Propaganda. Ricardo Jaime, Julio De Vido, Felisa Miceli, Sergio Schoklender y Guillermo Moreno son blancas palomitas del campo popular, acosadas por operaciones monopólicas de la prensa. Quien se aparte una línea del trazo oficial es denostado por el aparato de propaganda conformado, en general, por kirchneristas tardíos, camporistas recién nacidos o lúmpenes en procura de un sueldito. Los enoja que se diga que apoyan al Gobierno por plata: siempre da la casualidad de que trabajan en Radio Nacional, Canal 7 o empresas “mixtas” de privados de dudoso origen (Gvirtz, Szpolski, Sokolowicz, Electroingeniería).
Para decirlo de otro modo: empleos en los que el dinero del pueblo vuelve al pueblo. La historia no es nueva: no son los primeros vendedores de humo que saben transformar la prensa oficial en fortunas privadas. Les pasó a las dictaduras de Onganía, Lanusse y Videla con Timerman y Grondona; le pasó a Alfonsín con El ciudadano, a Menem con el CEI, a De la Rúa con el Grupo Sushi. Yo mismo vi a Diego Gvirtz, en Día D, denunciar censura contra Carlos Ávila y luego trabajar con América, fustigando después a los K desde Canal 13 y a Canal 13 desde Canal 7, todo sin que jamás se le moviera un pelo (que no tiene).
La misma versatilidad de Szpolski para saltar del quebrado Banco Patricios a los brazos de “el Coti” Nosiglia y desde allí a los de Néstor. Pero, como dijimos, todo da lo mismo; cualquiera habla y acusa desde ningún lugar, porque el pasado no existe, y si existe, fue borrado convenientemente. Los propietarios de la memoria resultaron, paradoja, los más olvidadizos. Como lo hacen por dinero, sobreactúan: nadie llora más que Andrea del Boca en el velorio de Él, nadie defiende más los derechos humanos que los que consiguen su subsidio para su peliculita, su miniserie, su bolo. Cuando el aparato de propaganda tira una piedra desde la multitud, el que debe responder es aquel al que le pegó la piedra: el culpable de haber puesto la cabeza. ¿Desde dónde hablan los que acusan? Desde la infinita pureza ideológica que les da el poder: desde la impunidad total. Y, también, desde la ignorancia y la juventud de su audiencia, que muchas veces reacciona a favor de un discurso que parece contestatario aunque en verdad no lo sea.
Siempre me pregunto si vale la pena contestar. Mantengo conmigo mismo esa pelea desde hace años: ¿contestar? ¿A quién? ¿Para decirle qué? Esta vez, esa sensación del comienzo me hizo dudar: en Argentina todo da lo mismo. ¿Es realmente así? ¿Puede ser que cualquiera diga cualquier cosa? ¿Desde dónde hablan los que tiran la piedra?
Barragán. En un artículo publicado ayer por la página Diario Registrado (sostenida por fondos públicos), el libretista Carlos Barragán escribe Cómo usar al pobre Lanata. Allí afirma que el lugar que me depararon los medios gráficos es una pobre columnita de pocos caracteres en un diario que parece darle asco por lo popular. Le molesta, además, que yo haya calificado como “gusano” a uno de sus compañeros en 6,7,8: Orlando Barone.
Ver tanta seguridad en Barragán me hizo dudar de mí mismo, y preguntarme, a la vez, por la trayectoria de mi acusador: ¿quién era este empleado estatal que me destrataba con tanta soberbia? Por lo que pude averiguar, Barragán vive de varios empleos, todos de dinero público: es “panelista” de 6,7,8, colabora en Tinta Roja de Radio Nacional, es columnista de la revista oficial Miradas al Sur y del diario paraestatal El Argentino. Según él mismo ha dicho en entrevistas, fue “remisero, kiosquero y buscavidas”, y trabajó durante casi una década como libretista de radio en el Grupo Clarín. Hablando de la Corpo, el miércoles 17 de mayo de 2006, entrevistado por Silvina Lamazares en Clarín, Barragán no mencionó una palabra de los nietos ni de Papel Prensa, sino que suspiró: “La vida me compensó de una manera increíble”. Otro hito de su carrera profesional fue haber escrito una canción titulada Soy la mierda oficialista. ¿Y yo? ¿Yo, pobre de mí, como escribió Barragán?
Trayectoria. Lo que sigue es antipático pero, quizá, necesario en un país donde parece que todo da lo mismo: –En principio quería comentarle a Barragán que mi pobreza no alcanza, en este momento, solo al diario LIBRE; también escribo en el diario Perfil (donde, por ejemplo, entre otras notas denuncié que la ministra Miceli escondía en el baño una bolsa con dinero irregular), dirijo y escribo una miniserie para Infinito/ Turner de veinte capítulos titulada 26 personas para salvar al mundo, que se estrenará en noviembre en 18 países y formó parte de la tertulia de La ventana en la Cadena Ser. El año pasado conduje por Infinito/ CNN la miniserie BRIC, que ganó el Premio ACE de la Asociación de Críticos de Nueva York y el Pantalla de Cristal en México. BRIC estuvo ternada para el Martín Fierro 2010, al igual que Después de Todo para los premios de APTRA del 2009. Con producción de Patagonik dirigí el documental Deuda: quién le debe a quién, presentado en los festivales de Montevideo, Santiago de Chile, La Habana, Huelva y México y nominado como Mejor Guión y Mejor Documental 2004 para los premios Cóndor de Plata de la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina. Filmé otros documentales: La grieta y Malvinas tan lejos, tan cerca para Editorial Perfil, y La ruta del Che en Bolivia para The History Channel. Entre otros reconocimientos locales, obtuve: 1994: Fundación Huésped y Broadcasting; 1996: Martín Fierro radio, televisión y labor periodística y Broadcasting; 1997: Konex por dirección periodística en la década, Martín Fierro por televisión, labor periodística, Broadcasting, Fund TV y TEA como uno de los Diez Periodistas de la Década; 1999: Martín Fierro por televisión y conductor, premio Rodolfo Walsh de la UNLP; 2000: Martín Fierro por programa periodístico y conducción; 2001: ídem año anterior; 2002: Martín Fierro conducción y Broadcasting; 2003: premio Clarín programa periodístico; 2004: Martín Fierro labor periodística, Ciudadano Ilustre de Mar del Plata; 2005: Martín Fierro en radio, Huésped de Honor de Córdoba; 2007: Konex a mejor labor televisiva en la década, Huésped Ilustre de Quito.
Dictadura. Afirma Barragán que fundé Página/12 (es así, a los 26 años) y “fundí Crítica” (no es así, me retiré del diario un año antes de su cierre). También fundé Veintiuno, Página/30, Ego, El Porteño Cooperativa, y escribí, entre novelas, cuentos, ensayos y unos 11 ó 12 libros. Nada de esto, claro, me exime de poder equivocarme. En la dictadura militar fui mozo de bar, chocolatinero, oficinista y no trabajé ni recibí prebendas, créditos ni subsidios de gobierno alguno. Le agradezco a Barragán el apelativo “pobrecito”, ya que quizás no me conocía hasta hoy pero, como verá, no me lo merezco. Me hago cargo de cada palabra que digo, y no creo que todo dé lo mismo. Me pregunto, entonces, desde dónde habla él.
Y sí, quise decir que Barone es un gusano. Porque reconozco.
© Escrito por Jorge Lanata y publicado en Diario Libre de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el 19 de Octubre de 2011.
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