Defender el
trabajo argentino…
Débora Giorgi, Ministra de Industria.
Últimamente
vemos cómo se tilda a la
Argentina de ser uno de los países más proteccionistas. Sobre
esta calificación corresponde aclarar cuál es la realidad y dónde se esconden
intereses tanto de actores privados como de países. La realidad es que nuestro país
no está cerrado al mundo. En efecto, nuestra economía es hoy, en pleno proceso
de reindustrialización, dos veces más abierta que en los ’90. En ese entonces
el índice que se utiliza para medir la apertura de la economía (la suma de
exportaciones e importaciones en relación con el PBI) era del 19 por ciento,
contra el 34 por ciento actual.
En 2011, las
importaciones argentinas crecieron 30,8 por ciento respecto de 2010 y entre
2003 y 2011 el crecimiento de las compras al exterior fue del 434 por ciento.
Entonces, ¿cómo somos la bette noire del proteccionismo? Muy simple: porque en
esa calificación se reflejan, por una parte, los intereses de importadores que
ven hoy –a diferencia de los ’90– cómo se apaga su negocio, y por otra, los
intereses de los exportadores de otros países que no quieren perder mercados
porque significa perder negocios y empleos.
El 80 por ciento
de los países que expresaron el 30 de marzo pasado en la Organización Mundial
de Comercio (OMC) su “preocupación” ante las políticas comerciales de nuestro
país, registran superávit comercial con Argentina y, en la mayoría de los
casos, Argentina aumentó su participación como mercado para esos países, es
decir, ha sido mejor mercado que los países supuestamente “abiertos”.
También debe destacarse
que la OMC tiene
en el ámbito del Órgano de Solución de Diferencias el fuero natural donde los
países plantean sus diferendos comerciales. Este Órgano ha recibido siete
presentaciones en lo que va de 2012, triplicando el ritmo de presentaciones de 2011.
Así, Argentina
–que cumple plenamente con la normativa OMC– defenderá, si fuera necesario, sus
políticas comerciales en el ámbito o foro que le corresponda, porque tenemos la
plena convicción no sólo de que cumplimos las normas, sino porque detrás de las
quejas se encuentra la defensa de más de un millón de puestos de trabajo
creados por la industria nacional.
Si dejamos la
hipocresía de lado, si rompemos, como lo reclama en los foros internacionales
nuestra presidenta Cristina Fernández de Kirchner, con el lamentable doble
estándar de aquellos países que tienen permitido aplicar reglas que los
benefician o romperlas cuando no les conviene y los que no, llegaríamos
fácilmente a dos conclusiones.
Primero, los
países desarrollados que hoy pregonan el libre comercio para terceros fueron y
son terriblemente proteccionistas, lo fueron para desarrollar su industria, y
lo son en sus sectores agroindustriales, de servicios, propiedad intelectual y
compras gubernamentales, sólo para dar algunos ejemplos. Además, en forma más
que frecuente enfrentan reclamos por ello.
Estados Unidos y
la Unión Europea
–que suscribieron la presentación contra Argentina– mantienen medidas que
funcionan como barreras paraarancelarias restringiendo claramente el ingreso de
productos argentinos a sus mercados, como en el caso de EE.UU. con la carne
bovina –fresca enfriada y congelada–, limones frescos, cítricos dulces, carne
de cordero, entre otros, y en el caso de la UE, enfrentan los subsidios a la producción y a
las exportaciones de productos agropecuarios (carnes, lácteos, azúcar), precios
mínimos de entrada y restricciones técnicas.
Además, mientras
que Argentina recibió una “queja formal” de 40 países, muchos de esos Estados
tienen denuncias concretas desde 1995
a la fecha por prácticas comerciales que se
constituyeron en casos (panel) que investiga la OMC: por ejemplo, Estados Unidos ha sido
demandado en 114 oportunidades, la Unión Europea en 70, más las demandas
particulares a cada uno de sus países por parte de Brasil, India y China, entre
otros, y como último ejemplo México fue demandado en 14 oportunidades por 7
países, entre ellos Estados Unidos y Chile.
La segunda
conclusión es que la crisis internacional que estamos atravesando ha
incentivado en los países la implementación de políticas nacionales de comercio
exterior para preservar los mercados internos de la competencia desleal que
generan: la sobreoferta mundial que surge porque en los países desarrollados
sube el desempleo y cae la demanda; porque los países emergentes que crecemos
somos sometidos a las presiones de las revaluaciones cambiarias, y porque es
imperioso neutralizar los efectos negativos de las políticas de globalización
forzada del comercio internacional aplicadas por las empresas transnacionales.
Es fundamental
preguntarse si quienes nos cuestionan no son los mismos que buscan exportar sus
horas de trabajo, su desempleo creciente y sus sobrantes de producción, es
decir, su crisis y el achicamiento de sus mercados a nuestro país. Por esa
razón en ninguna mesa de negociación resignaremos la defensa del trabajo para
los argentinos.
Las medidas de
administración de comercio que se aplican en Argentina (como Licencias
Automáticas y No Automáticas) están contempladas por la OMC y las utilizan otros cien
países en el mundo, y otras iniciativas como la Declaración Jurada
Anticipada de Importaciones es utilizada de manera similar en 27 naciones.
Nuestro mercado
interno creciente y pujante es un pilar del modelo iniciado en 2003 que, con
eje en la producción y el trabajo, permitió duplicar nuestro PBI industrial y
convertir a la Argentina
en el tercer país del mundo que más incrementó su PBI en 2011 detrás de China e
India y el que más creció en la región en los últimos 8 años.
Todo este
desempeño se reflejó, entre otros aspectos, en que el año pasado alcanzamos una
tasa de inversión del 24,5 por ciento sobre el PBI, que fue la más alta de los
últimos treinta años. Porque, digámoslo sin pudor, es una enorme oportunidad
invertir en Argentina.
Pero para seguir
siendo una oportunidad para más producción y más y mejor trabajo, la política
de comercio exterior debe estar en consonancia. Es decir, defender con orgullo
lo hecho en Argentina por manos e intelecto argentino, siendo cada vez más
exigentes con nosotros mismos porque ése es el camino del desarrollo económico
con inclusión, que es la base de nuestro modelo.
© Escrito por Débora Giorgi (*) y publicado por el
Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires el sábado 7 de Abril de 2012.
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