Lo imposible se hace obvio...
Como desde 2003, el kirchnerismo volvió a
tornar obvio lo que parecía imposible. Esto reordenó el tablero político y
permitió aprobar la nueva ley petrolera con el 90 por ciento de los votos del
Senado. La promoción de cuadros jóvenes, el legado de Cristina y el aislamiento
de Moyano. El desafío de una YPF profesional que desmienta los interesados
vaticinios. Una decisión de fondo, en el momento oportuno. La propuesta
indecente del señor Brufau, las cajas del señor Gomis y la ética de Repsol.
El 90
por ciento de los setenta senadores presentes declararon en la madrugada del
jueves de interés público y objetivo prioritario el autoabastecimiento,
explotación, industrialización, transporte y comercialización de hidrocarburos
y, para lograrlo, la expropiación del 51 por ciento del patrimonio de YPF. El
5,7 por ciento se abstuvo y apenas el 4,3 votó en contra. Horas después, la Cámara de Diputados aprobó
en plenario de comisiones el dictamen favorable con el 86 por ciento de los
votos, la oposición del 12 por ciento y 2 por ciento de abstenciones. Como si
esta cuestión no constituyera la noticia económica y política más importante en
muchos años, el matutino La
Nación informó en el principal título de su portada del
jueves que “Estados Unidos considera difícil la relación con la Argentina”. Al día
siguiente repuso como título principal de su portada la decisión de la Cámara Federal de
apartar al juez Daniel Rafecas de la causa que según el diario “involucra a
Boudou”.
Lo mismo hizo Clarín, que se refirió al “caso Boudou-Ciccone”, y
sostuvo en una columna que el vicepresidente estaba imputado, deseo que no
consta en el expediente. No dedicaron ni un título secundario en su tapa del
viernes al dictamen de comisiones sobre hidrocarburos. Pero ambos destacaron
como segundos temas del día la venta de las radios y la señal de cable que
administraba Daniel Hadad al empresario petrolero y del juego Cristóbal López,
que adscriben a lo que califican como “medios oficialistas”, y el acto político
de Hugo Moyano en Parque Roca. El duopolio (entre ambos venden seis de cada
diez ejemplares de los principales diarios del país) despotrica contra la UCR y el FAP por acompañar el
proyecto oficial.
Esto define el antagonismo entre el sistema representativo y
la oposición, que no está en el Congreso ni en los partidos políticos, sino en
las grandes empresas, las potencias internacionales y sus voceros. Todo fue
distinto cuando el menemismo privatizó YPF. Las negociaciones insumieron seis
meses, costó varias semanas conseguir quórum, hubo milmillonarias
transferencias a las provincias por regalías mal liquidadas y nunca terminó de
esclarecerse la denuncia del diputado Luis Saadi en el recinto, de que los
legisladores cobraron ocho millones de dólares por la aprobación del proyecto.
En 1999, cuando el Estado cedió su control a los pequeños refinadores y
estacioneros españoles de Repsol, María Eugenia Estenssoro escribió con el
corazón y la mente que fue “un negocio cocinado” entre “el rey Juan Carlos de
España y el presidente Menem”, con motivaciones mezquinas, de corto plazo y “de
bolsillo”.
La significación autoevidente
Pocas
cosas son más representativas del genio político que el planteo de asuntos
inimaginables que luego se incorporan con naturalidad al sentido común. Este ha
sido un rasgo distintivo del kirchnerismo. La política de derechos humanos, la
renegociación de la deuda pública, la ruptura con el ALCA, la recuperación del
sistema previsional de manos de los bancos, la ley de servicios de comunicación
audiovisual, el Fondo de Desendeudamiento con reservas del Banco Central y la
reforma de su carta orgánica no produjeron menos estupor que la decisión
presidencial de recuperar el control de la principal empresa del país. Cuando
lo imposible se transforma en obvio el tablero político se reordena con
facilidad. Hechos tan diversos como la actualización jubilatoria semestral, los
festejos del Bicentenario, la Asignación Universal por Hijo, el reclamo de
negociación por las Malvinas y ahora la recuperación de los Yacimientos
Petrolíferos Fiscales ejemplifican la capacidad de Cristina de concentrarse en
proyectos de impacto masivo y significación autoevidente.
En el corto plazo, la
trabajosa búsqueda mediática de cualquier tema capaz de menguar la simpatía por
el gobierno puede dar placer a ciertos sectores ya predispuestos. Pero este
regodeo en asuntos de importancia social menor es de una irremediable
esterilidad. A la identificación certera de cuestiones que inciden en la vida
cotidiana de la mayoría y deciden su voto, Cristina suma una vocación didáctica
infrecuente, al menos desde la muerte de Juan D. Perón. Los discursos recientes
en los que se refirió al caso de YPF no fueron anecdóticos ni formales sino
ceñidos a las cuestiones de fondo. El déficit en las inversiones de Repsol se
tradujo el año pasado en una factura de importación de petróleo y derivados por
casi 10 mil millones de dólares, equivalente al superávit comercial argentino,
dijo. Su cáustica referencia a la curva de caída de la producción y las
reservas de petróleo de YPF como “la trompa del elefante” fue un dardo a la Caza Real de la España del 25 por ciento de
desempleo. También explicó que pese a esta declinación, YPF no tuvo pérdidas
sino ganancias extraordinarias, al duplicar sus precios en dólares, refinar
sólo para “el público que paga la nafta más cara, los productos premium”,
mientras “nosotros tenemos que importar el gasoil y el fuel oil para mantener
la producción agrícola ganadera y de energía eléctrica”.
Esta “política de
vaciamiento” tornaría a la
Argentina en “un país inviable”, y no por falta de recursos,
ya que luego de China y Estados Unidos “somos el tercer país en el mundo en
tener gas shale de reciente descubrimiento”, agregó. (Su descubrimiento se debe
a geólogos argentinos, que utilizaron modernas técnicas de 3D sobre la base de
la información sísmica disponible para determinar con exactitud dónde perforar.
Pero de inmediato fueron apartados de esa tarea, porque Repsol sólo quería
difundir el hallazgo para mejorar su capitalización de mercado mientras buscaba
inversores internacionales.) Su estrategia consistió en transferir utilidades a
la casa matriz, que con ellas ha expandido sus inversiones para perforar en
Trinidad y Tobago, Perú, Venezuela, Bolivia, Colombia, Ecuador, Argelia, Libia,
Estados Unidos, Brasil, Angola, Rusia, Irlanda, Irak, Túnez y Portugal, lo que
Repsol llamó en su página web “diversificción del riesgo argentino”.
¡Generoso ofrecimiento!
En una
carta enviada a Cristina, el banquero catalán Antoni Brufau, presidente de
Repsol, elevó un plan de negocios con las inversiones y el aumento de la
producción que no hizo en la década previa. Confesó que pensaba ceder parte de
sus concesiones en la
Argentina a otras empresas e inversores, decidiendo en cada
caso “quién será el operador”. También invitaría a participar “a las provincias
y el Estado Nacional”. El mensaje de elevación del proyecto de expropiación
ironiza sobre este “¡Generoso ofrecimiento!” del causante de la situación
actual, que ahora se presenta como “salvador capaz de revertir la grave situación”
que produjo. La propuesta no contempla aportar siquiera parte del capital y la
capacidad operativa propios. Sólo “consiste en ‘subconcesionar’ las áreas a
otras empresas o al propio Estado, que desarrollarían este Plan de Negocios”.
El papel que se reserva Repsol “como compañía de prestigio y solvencia
internacional” es el de garantizar “la atracción de enormes inversiones a la Argentina”.
Brufau
admitió que YPF ya las estaba negociando con grandes compañías internacionales.
Es decir, “pretenden actuar como agentes intermediarios, arrogándose además el
derecho de otorgar concesiones sobre los campos que ellos mismos tienen
otorgados pero que no pueden explotar por falta de capital o de capacidad
operativa”. El mensaje presidencial al Congreso califica este ofrecimiento “a
otras empresas de lo que no les pertenece” como una “desvergonzada propuesta”.
Esa carta recuerda el escándalo producido por Repsol en Bolivia cuando
inscribió como propias reservas que no le pertenecían.
La rama juvenil
Otro
rasgo llamativo de la conducción de Cristina es el rol preponderante que ha
reservado para cuadros jóvenes, a los que se refirió con insistencia en el acto
del viernes, como custodios del legado de quienes “no somos eternos”. Mencionó
a aquellos que militan en las escuelas, las universidades y los barrios, pero
no a quienes trabajan en fábricas y oficinas, un lamentable olvido discursivo
en su propuesta de unidad y organización. En verdad, a sus 40 años Axel
Kicillof es un veterano, comparado con los 30 que tenía Antonio Cafiero cuando
Perón lo designó ministro de Comercio Exterior. Su defensa del proyecto en el
Senado tuvo algo de la intensidad y la persuasión de las clases semanales de
Perón en la CGT.
Kicillof se expresó con notoria facilidad y sin nervios
porque hasta que no recibió un mensaje de texto de su esposa no supo que la
sesión se estaba transmitiendo en directo por varias señales de cable.
Su
impacto fue tan grande que hizo incurrir a un servicial veterano como Roberto
García en el exceso de postularlo como eventual sucesor de Cristina, desde su
columna en el bisemanario Perfil. No fue necesario que Kicillof se golpeara el
pecho y repitiera tres veces mea culpa para que quedara claro que el gobierno
rectificaba el rumbo que fijaron los dos funcionarios que lo acompañaban, el
ministro polirubro Julio De Vido y el secretario de Energía Daniel Cameron.
Acuciados por la prioridad de asegurar energía barata y sin cortes, orientaron
cuantiosas inversiones estatales para garantizar el crecimiento de la industria
y el empleo, y resistieron hasta cierto punto lo que Kicillof llamó en el
Senado el chantaje del señor Brufau, de bajar la producción para conseguir
aumento de precios, misión imposible para YPF sin la cartelización con las
restantes empresas del sector.
La dureza del obstáculo
La
historia no se construye como uno quiere, sino como puede, por un sendero
sinuoso, con altibajos y claroscuros, marchas y contramarchas y, sobre todo,
“según el grado y la dureza del obstáculo”, sinceró la presidente en
Tecnópolis. El momento llegó por la desafortunada confluencia de dos procesos
independientes: el alza del precio internacional del barril de petróleo, que en
pocos años se duplicó, y la caída en la producción local. El primer factor
seguirá su evolución al margen de cualquier opinión argentina. El barril ronda
los 120 dólares y según el economista estrella Nuriel Roubini (Scary Oil,
http://www.projectsyndicate.org/commentary/scary-oil) podría seguir su ascenso
si en el invierno argentino Barack Obama sumara a su campaña electoral la confrontación
con Irán que propicia Israel, desatando una recesión global. No hace falta
explicar la diferencia entre quienes puedan aprovisionarse de su propio
petróleo y aquellos forzados a importarlo. El segundo elemento, en cambio, sí
está en la propia órbita. La existencia de los yacimientos es una ventaja
competitiva de la
Argentina. Se trata de administrar este recurso que tanto
Estados Unidos como Europa definen como estratégico en función del interés
social y no con la lógica de la máxima rentabilidad empresarial. Ese interés
está descrito en la política hidrocarburífera que expone el mensaje del Poder
Ejecutivo al Congreso: promover el desarrollo y el aumento de la competitividad
de los diversos sectores económicos y de las provincias y regiones; restituir
las reservas dilapidadas en la última década; realizar alianzas estratégicas
con capitales públicos y privados, nacionales e internacionales, para explorar
y explotar hidrocarburos convencionales y no convencionales y proteger a los
consumidores en el precio, calidad y disponibilidad de los combustibles.
Mientras los medios locales amplifican los vaticinios españoles sobre el
aislamiento de la Argentina,
donde nadie querría invertir, los capitales acostumbrados a la seguridad
jurídica del centro de Asia están haciendo cola ante los despachos de Kicillof
y De Vido, ávidos por los yacimientos no convencionales. Lo que resta por
discutir es la estrategia a seguir. La ley plantea acudir a fuentes de
financiamiento externas e internas y concertar asociaciones estratégicas y todo
tipo de acuerdos con otras empresas públicas, privadas o mixtas, nacionales o
extranjeras. Las opciones pasan por incrementar en forma rápida la producción y
exploración en los ya maduros yacimientos convencionales que Repsol había dejado
caer o acelerar los mismos procesos en los apetecidos yacimientos no
convencionales; en cerrar trato con las mayores compañías petroleras o recurrir
al financiamiento bancario para realzar el rol del Estado, y en qué
proporciones y plazos cada alternativa.
La gestión profesional
Los
sucesivos discursos presidenciales y el proyecto de ley insisten en la gestión
profesional de la nueva YPF. Esto no es fácil de conseguir, sobre todo cuando
los actuales precios del barril incrementan la competencia por los recursos
humanos más capacitados. Se parte además de un punto muy bajo, porque los doce
años de gestión de Repsol dejaron una YPF de singular atraso tecnológico, sólo
volcada a perforar a ciegas en los yacimientos preexistentes, reventando los
pozos para monetizar lo antes posible las reservas remanentes, con criterio
financiero. La legitimidad de la decisión oficial dependerá de los resultados a
mediano y largo plazo. En una despectiva declaración contra el peronismo, Mario
Vargas Llosa encomió desde Madrid como un “augurio muy exacto” la frase del
alcalde porteño Maurizio Macrì, en un año estaremos peor que hoy”. Y su hijo
Alvaro, residente en Washington, añadió que “si el argumento para nacionalizar
o expropiar es el del aumento de la producción, lo único que hay que hacer es
ver lo que ha pasado en Venezuela y México para darse cuenta de lo que va a
ocurrir”.
El razonamiento es ahistórico, puro ideologismo abstracto, ya que en la Argentina el dramático
declive se inició con la privatización y la desregulación. Para que no se
cumpla la interesada profecía de ambos políticos de origen peruano, es
imprescindible una conducción profesional, sobre todo en el área crítica de
Exploración y Producción, la única que Repsol nunca resignó. La gestión
profesional de YPF es uno de los tres principios a los que deberán sujetarse el
Estado nacional y las provincias, tal como los definió el mensaje de elevación
de la ley. Los restantes son el cumplimiento de “los objetivos de la presente
ley” y la administración de YPF Sociedad Anónima “conforme a las mejores
prácticas de la industria y del gobierno corporativo, preservando los intereses
de sus accionistas y generando valor para ellos”. El tiempo dirá si no son
contradictorios.
La gruesa línea roja
Saldo
comercial en combustibles (en millones de dólares)
© Escrito por Horacio Verbitsky y publicado
por el diario Página/12 de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires el domingo 29 de abril de 2012.
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