Más kirchnerismo puro…
De terror... Guillermo Moreno. Dibujo: Pablo Temes.
Nuevas apretadas del secretario. Ajuste disfrazado. El minero que es dirigente del PJ. Y una nueva sobreactuación malvinera.
Lo que se narra a continuación ocurrió hace pocas semanas. Corría mitad de enero y Guillermo Moreno –cuyo verdadero papel es el de ministro de Economía en funciones– reunió a un grupo de empresarios. El tema tenía que ver con lo que se ha transformado en una obsesión oficial: la necesidad de evitar la fuga de dólares. Al despacho de Moreno llegaron cuatro empresarios, a quienes se les hacía muy difícil disimular la inquietud. Tras saludarlos, el secretario de Comercio fue al grano: “En este país hay tres grupos de empresarios: primero están los que aman a la República Argentina y exportan permanentemente sus productos; luego vienen los que importan algún producto y me tienen miedo; con ellos vamos a ir hablando y viendo cómo se desarrolla el día a día (ahí uno de los empresarios perteneciente a este grupo se animó a decir que tenía sus productos varados en el agua desde hacía 200 días, lo que fue contestado de inmediato por Moreno quien, con pocas pulgas, expresó: ‘Te dije que precisamente vamos a ir viendo el día a día, así que no me molestes más’); y finalmente están los que importan a granel, a los que, si siguen así, les va a ir muy mal”.
Antes de retirarse, los empresarios fueron agasajados con bombones, cuyo envoltorio tenía la leyenda “Clarín miente”. Uno de los asistentes, desconfiado, osó oler el bombón, lo que motivó la ira de Moreno y una admonición tajante de su parte: “¿Pero, qué creés, que te voy a envenenar con un bombón? ¿Desde cuándo utilizo métodos tan sutiles?”.
La preocupación que existe en el Gobierno por el resguardo de los dólares es enorme. Los funcionarios que conocen los números reales ven con creciente preocupación el bajo nivel de reservas de libre disponibilidad con que cuenta el BCRA. Por eso, en esta última semana, los controles para limitar la compra-venta de dólares recrudecieron. La necesidad de cortar gastos y ahorrar es imperiosa. El conflicto con YPF está atado a esta realidad. Es notable cómo, recién ahora, el Gobierno alza su voz para quejarse de la compañía de Repsol. ¿Es que en todos estos años el secretario de Energía no advirtió esta falta de exploración que ahora se denuncia? ¿De qué valió el denuesto permanente a los ex secretarios de Energía que han venido alertando sobre esta realidad? Por lo que se sabe, el grupo Eskenazi, accionista minoritario de YPF, ha dejado de ser “del palo”, como señala una fuente gubernamental que agrega: “Cayó en desgracia y de eso, en el kirchnerismo, es difícil volver”. Se estudian distintas alternativas. Una es desplazar a Eskenazi de la compañía, versión que el viernes sonaba con mucha fuerza en algunos sectores empresariales. Otra variante es la de forzar a YPF a vender parte de sus acciones a las provincias.
En el horizonte, asoma un período de conflictividad creciente que inquieta al oficialismo. Ahí están las paritarias, la tensión con Hugo Moyano y la CGT, los aumentos de las tarifas de los servicios a partir de que se quiten los subsidios y otras situaciones que están escapando al control del Gobierno, como fue la represión policial en Catamarca a los ciudadanos que protestaban contra el avance del proyecto minero de explotación aurífera a cielo abierto. Eso dejó mal parado al kirchnerismo. Y es impresionante observar cómo el Gobierno arremete contra esa protesta con maniobras mediáticas engañosas. Así ocurrió en el último “Aló presidente argentino”, que cada semana protagoniza Cristina Fernández de Kirchner, en el que habló con “Antonio”, un minero que fue presentado como un simple trabajador. Resultó ser que Antonio no era Antonio, sino Armando Domínguez, quien tampoco es un simple trabajador más, sino nada menos que el vicepresidente del PJ de Olavarría. Otra muestra de kirchnerismo puro.
En este marco, se ha reinstalado con fuerza el asunto Malvinas. Los treinta años de la locura y la tragedia de aquella guerra brinda a los gobiernos de la Argentina y del Reino Unido la oportunidad de reverdecer el conflicto y de desplazar la atención de los problemas internos que los aquejan. La palabra ajuste pega fuerte en la administración del primer ministro David Cameron y aquí. Por eso las sobreactuaciones. El envío al Atlántico Sur de los poderosos navíos nucleares que dispuso Cameron constituye un despropósito. La Argentina está lejos de plantear una alternativa bélica. Tampoco tiene nuestro país la posibilidad de generar una medida capaz de torcer súbitamente el curso de los acontecimientos. Por eso es que fue desproporcionado el nivel de expectativa que generó el acto del martes al que la Presidenta convocó a gobernadores, líderes de la oposición, embajadores, líderes sindicales y empresariales y ex combatientes a los que, por otra parte, una vez más se usó con fines políticos. Tamaña convocatoria y agitación para anunciar la constitución de una comisión para evaluar la desclasificación parcial del Informe Rattenbach fue otro despropósito.
Después, estuvo el anuncio del envío del canciller Héctor Timerman a Nueva York para presentar una denuncia contra Gran Bretaña por la introducción de armamento y/o material nuclear en el Atlántico Sur. Para evaluar la exacta dimensión de esta presentación, recomiendo leer el artículo del ex canciller Dante Caputo en la edición de ayer de PERFIL.
Finalmente, el anuncio de la creación del hospital de salud mental para los ex combatientes resulta, a esta altura, anacrónico. Mucho más útil sería asegurar a los veteranos una atención de primer nivel en los centros hospitalarios de sus respectivas provincias.
Es cierto, como dijo la Presidenta, que aquella guerra desnudó también las contradicciones de la sociedad argentina. Como siempre ocurre, Fernández de Kirchner se apresuró en señalar que ella no había sido partícipe de esa conducta. “Esta Presidenta no fue a la plaza de su pueblo, en Río Gallegos el 2 de mayo (sic) cuando sí fueron muchos habitantes de mi ciudad”, dijo. Lo que olvidó decir es que Néstor Kirchner también acompañó aquellas conductas de apoyo a la guerra que exhibió gran parte de la sociedad argentina, como bien lo demuestra la foto en la que se lo ve junto al comandante de la XI Brigada de Montaña, general de brigada Oscar Guerrero, uno de los discípulos del temible general Alberto Camps. Esos “olvidos” de la Presidenta son también una muestra de kirchnerismo puro.
Producción periodística: Guido Baistrocchi.
© Escrito por el Doctor Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 11 de Febrero de 2012.
Lo que se narra a continuación ocurrió hace pocas semanas. Corría mitad de enero y Guillermo Moreno –cuyo verdadero papel es el de ministro de Economía en funciones– reunió a un grupo de empresarios. El tema tenía que ver con lo que se ha transformado en una obsesión oficial: la necesidad de evitar la fuga de dólares. Al despacho de Moreno llegaron cuatro empresarios, a quienes se les hacía muy difícil disimular la inquietud. Tras saludarlos, el secretario de Comercio fue al grano: “En este país hay tres grupos de empresarios: primero están los que aman a la República Argentina y exportan permanentemente sus productos; luego vienen los que importan algún producto y me tienen miedo; con ellos vamos a ir hablando y viendo cómo se desarrolla el día a día (ahí uno de los empresarios perteneciente a este grupo se animó a decir que tenía sus productos varados en el agua desde hacía 200 días, lo que fue contestado de inmediato por Moreno quien, con pocas pulgas, expresó: ‘Te dije que precisamente vamos a ir viendo el día a día, así que no me molestes más’); y finalmente están los que importan a granel, a los que, si siguen así, les va a ir muy mal”.
Antes de retirarse, los empresarios fueron agasajados con bombones, cuyo envoltorio tenía la leyenda “Clarín miente”. Uno de los asistentes, desconfiado, osó oler el bombón, lo que motivó la ira de Moreno y una admonición tajante de su parte: “¿Pero, qué creés, que te voy a envenenar con un bombón? ¿Desde cuándo utilizo métodos tan sutiles?”.
La preocupación que existe en el Gobierno por el resguardo de los dólares es enorme. Los funcionarios que conocen los números reales ven con creciente preocupación el bajo nivel de reservas de libre disponibilidad con que cuenta el BCRA. Por eso, en esta última semana, los controles para limitar la compra-venta de dólares recrudecieron. La necesidad de cortar gastos y ahorrar es imperiosa. El conflicto con YPF está atado a esta realidad. Es notable cómo, recién ahora, el Gobierno alza su voz para quejarse de la compañía de Repsol. ¿Es que en todos estos años el secretario de Energía no advirtió esta falta de exploración que ahora se denuncia? ¿De qué valió el denuesto permanente a los ex secretarios de Energía que han venido alertando sobre esta realidad? Por lo que se sabe, el grupo Eskenazi, accionista minoritario de YPF, ha dejado de ser “del palo”, como señala una fuente gubernamental que agrega: “Cayó en desgracia y de eso, en el kirchnerismo, es difícil volver”. Se estudian distintas alternativas. Una es desplazar a Eskenazi de la compañía, versión que el viernes sonaba con mucha fuerza en algunos sectores empresariales. Otra variante es la de forzar a YPF a vender parte de sus acciones a las provincias.
En el horizonte, asoma un período de conflictividad creciente que inquieta al oficialismo. Ahí están las paritarias, la tensión con Hugo Moyano y la CGT, los aumentos de las tarifas de los servicios a partir de que se quiten los subsidios y otras situaciones que están escapando al control del Gobierno, como fue la represión policial en Catamarca a los ciudadanos que protestaban contra el avance del proyecto minero de explotación aurífera a cielo abierto. Eso dejó mal parado al kirchnerismo. Y es impresionante observar cómo el Gobierno arremete contra esa protesta con maniobras mediáticas engañosas. Así ocurrió en el último “Aló presidente argentino”, que cada semana protagoniza Cristina Fernández de Kirchner, en el que habló con “Antonio”, un minero que fue presentado como un simple trabajador. Resultó ser que Antonio no era Antonio, sino Armando Domínguez, quien tampoco es un simple trabajador más, sino nada menos que el vicepresidente del PJ de Olavarría. Otra muestra de kirchnerismo puro.
En este marco, se ha reinstalado con fuerza el asunto Malvinas. Los treinta años de la locura y la tragedia de aquella guerra brinda a los gobiernos de la Argentina y del Reino Unido la oportunidad de reverdecer el conflicto y de desplazar la atención de los problemas internos que los aquejan. La palabra ajuste pega fuerte en la administración del primer ministro David Cameron y aquí. Por eso las sobreactuaciones. El envío al Atlántico Sur de los poderosos navíos nucleares que dispuso Cameron constituye un despropósito. La Argentina está lejos de plantear una alternativa bélica. Tampoco tiene nuestro país la posibilidad de generar una medida capaz de torcer súbitamente el curso de los acontecimientos. Por eso es que fue desproporcionado el nivel de expectativa que generó el acto del martes al que la Presidenta convocó a gobernadores, líderes de la oposición, embajadores, líderes sindicales y empresariales y ex combatientes a los que, por otra parte, una vez más se usó con fines políticos. Tamaña convocatoria y agitación para anunciar la constitución de una comisión para evaluar la desclasificación parcial del Informe Rattenbach fue otro despropósito.
Después, estuvo el anuncio del envío del canciller Héctor Timerman a Nueva York para presentar una denuncia contra Gran Bretaña por la introducción de armamento y/o material nuclear en el Atlántico Sur. Para evaluar la exacta dimensión de esta presentación, recomiendo leer el artículo del ex canciller Dante Caputo en la edición de ayer de PERFIL.
Finalmente, el anuncio de la creación del hospital de salud mental para los ex combatientes resulta, a esta altura, anacrónico. Mucho más útil sería asegurar a los veteranos una atención de primer nivel en los centros hospitalarios de sus respectivas provincias.
Es cierto, como dijo la Presidenta, que aquella guerra desnudó también las contradicciones de la sociedad argentina. Como siempre ocurre, Fernández de Kirchner se apresuró en señalar que ella no había sido partícipe de esa conducta. “Esta Presidenta no fue a la plaza de su pueblo, en Río Gallegos el 2 de mayo (sic) cuando sí fueron muchos habitantes de mi ciudad”, dijo. Lo que olvidó decir es que Néstor Kirchner también acompañó aquellas conductas de apoyo a la guerra que exhibió gran parte de la sociedad argentina, como bien lo demuestra la foto en la que se lo ve junto al comandante de la XI Brigada de Montaña, general de brigada Oscar Guerrero, uno de los discípulos del temible general Alberto Camps. Esos “olvidos” de la Presidenta son también una muestra de kirchnerismo puro.
Producción periodística: Guido Baistrocchi.
© Escrito por el Doctor Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 11 de Febrero de 2012.
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