“No insistan con que pagan mi salario”, sentenció hace una semana en una columna en Tiempo Argentino la periodista y escritora María Seoane, que además es la directora de Radio Nacional. Su réplica vino a cuento de defender la labor periodística en los medios públicos con un argumento cuanto menos curioso: no se puede criticar que ellos reciben un sueldo que pagamos todos con nuestros impuestos porque también con esos impuestos se subsidian distintas actividades de las empresas de medios privadas.
Y ya está. Pasemos a otro tema porque ahí no hay discusión. Con más poesía lo había dicho Enrique Santos Discépolo en su legendario Cambalache: “Vivimos revolcados en un merengue / y en un mismo lodo / todos manoseados”.
La falacia de Seoane tiene un punto inicial muy válido para debatir. Como en cualquier profesión, los periodistas deberíamos ser examinados por lo que hacemos, no necesariamente por dónde trabajamos. Pero en la práctica, y en especial en estos tiempos de polarización, se está de un lado o de otro. Lo demás es el “no lugar”, como le gusta decir al intrépido Orlando Barone. En varias ocasiones se ha refutado aquí tal concepto maniqueo de uno y otro “bando”, aunque en esta ocasión no vamos por ahí.
“El lugar” se ha convertido en un concepto central para emitir “el relato” sobre el que tanto viene batallando el kirchnerismo, con mucho éxito, por cierto. Me niego a entrar en esa lógica perversa. Hay buenos periodistas, rigurosos y honestos, en medios oficiales, paraoficiales y privados. Y también hay de los otros, claro.
¿Cuál será “el lugar” desde el que algunos periodistas señalan con el dedito acusador a otros colegas? Entre ellos, me permito dudar respecto a que sean mayoría aquellos que guardan una actitud intachable, coherente y leal a sus convicciones periodísticas, lo que en ese caso les otorgaría entidad ética para juzgar, condenar o absolver a sus compañeros periodistas.
A fin de cuentas: el que esté libre de pecado que tire la primera piedra.
Veamos el caso de la mencionada Seoane. En su presente de vuelo alto prefiere omitir otras proezas aéreas acaso más rasantes según sus estándares actuales. Durante muchos años, hasta que Clarín decidió empezar a criticar al kirchnerismo en 2008, Seoane fue una activa editora del matutino. Por su trabajo allí incluso ganó un Premio Rey de España en 1998. La imagen que acompaña esta columna muestra el peso alcanzado en sus vínculos.
Sabido es que no hay peor fe que la de los conversos. Por estas épocas periodísticas, han florecido por doquier profesionales con memoria selectiva, olvidos convenientes y volteretas estrafalarias, especialmente hacia ellos mismos o hacia los que piensan igual o hacen lo mismo. Los que se suman con fervorosa militancia a ese club podrían tener, por qué no, el pudor de señalar a nadie.
Sería una pena que se consagre que los periodistas debemos dejar de lado la esencia de nuestro trabajo (que es preguntar, investigar, dudar) para que se nos califique por qué votamos, cómo pensamos o dónde laboramos. En los medios públicos, pseudopúblicos y privados, creo que sólo nos pagan por hacer nuestro trabajo. Y sin sobreactuaciones, quiero pensar.
© Escrito por Javier Calvo y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 5 de Noviembre de 2011
Premio de Periodismo Rey de España...
Anatomía de un golpe...
La que sigue es la nota principal del suplemento publicado el 22 de marzo de este año, basada en los documentos del Departamento de Estado de los EE.UU.
Los 125 documentos secretos enviados por la Embajada de EE.UU. a Henry Kissinger entre octubre del 75 y mayo del 76, a los que Clarín tuvo acceso, son una cruda radiografía de la atormentada democracia argentina y desnudan las pasiones trágicas de aquellos años de plomo.
Alberto Amato, María Seoane y Vicente Muleiro.
http://edant.clarin.com/suplementos/zona/1998/11/01/i-00801e.htm
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Por favor, indicar Nombre Completo y Lugar de Origen. Muchas Gracias