Realidad y verdad...
Hogar, dulce hogar. Cristina
Fernández. Dibujo: Pablo Temes
Aumentan las señales económicas alarmantes. Pero la Presidenta no
corrige el rumbo y se sigue equivocando.
La realidad, a la manera de una ola imparable, va haciendo sentir su
presencia a las puertas mismas del Gobierno. La desaceleración de la economía
ya no puede ser disimulada ni por los dibujados índices de inflación del Indek
ni por las cifras de aumento de la recaudación sobre las que en forma
descontextualizada informa la AFIP. El bienvenido plan de viviendas lanzado de
apuro en el “Aló Presidenta” del miércoles (¿cuántos planes destinados al mismo
fin lanzó ya el kirchnerismo?) responde a la necesidad de hacer frente a la
falta de viviendas y a la desaceleración de la actividad en la construcción.
Como muchas de estas iniciativas K, el plan tiene un trasfondo de
improvisación que quedó plasmado en los discursos de ese día. Varias cuestiones
a considerar. El déficit habitacional constituye una de las mayores deudas
sociales. Por eso, junto con lo bienvenido de las medidas están los peros, que
no son pocos ni menores. El primero es la utilización de los fondos de la
Anses, primitivamente destinados a atender los pagos de haberes de los
jubilados. De ahí el severo reproche hecho al titular de ese organismo, Diego
Bossio, de la Corte Suprema, que viene reclamando el cumplimiento de sus fallos
por los beneficiarios que cobran mucho menos de lo que les corresponde. Es
paradójico que la Anses señale que si paga lo que marca la ley se funde cuando,
al mismo tiempo, lanza un plan de viviendas a base de préstamos hipotecarios a
tasas de interés inferiores a las de la inflación, lo que a la larga terminará
por enflaquecer sus arcas.
Es curioso que estos créditos subsidiados tengan entre sus
destinatarios a quienes perciban ingresos de $ 30 mil por mes.
Otra incógnita se refiere a la necesidad de obras de infraestructura
que habrá en muchos de los terrenos fiscales que se asignen para construir.
¿Quién se hará cargo? La siguiente duda tiene que ver con la real capacidad que
hay para levantar 100 mil viviendas por año.
También hay hechos que son discriminatorios, ya que quedan excluidos de
toda posibilidad de acceso a estos créditos los habitantes de la Capital, de La
Rioja y los jubilados. Es evidente, además, que la premura con que se anunció
el plan tuvo como objetivo competir con el lanzado hace unos días por la Ciudad
de Buenos Aires que, aun cuando insuficiente, parece más realista que el de la
Nación.
En medio de todos estos tejes y manejes, las arcas provinciales
muestran déficits crecientes que obligan a sus gobernadores a suplicar a la
Casa Rosada. Una escena grafica esta situación. Días pasados un gobernador, que
gestionaba en persona la liberación de fondos que le corresponden a su
provincia, se sorprendió cuando –al llegar al despacho de la presidencia del
Banco Nación– se encontró con unos 17 ministros de Economía de otras tantas
provincias que hacían antesala a la espera de ser atendidos.
Sobre esta realidad hablaron días atrás Daniel Scioli y Gabriel
Mariotto, en una comida en la residencia del gobernador. No es que haya
renacido entre ellos un amor que nunca existió. Lo que los unió fue el espanto.
Mariotto cayó también en la cuenta de las dificultades de caja que complican la
gestión de muchos intendentes que viven la angustia de no saber si a fin de mes
podrán pagar los sueldos. Horas antes, Scioli había quedado muy preocupado por
los datos y la visión de futuro que le arrojó Roberto Lavagna. Esa reunión –que
molestó a la Presidenta y a su entorno– tuvo que ver con el armado de una
estructura política de la cual también participará Alberto Fernández, pero
además con el diagnóstico y el pronóstico del ex ministro sobre nuestra
economía. Scioli quedó muy preocupado. Lavagna está convencido de que se avanza
hacia un callejón que no tendrá otra salida que un ajuste con reminiscencias
del Rodrigazo, un plan con medidas drásticas que derivó a una gran
conflictividad social y turbulencia política.
Los indicadores que se conocieron en las últimas horas confirman una
desaceleración económica indisimulable. Las restricciones a la compra de
dólares, la confusa cláusula de la pesificación de los contratos incluidas en
el proyecto de reforma del Código Civil que en breve tratará el Congreso y el
sostenido nivel de restricciones a las importaciones generan un deterioro de la
actividad que ya llevó a muchas fábricas a cancelar turnos y a suspender a
parte de su personal, al que acecha la angustia del despido.
Todo esto genera dudas de las que la Presidenta tuvo una muestra
irrefutable en su reunión con empresarios e inversores que fueron a escucharla
en el encuentro organizado por el Consejo de las Américas en Nueva York. Según
lo que varios de los asistentes al almuerzo comentaron, la mayoría quedó
bastante insatisfecha con sus respuestas, pues quiso mostrar el ingreso de
Carlos Slim a YPF como un logro de alto impacto. Lo cierto es que Slim se quedó
con acciones que los Eskenazi no pudieron pagar luego de haber sido eyectados
de la compañía. Ahora habrá que ver si el empresario mexicano apuesta a más. La
necesidad de YPF de obtener fondos que hoy el Gobierno no le puede dar es
imperiosa.
La semana deparó otros dos hechos de impacto. Uno fue el episodio de
salud que afectó a Máximo Kirchner. Como se sabe, el hijo de la Presidenta
sufrió una artritis séptica de su rodilla derecha que en las manos de dos
destacados médicos, los doctores Carlos Autorino y Horacio Rivarola Etcheto,
tuvo el tratamiento adecuado. La evolución del paciente es óptima. Lo que
escandalizó fue el abusivo uso de los recursos del Estado –el avión
presidencial, dos helicópteros, dos ambulancias, numerosos autos para
operativos de distracción– para atender una patología que podría haberse resuelto
en Santa Cruz. Este uso sobredimensionado de los bienes y los fondos del Estado
–Carlos Menem hacía lo mismo– forma parte de la concepción absolutista de quien
cree que el Estado es ella.
El otro hecho fue la presencia de la Presidenta en la reunión del
Comité de Descolonización de la ONU. Su discurso fue bueno. Su crítica a la
provocación del primer ministro del Reino Unido, David Cameron, fue justa. Pero
igual la presencia de Fernández de Kirchner en la ONU de nada sirve. Mal que
les pese a ella y a sus funcionarios, hoy las islas están lejos. El gran
desafío es vencer la barrera cultural que separa a los kelpers de la Argentina.
Es una tarea que demandará años y para la cual nada se ha hecho.
Producción periodística: Guido Baistrocchi.
© Escrito por Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 16 de Junio de 2012.
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