La Celac en diez claves…
En un mundo que transita hacia no se sabe qué, y tampoco cómo ni
cuándo, la primera cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del
Caribe (Celac) es una buena noticia para Sudamérica.
La creación de la Celac, en 2010, fue una iniciativa
impulsada por Brasil cuando era presidente Luiz Inácio Lula da Silva que la
Argentina apoyó con entusiasmo y el venezolano Hugo Chávez acaba de aprovechar
con habilidad en medio del cáncer y a 10 meses de las elecciones presidenciales
del 7 de octubre.
El sistema planetario y la futurología son malos compañeros.
Antes que definir cómo será la Celac dentro de 20 o 30 años parece más útil
mostrar algunas claves de su debut en Caracas.
Clave uno. La Celac no sustituye a la Unasur, la Unión
Sudamericana de Naciones creada en 2004, relanzada en 2007 y consagrada en su
eficacia regional con la secretaría ejecutiva de Néstor Kirchner en 2010. En
términos políticos la Unasur sigue siendo el núcleo homogéneo y, como tal, fue
el motor de la Celac. Al impulsar el nuevo organismo, brasileños y argentinos
se cuidaron de no diluir a la Unasur, así como la Unasur no diluyó al
preexistente Mercosur.
Clave dos. La Celac incluye a México, y el propio presidente
Felipe Calderón abrió las sesiones, pero la Argentina no repite viejos esquemas
según los cuales México debe ser un contrapeso para el espesor internacional de
Brasil.
Clave tres. La prueba de los dos primeros puntos es que
Cristina Fernández de Kirchner y Dilma Rousseff utilizaron el marco de la
cumbre de Caracas para anunciar la creación de un llamado por los gobiernos
Mecanismo de Integración Productiva entre la Argentina y Brasil. “Cuando Brasil
crece, crece la Argentina”, dijo el canciller Héctor Timerman en una síntesis
que pareció apuntar a una visión: más allá de las diferencias comerciales, que
no superan el 10 por ciento del volumen total del intercambio entre los dos
países, la Argentina apuesta a subir la escala de la relación con Brasi. Y aquí
no hay espacio para la nostalgia sobre el PBI de cada país hace 100 o hace 50
años. Brasil está a punto de superar al Reino Unido en el ranking de las
economías más poderosas del mundo y resulta que es el gran vecino de acá al
lado. Pragmática, la Argentina actúa según esa realidad y se beneficia de ella
tanto en términos económicos como políticos. Un ejemplo del último aspecto es
el respaldo de la Celac al reclamo nacional de abrir negociaciones diplomáticas
con el Reino Unido para recuperar las Malvinas.
Clave cuatro. Brasil y la Argentina no abandonaron a
Venezuela ni como apuesta regional (centrada en el potencial energético de los
venezolanos y en su rol creciente de puente entre Sudamérica y el Caribe) ni
como apuesta política (Cristina y Dilma prodigaron gestos de cariño incluso
personal a Chávez, que pelea con la biología y contra el tiempo para un
eventual armado oficialista de cara a las elecciones).
Clave cinco. La euforia del presidente cubano Raúl Castro,
que calificó a la Celac de la iniciativa más importante de los últimos 200
años, muestra otra cara del nuevo organismo. No reemplaza a la Organización de
los Estados Americanos, que sí incluye a los Estados Unidos y tiene apartada a
Cuba, pero sigue vaciando de contenido concreto a la OEA. Y, de paso, ofrece un
paraguas de amplio espectro político para que Cuba pueda emprender una
transición lo más ordenada posible desde la revolución hacia la construcción de
un capitalismo mixto que no termine un buen día con una invasión de empresas
inmobiliarias de Miami.
Clave seis. La Celac es otra forma más de reunirse y
discutir en un mundo multipolar que se encuentra en plena reformulación. Los
Estados Unidos, que aún son la única hiperpotencia militar, estos días respiran
aliviados ante la caída del índice de desempleo al 8,6 por ciento, por debajo
del 9 que parecía imposible de perforar. La Europa comunitaria discute ya sólo
la medida en que cada país se reservará alguna cuota de soberanía ante la
decisión alemana de convertirse en el gendarme fiscal de sus 27 socios, que así
dejan de serlo para transformarse en pupilos. Beijing desacelera el crecimiento
sin enfriarse mientras avanza en una sorda disputa naval, típica de la Guerra
Fría, a ver quién predomina sobre quién en el Pacífico y el Mar de la China.
Rusia hace lo propio con su marina en el Báltico. En ambas regiones está en
juego no sólo el acceso a mercados, sino el control de riquezas naturales submarinas
a explotarse en el futuro, desde petróleo y gas hasta yacimientos de oro.
Clave siete. En la multipolaridad hay instancias de
construcción de poder regional nítido, como Unasur o el Nafta, y también
instancias más débiles con objetivos menos permanentes, de composición más
heterogénea o de conversión en foros de debate. Un ejemplo son los Brics, que
integran Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. No tienen un objetivo militar
común, pero sí disputan juntos cuotas mayores de poder en el Fondo Monetario
Internacional e intentan terciar en la crisis europea para evitar una caída
brusca de la UE. Otro ejemplo, donde hoy se concentra la tensión de la
discusión sobre los modelos internacionales de desarrollo, es el G-20, con
presencia de dos latinoamericanos en sintonía (la Argentina y Brasil) y otro
alineado con Washington, como México.
Clave ocho. México ya eligió el Nafta (fruto de una decisión
política de integración con los Estados Unidos y a la vez consagración de una
dependencia comercial y económica respecto del mercado norteamericano), pero un
futuro gobierno del Partido Revolucionario Institucional que surja de una
victoria eventual el 1ª de julio puede necesitar que a mano haya un foro donde
retomar cierta dimensión simbólica de autonomía cultural respecto de su gran
vecino. Esa perspectiva sería aún más acuciante si el presidente que suceda a
Calderón, del conservador PAN, decidiera cambiar la actual estrategia de
enfocar la lucha contra el narcotráfico como una guerra. El enfoque no es sólo
intelectual: en México ya murieron más de 40 mil personas en los últimos cuatro
años, el narcotráfico no se redujo y el contrabando de armas entre el sur de
los Estados Unidos y el norte de México es tan fluido como la trata de
inmigrantes.
Clave nueve. La Celac no surge como un organismo dirigido
contra los Estados Unidos, y no podría hacerlo por la pluralidad de sus
integrantes, pero la mera ausencia de Wa-shington es un indicio de que, siempre
que los latinoamericanos eviten el delirio y se abs-
tengan de dar por extinguido el poder de los Estados Unidos,
tienen un espacio de autonomía para construir instituciones como Unasur o el
Consejo Sudamericano de Defensa.
Clave diez. Chávez no sólo estuvo hábil para utilizar la
Celac como una forma de legitimación interna. No podría haber llegado a este
punto sin haber desplegado en el Caribe, donde no todos los países son Cuba,
Nicaragua o El Salvador, aun con todas las diferencias entre los tres, una
diplomacia basada en el activismo que México dejó hace ya 20 años y en la
provisión de petróleo más barato.
© Escrito por Martín Granovsky y publicado por el
Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 4 de
Diciembre de 2011.
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