Será a todo o nada...
CKF y su nuevo bastón de mando. Cristina
Fernández. Dibujo: Pablo Temes.
La Presidenta está decidida a encarar una batalla monumental contra “lo
viejo”. ¿Podrá? ¿La dejarán?
Cristina Fernández de Kirchner va a gobernar los próximos
cuatro años contra el Partido Justicialista y la CGT. Si se confirma esta
provocación intelectual escrita sin anestesia, los argentinos asistiremos al
desafío político más formidable desde 1983.
Nuestro país será el escenario de la confrontación de
poderes reales de mayor magnitud desde la recuperación democrática. Arriba del
ring estará una mujer de fuertes convicciones (que no es “presidente de las
corporaciones”) y de matriz peronista, con un respaldo electoral impresionante
dando una batalla refundacional contra la ortodoxia pejotista y la corrupción
corporativa sindical. Claro que no será un proceso lineal ni algo que ocurrirá
de la noche a la mañana. Tal como viene pasando hasta ahora, las cabezas se
irán cortando de a poco. Ayer hubo un par de mensajes claros: Daniel Scioli no
fue enfocado ni una sola vez por la televisión K y para Hugo Moyano, quien
brilló por su ausencia, fue el mensaje de que “hay derecho de huelga pero no de
chantaje ni extorsión”.
Es una tarea titánica en la que la Presidenta deberá
invertir mucha energía. Si logra vencer, su coraje la depositará para siempre
en la historia, como la responsable de haber sepultado a la vieja política. Si
es derrotada, será acusada de irresponsable y de haber dilapidado una
extraordinaria acumulación de poder popular sin que la realidad se lo exigiera.
“Es ahora o nunca”, dicen los autores intelectuales de esta movida. “El
cristinismo sin el peronismo es el Frepaso”, dicen los que se oponen.
Cristina es consciente de que este combate renovador se
llevará a cabo al mismo tiempo que las esquirlas del euro, el freno de Brasil y
la incógnita de China pongan a prueba a nuestra economía. Pero cree que
atravesar ese tsunami internacional sin afectar a los que menos tienen debe ser
realizado simultáneamente con la instalación de una nueva generación de
dirigentes. Es como un parto de mellizos. Son dos caras de la misma moneda.
Habrá marchas y contramarchas; avances y retrocesos, pero la
Presidenta ya eligió el rumbo. Está convencida de que la supervivencia del
modelo nacional y popular está ligada al exterminio de lo que Carta Abierta
advirtió como “la restauración conservadora que viene de adentro”.
¿Cómo manejó los tiempos y las políticas de alianza hasta ahora?
Con el pragmatismo que caracteriza a los Kirchner, Cristina se apoyó en los
aparatos tradicionales del peronismo y los gremios pero nunca terminó de
casarse con ellos. Usufructuó ese concubinato hasta que llegó a la cima. Con
las encuestas acusando una imagen positiva altísima y una intención de voto
cómodamente ganadora, la Presidenta inició la actual etapa de diferenciación (y
de castigo) a los feos, sucios y malos que la habían acompañado por temor y
necesidad.
A partir de ese momento, que podríamos ubicar temporalmente
a la hora del armado de las listas, la Presidenta no hizo un solo gesto
favorable ni al PJ ni a la CGT. Todo lo contrario. Sus decisiones más
importantes fueron en contra. Algunos ejemplos: bajó de un plumazo de sus
candidaturas a integrantes de la CGT del ala izquierda del moyanismo como Julio
Piumato y Juan Carlos Schmid. Intervino en cada provincia para colocar jóvenes
camporistas, en algunos casos desconocidos hasta para ella misma, en lugar de
históricos dirigentes justicialistas. Impuso en la línea sucesoria a Amado
Boudou y Beatriz Rojkés de Alperovich, dos recién llegados al partido de Perón
que no tienen nada que ver ni culturalmente con ese líder. Arrojó casi al
llano, lejos del poder real, a Aníbal Fernández, alguien que simboliza como
pocos esa estética y ética del peronismo menemista, duhaldista y hasta
kirchnerista. La construcción del cristinismo en la provincia de Buenos Aires,
donde está la madre de todas las batallas, la hizo intervenir de manera brutal
tanto en la Legislatura como en el gabinete de Scioli. Gabriel Mariotto, el
vicegobernador que actúa como delegado de Cristina en el territorio, fue el
instrumento utilizado para quedarse con el manejo del poder y la caja del
Parlamento provincial. Siempre con el mismo objetivo: desplazar de los lugares
claves a los hombres que responden al gobernador o a los intendentes
caracterizados como dinosaurios.
Horacio Verbitsky y Nilda Garré realizaron un operativo de
pinzas demasiado evidente para destituir al ministro Ricardo Casal, a quien
Scioli defendió con uñas y dientes. Cristina ordenó una tregua durante la
campaña pero ahora abrió nuevamente la temporada de caza. Casal, a esta altura,
es mucho más que un hombre acusado por el cristinismo de haberle dado el poder
absoluto a la policía bonaerense para fortalecer la corrupción, el gatillo
fácil y las zonas liberadas. Hoy Casal es el límite de la autonomía del
gobernador. Si lo entrega, para los intendentes será como darle definitivamente
el manejo de la provincia a Cristina. Cada uno sabrá luego qué camino tomar y
ante quién cuadrarse.
Las pocas designaciones ministeriales, en general, pero la
de Juan Manuel Abal Medina, en particular, forman parte de esa misma estrategia
anti PJ y CGT. Moyano tiene el olfato suficientemente desarrollado para
advertirlo y por eso sus colaboradores difundieron una boleta electoral de la
Alianza, en 2001, que mostraba a Juan Manuel y a Garré como candidatos cuando
Fernando de la Rúa y Domingo Cavallo eran los emblemas de esa etapa.
Esta batalla apasionante que se viene estará tapizada de
cachetadas y besos entre ambos grupos. En algunos lugares y momentos, todavía
se necesitan mutuamente. Pero los viejos peronistas y gremialistas saben que,
más temprano que tarde, van a ser fumigados como maleza y que su única tabla de
salvación son los gobernadores con votos propios como Scioli, Jorge Capitanich,
José Manuel de la Sota y Juan Manuel Urtubey, entre otros que, nada
casualmente, conforman con Moyano el quinteto titular del fantasma de la restauración
conservadora.
En cada detalle aparece como telón de fondo esta lucha que
Cristina está librando con cautela táctica y sin comer vidrio. Todavía todo es
muy nuevo y ni siquiera están nítidamente expuestos los principales generales
de cada bando. Ni los buenos ni los malos están de un solo lado. Hoy empezó a
reacomodarse el rompecabezas del poder. La pregunta del millón es si los
dirigentes que acompañan a Cristina en esta cruzada renovadora son en su
mayoría más honestos y revolucionarios que los que se quiere desplazar. Porque
Néstor Kirchner tenía las mismas virtudes y los mismos vicios que esos
caudillos conservadores que ahora Cristina no puede ni ver. Es un camino lleno
de peligros y acechanzas que Cristina está dispuesta a transitar. Lo que se viene
es a todo o nada. Quien quiera oír que oiga.
© Escrito por Alfredo Leuco y publicado por el Diario
Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 10 de Diciembre de 2011.
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