¿Que más...?
Juan P. Schiavi
¿…que más
tiene que ocurrir para que veamos con claridad nuestra realidad?
Para
que comprendamos que es mentira que seamos apolíticos cuando seguimos los
mandamientos del " no te metás”. O del " eso no es asunto mío”.
Apartando el dato irrelevante de no afiliarnos a ninguna estructura partidaria,
de lo más significativo que es no ejercer nuestras ciudadanías, de desconocer
el alcance de nuestros derechos, y en todo lo precedente me incluyo, realmente
ejercemos la política del no ocuparnos. Como mujeres y hombres somos animales
políticos, lo demostramos con nuestros procederes. Día tras día. Segundo tras
segundo. Inevitablemente.
¿Cuánto
sucederá para que advirtamos a dónde nos lleva la famosísima y sobrevalorada
" viveza criolla "? Hoy, como en tantas otras veces - la puerta doce,
keyvis, con su lógica secuela inexorable: cromagnon - , demostramos lo
" vivos " que somos.
¿Cuánto
falta para que descubramos que cuando prescindentemente (como si de verdad pudiésemos
prescindir del lugar en dónde vivimos, ese que contribuimos a moldear todos los
días, ese que edificamos entre todos nosotros continuamente) nos quejamos
de " este país " - hay quienes lo mencionan como " este
bendito país ", con rabia, insultándolo, nos estamos refiriendo a
nuestro país, o a nuestra ciudad y a nuestros disfunción arios?
¿Cuántos
funcionarios parásitos y desubicados como Juan P. Schiavi tienen que tener la
indecencia de no guardar el mínimo decoro al referirse a las víctimas de su
incapacidad - la de Schiavi y la de tantos otros como él que lo circundan y le
son funcionales - y a sus comportamientos (mencionó: " la “costumbre
argentina” de moverse hacia los vagones de adelante para salir más
rápido del andén...")? Lamentándose,
en su estolidez, de que la tragedia no hubiese ocurrido ayer, que
había sido un feriado, ya que las víctimas hubieran sido menos,
este individuo que no registra que una sola víctima de su desvergüenza es
inaceptable. No hay calificativo, por despreciable y soez que sea para
calificar a este partícipe necesario.
Lo que implican sus palabras, ni más, ni
menos, es que conocía y sabía que lo que sucedió iba a suceder y solamente
le incomoda que la cifra de asesinatos - del diccionario : el asesinato
( también denominado homicidio calificado) es un delito contra la
vida humana, de carácter muy específico, que consiste en matar a una persona
concurriendo ciertas circunstancias, tales como: alevosía, precio, recompensa
o promesa
remuneratoria y ensañamiento, aumentando deliberada e inhumanamente el
dolor del ofendido. - También se percibe que están presentes los cuatro
agravantes, que son premeditación, alevosía, ventaja y traición. - sea altísima.
Inmanejable dentro de las relaciones públicas aceptables que mal aprendió o mal
se asesoró, ni de las leyes del mercadeo que parece conocer un poquito más. Sus
conceptos - los del individuo Schiavi J. -, vertidos sin pudor, sin
remordimientos, en la certeza de que no va a recibir una
sanción, en el convencimiento de su impunidad e imputabilidad, revelan su
estatura moral y su calificación para la tarea que... ¿desempeña? Constituyendo lo
grave el que sea un cabal representante de su mayoritaria clase
de funcionario, mal calificado como " político " y
para el cargo que ocupa.
En
lo personal, como argentino y porteño me es penoso ver o escuchar, o ambas
cosas, a quienes se autocalifican de comunicadores sociales decir que
tienen vergüenza de ser argentinos, es indignante, escucharlos diciendo que les
agradaría no haber nacido en mi país, deberían avergonzarse de ser ignorantes...
de ser frívolos.... de no investigar... de mirar hacia otros lados... de
dedicarle espacio a las tonterías en lugar de hacerlo a la educación. ¿Qué
tienen que ver la patria con los corruptos, los transeros, los mercaderes de la
muerte y los palurdos que ocupan puestos para los que no están capacitados? ¿De
qué pensamos que está hecha y cómo imaginamos que se construye nuestra sociedad? Sin
inmiscuirnos estimo imposible prevenir los próximos, evitables, asesinatos.
Alejandro
Lacquaniti.
P.D.:
me resultó difícil eliminar la mayoría los agravios que contenía el
texto, los que quedaron son ineludibles.
© Alejandro Lacquaniti
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