es coherente con la historia del matrimonio Kirchner
que, desde que Néstor fue intendente de Río Gallegos, intentó imponer un
discurso único y aniquilar la diversidad de opiniones. Controlar las palabras y
que nadie los controle a ellos es dogma en su trayectoria. Apenas llegó al
gobierno, el ex presidente identificó a su enemigo principal: Clarín. “Es el
único que me puede voltear”, dijo en la intimidad del Tango 01 a un grupo de
periodistas que regresábamos de una Cumbre Iberoamericana en Santa Cruz de la
Sierra. Aquel día, Luis D’Elía le presentó a Néstor a un tal Evo Morales, “un
compañero que viene ganando muchas elecciones municipales”. ¿Qué hizo Néstor
con Clarín? Lo de siempre: primero lo sedujo con primicias y privilegios y
mantuvo durante años un alegre concubinato. Después intentó comprarlo con el
aporte “desinteresado” de un grupo de empresarios que luego fueron premiados
con otros medios “pautadependientes”. Y finalmente, decidió exterminarlo.
Estamos en esta última fase.
La Presidenta no tiene dudas de que el 7 de diciembre,
cuando caiga la medida cautelar, Clarín deberá “desinvetir”, es decir, vender
varias de sus empresas. Cristina cree que eso le quebrará el espinazo al
gigante. ¿Qué hará Clarín? Van a interpretar que recién ese día D comenzará a
regir el plazo previsto de un año para desprenderse de varias de sus unidades
de negocios. ¿Qué hará Cristina? Avanzar a tambor batiente con el mecanismo
previsto en el proceso de adecuación. Ya descartaron el primer escalón porque
no ocurrió: la presentación espontánea. Está en marcha el segundo paso, llamado
“constatación de oficio”. Esta semana, llegaron cédulas de notificación a Canal
13, radio Mitre y Cablevisión, entre otras naves insignia del grupo dominante.
Exigen verdaderas tomografías computadas de los libros contables. Clarín dice que
eso es ilegal. Y Cristina acelera con la convicción de que vencen todos los
plazos y que tendrá la cabeza de Héctor Magnetto colgada del arbolito de
Navidad. Piensan avanzar con el último, tramo llamado “transferencia compulsiva
de licencias”. Ya lo hicieron antes, pero esta vez no van a necesitar rodear
los edificios con la Gendarmería o con una brigada de la AFIP. Los técnicos
consultados por PERFIL dicen que con sólo bajarles las palancas de las señales
esas empresas se quedarán sin su insumo básico para operar y se transformarán
en sellos de goma, en cáscaras vacías.
Políticamente será un choque de planetas. Un gobierno, que
no es el de Hugo Chávez, sacará de un plumazo del ring a la radio y el canal
que están entre los dos con mayor audiencia. Si eso ocurriera, el tablero
mediático saltaría por el aire y nacería un nuevo rompecabezas mucho más dócil
para Cristina y menos plural aunque se argumente lo contrario.
La Presidenta logrará herir seriamente la libertad de
expresión y podrá avanzar sin mayores obstáculos para forzar una reforma
constitucional que la lleve a la eternidad. En los comicios parlamentarios de
medio tiempo de 2013, todos los díscolos no tendrán otro remedio que cuadrarse
y hacer sonar los tacos frente a ella. Cristina capitana.
Nada es tan lineal, por supuesto. Hay varios jueces
dispuestos a escuchar a Clarín y la Justicia todavía ofrece varios laberintos.
Pero sobre todo, hay que ver si la marcha decadente de la economía actúa o no
como kryptonita frente al poder de Cristina.
Por ahora, el gran problema que tiene y tendrá es su
concepción autoritaria de lo que deben ser los medios en democracia y la
ignorancia absoluta acerca del funcionamiento y la lógica del periodismo.
El conspirador piensa que todos son de su misma condición. Fue
tragicómico su análisis sobre una reunión rutinaria y protocolar que se hizo en
la Rural y de la que se enteró leyendo el diario La Nación. La Presidenta está
convencida de que los capos de Clarín (Aranda), La Nación (los hermanos
Saguier) y de este diario (Jorge Fontevecchia) se juntaron en forma
clandestina. “Los pescaron” y fueron obligados a “blanquear” el encuentro para
que “no los escracharan, como ocurrió cuando fueron a la Corte. ¿Se acuerdan?”,
dijo con seguridad Odol. Ni se le cruzó por la cabeza que esos “jefes del
golpismo”, si tuvieran realmente esas negras intenciones, podrían juntarse en
otro lugar más clandestino, lejos de un lugar público de concurrencia tan
masiva, que además tiene cientos de periodistas acreditados.
Trepada a la paranoia, adivinó, incluso, lo que estaban
hablando. Con un infantilismo enfermizo, dijo que “con una coordinación
perfecta estaban decidiendo qué título nos van a enchufar mañana”. Desconoce
que en las redacciones de esos diarios, que compiten entre sí con enjundia y se
esconden las cartas como jugadores de póquer, se reían imaginando semejante
intercambio de primicias. Tomala vos, dámela a mí. Vos vas contra Boudou y yo
le doy con un caño al control de la tarjeta SUBE.
Es que el odio la ciega. Ella es mucho más inteligente que
esa conclusión, como lo demostró al día siguiente: “Cada uno de nosotros no va
a ser juzgado por los titulares de los diarios, sino por la historia y la
memoria de un pueblo”.
El tema despierta gracia y preocupación porque desnuda el
objetivo de Cristina. Al igual que muchos de los cuasi periodistas que integran
la maquinaria propagandística que pagamos todos, la Presidenta cree que si
mañana cierran los diarios, las radios y la tele profesional, como por arte de
magia, se terminan todos los problemas de la Argentina. Les atribuyen a los
medios la responsabilidad sobre casi todo lo malo que pasa y eso que, en
general, son producto de sus propios errores conceptuales, de implementación o
del exceso de venganza. El experimentado editor de la realidad Juan Manuel Abal
Medina planteó algo que en los 70 ya era viejo en la teoría de la comunicación.
El paternalismo ideológico sostenía que la gente era tonta, una suerte de
envase que los medios llenaban con el contenido que se les antojara. Algo
insostenible. Dijo que la estrategia de la derecha contra los gobiernos
populares es repetir cada hora las noticias de inseguridad. ¿Qué sugiere Abal
Medina para solucionarlo? ¿Que las cadenas de noticias no resuman los títulos
de la jornada cada treinta o sesenta minutos? ¿Que lo hagan cada tres horas le
parece bien o sigue siendo demasiado destituyente? ¿Tal vez prefiera que las
noticias policiales se den a conocer una vez por mes o tal vez nunca? ¿Qué
quiere inventar? Igual que con el Indek, siguen intentando romper los
termómetros en lugar de atacar la fiebre.
¿No advirtieron todavía que los medios también son votados
todos los días? ¿Y que si fuera cierto que se la pasan operando y engañando, caerían
a pique sus ventas y credibilidad? ¿O aún no registraron cuál es el motivo del
fracaso de audiencias de todos los productos mediáticos K? Y eso que están
inflados artificialmente con millones de dólares de pauta y pese a que Cristina
viene de cosechar 12 millones de votos. Ni los más leales compran un medio para
no informarse. No funcionan ni siquiera los que se reparten gratuitamente.
Fortunas tiradas a un agujero negro.
La Presidenta mostró la tapa de un diario como prueba de la
mala onda con la que se intenta erosionar su gobierno. No sabe, no puede o no
quiere comprender que aún con la atomización del Grupo Clarín, ese diario
seguirá funcionando. Y que La Nación y PERFIL no tienen radios ni canales y por
lo tanto no serán afectados en nada por la caída de las cautelares. Para ellos,
los cierres serán iguales, tratando de revelar lo que el poder quiere ocultar,
porque ése es el ADN de los medios, además de su mirada crítica. Es la
diferencia entre propaganda y periodismo. Es la diferencia entre un militante
que busca el poder y un periodista que busca la verdad. A casi treinta años de
democracia, hemos evolucionado en muchas cosas. Menos en la libertad de prensa.
El retroceso lo pinta el sincericidio presidencial: “Para información están mis
discursos. Yo no voy a hablar en contra de mí misma”.
© Escrito por Alfredo Leuco y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 28 de Julio de 2012.
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