Esmerilar
y malvinizar…
Ssssssssscioli... Ssssssssssilencio... Foto: Pablo Temes
Los
nuevos pasos oficiales. En el final de la convalecencia de CFK, todo empieza a
volver a la “normalidad”. El objetivo Scioli. La escalada con Gran Bretaña.
Ya con la Presidenta transitando
el tramo final de su convalecencia tras la operación por un supuesto carcinoma
papilar de tiroides, que afortunadamente nunca tuvo, la rutina del poder va
volviendo a su “normalidad”. Así se van definiendo algunos de los cursos de
acción que tienen como objetivo consolidar un proyecto que le asegure al
kirchnerismo, más allá de estos cuatro años de mandato, un rol preponderante
como factor de poder permanente: la búsqueda de la suma del poder público se
constituye en un factor clave.
En el
marco de este proyecto, uno de los primeros objetivos es neutralizar y derruir
a Daniel Scioli. Ya no queda duda de que el gobernador bonaerense está cada vez
más lejos de reunir las condiciones para ser considerado el delfín de la Presidenta para 2015.
La estrategia de Scioli es la de hacerse el distraído o el desentendido, por lo
que los voceros del Gobierno se encargan de hacerle saber esa realidad a cada
momento. Un día, el motivo de la crítica es haber jugado un partido con Macri
mientras Cristina se recuperaba de su operación. Otro día, la causa es porque
supo ser un asistente a los almuerzos de Mirtha Legrand, según hizo saber el
vicegobernador Gabriel Mariotto. Y en algún momento posterior, la razón es su
pasado menemista, como si la
Presidenta y Néstor Kirchner no estuvieran abarcados por ese
proceso político de los 90 al que no se privaron de apoyar.
A los
fines de esmerilar la figura de Scioli, el vicepresidente tiene la orden de
caminar la provincia. Amado Boudou ya dio el primer paso en aras de ese
objetivo al convocar a Mariotto para una foto en su austero despacho del Banco
Nación al día siguiente del encuentro Scioli-Macri. La reunión que tuvieron por
estas horas el Vicepresidente y el Gobernador no cambia la situación. Por su
parte, Mariotto también hace su tarea en ese operativo. Producto de ello es el
alto perfil que le está imprimiendo a su tarea como vicegobernador. Y lo que
hace es gestionar. Con ese propósito, el vicegobernador ha comenzado a tomar
contacto con intendentes afines al kirchnerismo de distintas localidades de la
provincia. Ante ellos se presenta como el nexo directo con la Casa Rosada capaz de
hacer que se abran las puertas del poder y aparezcan los recursos que, de otra
manera, el gobernador no puede proveer. Allí se concretan nombramientos para
médicos en municipios que hace años lo venían reclamando, o bien una ayuda para
la construcción de una escuela o la concreción de una obra pública anhelada por
la comunidad.
Lo del
Gobierno, pues, está claro. Lo que no está claro es lo de Scioli: ¿Qué hará?
Hasta ahora nadie tiene esa respuesta. Lo que sí se conoce es que muchos
intendentes han comenzado a hartarse de la indefinición del gobernador.
“Tenemos que saber si Scioli se va a largar a pelear por la presidencia o no.
Si lo hace, somos muchos los que lo seguiremos; pero alguna vez, y no demasiado
lejos en el tiempo, debe decidirse y hablar claro; si no lo hace y además se
mantiene mudo ante esta realidad, yo y otros no tendremos más remedio que
encolumnarnos detrás de Mariotto o aquel al que Cristina designe porque no
tendremos otra alternativa”, asegura un intendente peronista del GBA que no es
afecto lo que siente por el kirchnerismo.
El
presente favorece al oficialismo para el despliegue de este accionar. Se asiste
a un verano con un notable movimiento turístico que es muestra de un bienestar
económico indiscustible. Las voces que advierten sobre el impacto que tendrá en
la Capital y
zonas del Conurbano la quita de los subsidios a los servicios de agua, electricidad
y gas se parecen a predicaciones en el desierto. Se vive un ambiente de fiesta
y a muchos parece no interesarles los anticipos acerca de lo que vendrá.
El que
vive su momento de gloria es Guillermo Moreno, el ministro de Economía en
funciones de este Gobierno. Hace y deshace a su antojo. Se siente el vencedor
de la pulseada cambiaria que se vivió a fin de 2011. El cierre de las
importaciones lo vive como un triunfo. No importa que en Tierra del Fuego no
puedan ensamblar los teléfonos celulares supuestamente “hechos en Argentina”,
que haya dificultad para la provisión de electrodomésticos o de instrumental
médico. En el mundo editorial todavía es motivo de comentario la condición que
puso Moreno para que se reabriera la importación: “Si quieren importar libros
deberán antes exportar cualquier otra cosa. Así que vayan a La Salada, compren
calzoncillos y expórtenlos, después hablamos”, fue –palabras más, palabras
menos– el tenor de ese diálogo.
Recién
ahora, la Unión
Industrial Argentina ha decidido pronunciarse en contra de
esta medida intempestiva y nociva para la industria nacional. Que nuestro país
busque el desarrollo de una industria propia, que tenga la capacidad de
sustituir con igual calidad y en igual cantidad muchos de los productos que hoy
provienen del exterior, es un objetivo trascendente. La obtención de ese logro
sólo será posible con la puesta en práctica de políticas sólidas y perdurables
que le den sostén a una iniciativa de trascendentes consecuencias económicas,
sociales y políticas. Para ello hay necesidad, entre otras cosas, de crear
condiciones de accesibilidad al crédito que hoy sólo puede garantizar la Anses, con todos los
vericuetos de discrecionalidad política que ello suscita. Exige, también, la
existencia de un empresariado con conductas tales que le permitieran alcanzar
un liderazgo social del que hoy carece.
En
paralelo, asistimos a un recalentamiento de las relaciones entre la Argentina y Gran Bretaña
por la soberanía de las islas Malvinas. El aumento de las tensiones, a treinta
años de aquella guerra delirante y trágica, tiene más que ver con aspectos
internos de la vida política del Reino Unido. La negativa a permitir la entrada
de buques con bandera de las Malvinas a los puertos de Chile, Uruguay y Brasil
ha enfurecido al gobierno del primer ministro David Cameron. Hay mucho de
sobreactuación en el medio de una situación política que le es complicada. El
asunto Malvinas siempre ha sido así. También en nuestro país. La guerra de 1982
encaja en ese modelo. En aquel momento, tanto la Junta Militar que
presidía el general Leopoldo Galtieri como el gobierno de Margaret Thatcher
tambaleaban. El triunfo en la contienda bélica salvó a Thatcher y acabó con los
proyectos de perpetuación en el poder de Galtieri y compañía. Los derechos de
nuestro país sobre las Malvinas son incuestionables.
Sin
embargo, hay una circunstancia que no es menor: ahí vive gente que no quiere
ser argentina. Ese es el principal obstáculo que tiene nuestro país para hacer
valer sus derechos, obstáculo que ninguno de nuestros gobiernos democráticos ha
sabido cómo superar. El día que eso ocurra, las negociaciones que hoy parecen
imposibles tendrán el peso inevitable de la realidad.
© Escrito
por el Doctor Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
el sábado 21 de Enero de 2011.
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